La guerrilla no existe pero ahí está
Columna JFM

La guerrilla no existe pero ahí está

Entender al gobierno federal en algunos temas claves para la seguridad nacional es muy difícil. Las mismas autoridades, hasta los mismos funcionarios, aseguran un día que no hay guerrillas en México pero al siguiente anuncia que son doce los grupos que operan en el país; un día dicen que no se ha comprobado que ninguna de esas organizaciones tenga relación con el narcotráfico, pero sus mismos analistas saben que sobre todo en Guerrero ello es una realidad.

Entender al gobierno federal en algunos temas claves para la seguridad nacional es muy difícil. Las mismas autoridades, hasta los mismos funcionarios, aseguran un día que no hay guerrillas en México pero al siguiente anuncian que son doce los grupos que operan en el país; un día dicen que no se ha comprobado que ninguna de esas organizaciones tenga relación con el narcotráfico, pero sus mismos analistas saben que sobre todo en Guerrero ello es algo más que una realidad; dicen que no hay indicio de actividades terroristas de ninguna clase, pero un día después se anuncia que desde hace tres meses se investiga a una célula de financiamiento a Hezbolá.

Lo que sucede es que como la realidad no nos gusta preferimos obviarla o no colocar la información en manos de la opinión pública para que ésta, como si fuera menor de edad, no se asuste con ella. En el número en circulación de Letras Libres, publicamos un largo estudio titulado ¿Por qué no despierta el México Bronco? donde tratamos de explicar primero, porqué existen estos grupos y cuál es su real grado de influencia. Y segundo, porque no existen condiciones “revolucionarias” como lo llegó a publicar un articulista de El País la semana pasada, como para que esos grupos pueden “despertar al México bronco”.

Partíamos de una declaración de Winston Churchill, que aseguraba que “el político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene y explicar después porqué no ocurrió”. En México deberíamos seguir el consejo de Churchill: debemos predecir esos hechos y luego explicar porqué no sucedieron. Pero nuestros políticos, actúan de la forma exactamente contraria: niegan o crean una realidad alterna y después, cuando ésta les estalla en la cara, tratan de explicarnos porqué se dio ese estallido sin que ellos pudieran predecirlo. O se contradicen abiertamente. Así sucedió en el 94 en Chiapas. Ahora, una y otra vez se niega la participación de grupos armados, como el Ejército Popular Revolucionario y sus derivaciones, cuando resulta evidente su presencia. Esos grupos participan hoy en la APPO, tienen intervención en las movilizaciones del lopezobradorismo, mantienen presencia y lazos con grupos tanto políticos como del crimen organizado en Guerrero, de buena parte de la zona oriente de la ciudad de México. Están presentes en Morelos, Michoacán, Hidalgo. Vamos, ni siquiera en muchos casos se esconden, sus dirigentes son públicos.

Su problema es que no tienen una capacidad militar capaz de desestabilizar el país, incluso de actuar con consistencia como una guerrilla rural o urbana: en la actualidad cuenta con unos 200 milicianos relativamente bien armados (una cifra similar a la que tiene hoy el EZLN en Chiapas, milicianos, por cierto, que ya no parecen obedecer órdenes del grupo de Marcos) y unos 300 simpatizantes: en los contingentes de la APPO vinieron unos 200 integrantes del EPR y otros 300 quedaron en Oaxaca. Portaban con ellos armamento que vendieron a grupos armados o de delincuencia organizada, al llegar a la zona de Nezahualcoyotl e Iztapalapa, probablemente para financiar sus operaciones o para establecer lazos a futuro con esos grupos. Sirven como fuerzas de autodefensa y pueden cometer alguna provocación pero que si comenzaran a actuar militarmente, como ocurrió en el 94 con el EZLN y en el 96 con el EPR, podrían ser desarticulados con facilidad por las fuerzas de seguridad.

Por esa razón, luego de las amnistías encubiertas que recibieron los eperristas, han decidido concentrarse en sus frentes de masas. Allí están trabajando con éxito, sobre todo en Oaxaca y en el DF, pero en la misma medida en que intentan llevar esos movimientos hacia su radicalización, éstos pierden base social y sus dirigentes se exponen a aislarse y ser reprimidos con facilidad. La única posibilidad que tienen de radicalizarse y mantener peso social es si sus adversarios también se endurecen y mantienen los agravios contra los sectores sociales que nada tienen que ver con estos grupos pero se sienten lastimados por las autoridades, como ocurre hoy en Oaxaca.

La APPO, por ejemplo, ha dado muchos pasos en falso, pero la resistencia del gobernador Ulises Ruiz para pedir una licencia que pudiera darle una salida al conflicto, lo único que hace es terminar manteniendo como rehenes de los grupos más radicales a todo el movimiento opositor. En la lógica de los dirigentes de estos movimientos populares, para desactivarlos y mantener sus liderazgos (además de privilegios y complicidades, como podrían explicar Flavio Sosa y otros dirigentes de la APPO tan cercanos antes y ahora con José Murat) se necesita mostrar algún triunfo. Y ese objetivo es Ruiz. Llama la atención y demuestra la confusión que existe en ellos, que estén tan interesados en la caída del gobernador pero no tanto en lo que suceda después. El tema no parece ser ni las reformas democráticas, sociales y económicas que Oaxaca necesita, ni siquiera quién será el sucesor de Ruiz si éste se va. Y ello confirma, también, que el liderazgo de la APPO, por una parte, tiene objetivos que van más allá de la restauración democrática en Oaxaca. Pero también, como lo marca la historia de los grupos armados y radicales en México (y como lo demostramos en el libro Nadie Supo Nada, sobre el asesinato de Eugenio Garza Sada que acabamos de presentar el sábado en Monterrey), que éstos suelen estar demasiado infiltrados por grupos de poder como para imponer agendas propias que vayan más allá de las coyunturas propicias. Pero por eso mismo nadie debería negar su existencia y eso es lo que los hace más peligrosos.

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