Sindicalismo: el conflicto que viene
Columna JFM

Sindicalismo: el conflicto que viene

Quizás ningún tema de la agenda nacional requiere de una solución más urgente que el de las pensiones. Todos saben que el costo de las pensiones se convertirá entre el 2007 y el 2009 en una bomba de tiempo, que puede llevarnos a una crisis financiera y social de consideraciones imposibles de determinar. El problema es que el sector involucrado en la reforma de las pensiones es el de los trabajadores del sector público, donde se viven, a su vez, fuertes conflictos sindicales. Paradójicamente evitar la crisis es relativamente sencillo: se debe incorporar a esos trabajadores del sector público al mismo régimen de pensiones que rige para todos los demás, la enorme mayoría, en el país, y se desactivaría la bomba. Pero buena parte de esos sindicatos no lo aceptan porque el botín económico (y por ende político) que está en medio es demasiado apetitoso como para abandonarlo.

Quizás ningún tema de la agenda nacional requiere de una solución más urgente que el de las pensiones. Todos saben que el costo de las pensiones se convertirá entre el 2007 y el 2009 en una bomba de tiempo, que puede llevarnos a una crisis financiera y social de consideraciones imposibles de determinar. El problema es que el sector involucrado en la reforma de las pensiones es el de los trabajadores del sector público, donde se viven, a su vez, fuertes conflictos sindicales. Paradójicamente evitar la crisis es relativamente sencillo: se debe incorporar a esos trabajadores del sector público al mismo régimen de pensiones que rige para todos los demás, la enorme mayoría, en el país, y se desactivaría la bomba. Pero buena parte de esos sindicatos no lo aceptan porque el botín económico (y por ende político) que está en medio es demasiado apetitoso como para abandonarlo.

En estos días, la situación en varios de esos sindicatos comienza a hacer crisis. Ayer mismo, la ruptura en el sindicato del IMSS fue evidente y no presagia nada bueno ni para sus trabajadores ni para la institución, que concentra a buena parte de los mayores opositores al cambio de régimen en las pensiones pero que es también la piedra angular para avanzar en ese sentido y para cualquier política social seria de cara al futuro. El sindicato, en los hechos conspira contra los millones de derechohabientes del Seguro.

La situación en el sindicato del IMSS se parece cada vez más a la del sindicato minero, en donde la lucha entre los partidarios de Napoleón Gómez Urrutia y Elías Morales, ha terminado perjudicando a todas las empresas del sector en un momento de precios altos de los minerales, pero ha perjudicado, mucho más, a los propios trabajadores. Nada, como ocurre en el sindicato del Seguro Social, permite presumir que estemos siquiera cerca de encontrar una solución a la crisis en el sindicato minero.

Si hay un sector de peso para el gasto público y para avanzar en la reforma del sistema de pensiones, ese es el magisterio. La crisis que se avecina en el ISSSTE tiene relación directa con el sector magisterial: el conflicto en Oaxaca es verdad que hace ya muchos meses que dejó de ser parte de la lucha eminentemente magisterial, pero el tema allí está. La descentralización educativa distribuyó responsabilidades, pero centralizó la negociación principal y dejó a los estados con conflictos potenciales al tener que enfrentarse a las demandas de sus maestros. La propuesta que se ha colocado sobre la mesa para la rezonificación de los maestros oaxaqueños es una de las posibles puertas de salida al conflicto, pero implica un costo financiero enorme porque, además, se tendrá que extender al resto del magisterio nacional que esté en condiciones similares al oaxaqueño.

Pero el problema real no es ese sino que no hay contrapartida alguna: de la misma manera que los trabajadores del IMSS son privilegiados comparados con cualquier trabajador de una empresa privada, los maestros y en particular los de Oaxaca laboran en condiciones insostenibles para el estado y para la federación. Es verdad que los salarios son muy bajos, pero hoy al estado le sobran unos diez mil maestros que están comisionados en el sindicato y que son los que participan en sus marchas y operaciones políticas. En Oaxaca se ha establecido un ordenamiento mediante el cual, cualquiera que termine los estudios para maestro, que están lejos los más exigentes y que serían en el estado el equivalente de la secundaria, en forma inmediata recibe una plaza como maestro en el estado y es parte del sindicato. Se acumulan maestros, cada vez peor preparados, en el estado con los peores índices educativos del país, maestros que ni siquiera dan clases, pero que cuentan con prerrogativas como pocos. La paradoja es que sus salarios son bajos pero para incrementarlos habría, por lo menos, que ajustar el número de maestros al de alumnos y a criterios de calidad. Pero eso no lo acepta el sindicato en un estado que, además, vive en el 98 por ciento de sus ingresos, del presupuesto que le envía la Federación.

Y eso es en la sección 22, pero puede ampliarse, por contagio, al resto del sindicato de maestros, el más grande del país y de América latina. El SNTE, tendrá que decidir si es parte del problema o de la solución. Hasta ahora, esfuerzos aparte de algunos personajes, es parte del problema y uno de los frenos de la profunda reforma educativa (además de la de pensiones) que el país requiere con urgencia.

Los trabajadores del sector público también están esperando ver qué rodaja se llevan de la crisis. Están divididos en dos grupos, uno encabezado en los hechos por Elba Esther Gordillo, y los de la FTSTE, que encabeza Joel Ayala. El objetivo de la lucha de Ayala es, en estos momentos el bono sexenal: ¿por qué y para qué?. Nadie puede explicar cuál es la lógica que a los trabajadores de base (por supuesto que ello tampoco tendría que aplicarse a los de confianza) se les entregue un bono de uno, dos o tres meses de salario porque terminó el sexenio, cuando conservarán, todos, sus puestos de trabajo. El bono sexenal es una rémora de los viejos tiempos del partido único mediante el cual el presidente saliente compraba un poco de solidaridad de los burócratas ante la llegada de un sucesor que en muchas ocasiones perseguía a sus colaboradores. Hoy no tiene lógica alguna. Pero Ayala ha hecho una bandera de ello, chantajeando con la oposición a cualquier intento de reforma de pensiones en el ISSSTE si no se les entrega ese bono.

La lista podría continuar. Nadie le pedía a la administración Fox que rompiera con los sindicatos, pero por lo menos hubiera podido dejar en claro que sus criterios de relación serían diferentes a los del pasado. No lo hizo y esos sindicatos le quieren imponer, ahora, a la próxima administración los mismos privilegios que gozaron hasta ahora.

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