Después de Tabasco: López o el PRD
Columna JFM

Después de Tabasco: López o el PRD

En la película La Caída sobre los últimos días de Hitler en su bunker, se observa al führer viviendo en un mundo particular, mientras Berlín es arrasado por las bombas, mientras sus incondicionales oscilan entre desertar o suicidarse con él. Sus duros ajustician en las calles a los alemanes que ya no quieren seguir luchando y él espera, en un estado entre delirante y absurdo, la llegada de nuevas tropas que cambiarán el curso de la guerra. La película de los últimos días del tercer reich hacen recordar las actitudes de López Obrador y después de su derrota electoral esas imágenes se superponen cada vez más con la psicología del ex candidato, con su forma de entender y tratar de ejercer el poder.

En la famosa película La Caída (El Hundimiento ha sido titulada en televisión) sobre los últimos días de Hitler en su bunker, se observa al führer viviendo en un mundo particular, mientras Berlín es arrasado por las bombas, mientras sus incondicionales oscilan entre desertar o suicidarse junto con él. Sus duros ajustician en las calles a los alemanes que ya no quieren seguir luchando y él espera, en un estado entre delirante y absurdo, la llegada de nuevas tropas que cambiarán el curso de la guerra. Nadie se atreve a decirle que esas tropas hace ya tiempo que no existen. Cuando alguien le advierte de los sufrimientos del pueblo alemán, su expresión es de desprecio hacia su gente: si el pueblo alemán sufre y es derrotado se lo merece, la culpa es suya por no seguir su liderazgo.

La película de los últimos días del tercer reich hacen recordar las actitudes de López Obrador y después de su derrota electoral esas imágenes se superponen cada vez más con la psicología política del ex candidato, con su forma de entender y tratar de ejercer el poder. El domingo, el resultado en Tabasco, sólo puede ser calificado como una debacle: su propia caída de Berlín. López Obrador había sido derrotado dos veces: en las urnas y en la ciudad de México, donde tuvo que levantar el plantón y dejar para mejor época la llamada resistencia civil, porque, sencillamente, el apoyo popular para su causa se acabó y comenzó a caer vertiginosamente en las encuestas de popularidad. Decidió desde el 15 de septiembre dejar la capital y concentrarse en su estado, en Tabasco. Fue peor: allí donde había ganado con el 57 por ciento de los votos en julio, terminó en la peor derrota. El priista Andrés Granier superó el 52 por ciento mientras que César Raúl Ojeda acumuló apenas 42 por ciento de los votos con una participación superior al 62 por ciento de la ciudadanía: 17 puntos perdió López Obrador en menos de 100 días. Y los perdió porque el mismo ex candidato presidencial arrebató la campaña presidencial a Ojeda, reemplazó su equipo por la estructura nacional del PRD, sobraron recursos y operadores electorales llegados de todas partes del país. Pero cada mitin de López Obrador le quitaba votos a Ojeda. El ex candidato, recordemos el desprecio final de Hitler por su pueblo en La Caída, no les perdonó a los tabasqueños que no lo hayan apoyado: ya en los últimos días, incluyendo el domingo electoral, decidió regresar al DF y no aparecerse. Lo mismo había ocurrido en Chiapas, semanas atrás, donde la intempestiva aparición de López Obrador casi provocó la derrota de Juan Sabines, que pasada la elección se ha apresurado a declarar que él reconoce la futura presidencia de Felipe Calderón.

El hecho es que el factor López Obrador ha cambiado de sentido: si en el pasado le sumó votos al PRD, hoy sólo se los resta pero le suma enemigos, incluyendo varios de los que fueron su principal soporte en el pasado, incluso empresarios que le dieron algo más que el beneficio de la duda, como Carlos Slim o Televisa, y a los que, como con todos los que decidieron de alguna manera apoyarlo y han decidido ya no seguir el camino de locura política que ha marcado el ex candidato, sólo han recibido de éste agresiones e insultos. El factor López Obrador se ha convertido para el PRD en un lastre: le quita votos; ha secuestrado al partido con dirigentes sin ninguna representatividad interna como Leonel Cota y ha tratado de diluirlo en un Frente en el que el PRD queda supeditado exclusivamente al capricho de un líder que ya no lo es; en el congreso el PRD no ha podido hacer valer su posición de segunda fuerza electoral porque está incapacitado políticamente para operar por su desconocimiento del resultado electoral. Y viene ahora un acontecimiento que será bochornoso para López Obrador pero más para el perredismo: la decisión de autoeregirse en “presidente legítimo” el 20 de noviembre. Si ya verlo hacer campaña en Tabasco con una falsa banda presidencial motivó a la risa de propios y extraños por lo ridículo del hecho, la “ceremonia” del 20 de noviembre terminará de hundir al perredismo porque hará caer a todo el partido en un ridículo que la izquierda mexicana no se merece.

Tal desmesura, la incapacidad para reconocer el error, el desprecio por quienes no lo siguen, la imposibilidad de construir un discurso de cara al futuro, está hundiendo a un partido que, hoy, apenas si sobrepasaría el 25 por ciento de los votos, o sea que ha regresado a sus niveles históricos pero con una tendencia a la baja que parece irreversible. Las distancias con López Obrador en el perredismo han comenzado a hacerse presentes y deberían ser mucho más firmes para evitar la caída final del movimiento el próximo 20 de noviembre. Los cardenistas, comenzando por el propio Cuauhtémoc Cárdenas, están preparando desde hace ya tiempo la contraofensiva para recuperar el partido; la corriente Nueva Izquierda que encabeza Jesús Ortega ya ha comenzado a señalar, aunque sea en sus documentos internos, que fueron los errores de López Obrador y de esas redes ciudadanas conformadas por ex priistas y ultras las que llevaron a la derrota electoral y Jesús ha dicho en muchas ocasiones que ahora sí no aceptará presiones y buscará la presidencia del partido. Los aliados ya se han ido y no parecen querer regresar. El radicalismo de la APPO en Oaxaca le resta todos los días apoyos a un perredismo que ni siquiera se puede distanciar de ese movimiento porque la línea del ex candidato lo impide. Ebrard no sabe qué equilibrios hacer para que no se le termine de caer todo el escenario.

Luego de la derrota en Tabasco, el futuro del PRD está en las manos de sus militantes y de nadie más: si le siguen permitiendo todos los caprichos a López Obrador (y el del 20 de noviembre será el definitivo) el único destino que le espera será la marginalidad, regresar a la época de las izquierdas testimoniales.

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