Carstens, un heterodoxo de la ortodoxia
Columna JFM

Carstens, un heterodoxo de la ortodoxia

Un fantasma recorre a los mercados en los momentos de transición entre gobiernos: es la duda de cuánto cambiará una administración sus políticas sin perder la previsibilidad. Los mercados suelen querer, al mismo tiempo, cambios y estabilidad, o parafraseando al Gatopardo, que todo cambie para que todo siga igual.

Un fantasma recorre a los mercados en los momentos de transición entre gobiernos: es la duda de cuánto cambiará una administración sus políticas sin perder la previsibilidad. Los mercados suelen querer, al mismo tiempo, cambios y estabilidad, o parafraseando al Gatopardo, que todo cambie para que todo siga igual.

Es un fantasma con causa justificada para existir: en un mes se cumplirán doce años de un hecho traumático. En la noche del 20 de noviembre del 94, cuando la vida política nacional no terminaba de recuperarse del levantamiento en Chiapas, de los asesinatos de Colosio y de Ruiz Massieu, cuando la mayoría de los mexicanos no sabíamos que la economía estaba “prendida con alfileres”, se reunieron para analizar la situación económica del país el presidente saliente, Carlos Salinas y el entrante, Ernesto Zedillo, acompañados de un par de sus principales colaboradores, Pedro Aspe y Jaime Serra Puche, respectivamente. Zedillo le pidió a Salinas que devaluara el peso (el término fue que moviera la banda de deslizamiento) para evitar presiones y que el presidente saliente asumiera los costos de esa medida, antes que fuera inmanejable. Salinas le contestó que eso ya se estaba haciendo y que podría continuarse con un deslizamiento suave que evitara cualquier percepción de una devaluación. Sostuvo que Aspe había mantenido la economía estable a pesar del año políticamente caótico, pero que en febrero del 95, como ya lo sabía Zedillo, venía un momento clave, el vencimiento de 60 mil millones de dólares en bonos del Estado. Si no eran renovados por falta de confianza de los inversionistas sobrevendría una crisis. Salinas y Aspe ofrecieron al presidente entrante que el entonces secretario de Hacienda se quedara en su puesto por lo menos un año más, para sortear el momento y no generar desconfianza en los mercados. Zedillo no tenía, ya entonces, confianza ni en Salinas ni en Aspe con quien había tenido fuertes diferencias en el pasado y ya tenía un candidato para Hacienda: Serra Puche, con la convicción de que la política económica la manejaría él mismo, desde Los Pinos. Le ofreció a Aspe quedarse en el gabinete pero como secretario de Comunicaciones y Transportes, Aspe no aceptó y a esa posición llegaría Guillermo Ortiz, el actual gobernador del Banco de México y a quien tuvo que recurrir Zedillo cuando un mes después sobrevino la crisis, cuando “se quitaron los alfileres”, sobre todo por la falta de pericia de Serra Puche para manejar, en el ámbito financiero, la decisión de ampliar el “deslizamiento” que terminó convirtiéndose en la mayor devaluación contemporánea de México.

¿Era Aspe mucho mejor economista que Serra, sabía más de economía Salinas que Zedillo, el error fue de noviembre o de diciembre?. Para ello puede haber muchas respuestas y la mayoría de los involucrados ya han dado su opinión, pero el tema es que la economía y sobre todos los mercados financieros se mueven por datos duros pero sobre todo por expectativas y lo que menos quieren es la sensación de impericia o las sorpresas que no se sabe hacia dónde se dirigirán. El hecho concreto es que la crisis del 94 se podría haber evitado tomando en cuenta esas variables. No fue así y el costo resultó muy alto. Paradójicamente, pudo terminar cerrándose la brecha (y modificando muchos de los problemas estructurales que propiciaron aquella crisis) cuando regresó a Hacienda un economista con amplia experiencia en los mercados y con la confianza de éstos: Guillermo Ortiz.

La decisión que acaba de tomar Felipe Calderón de designar coordinador de sus políticas económicas a Agustín Carstens es un acierto en muchos sentidos: primero, porque corta las especulaciones que ya habían comenzado sobre quién manejaría esa cartera vital para el mantenimiento de la estabilidad económica, pero también porque nadie, en estos momentos, podría generar mayor confiabilidad en los mercados que Carstens. No es una frase más, se trata de un dato objetivo: el ex segundo de a bordo del FMI, tiene experiencia en el sector financiero nacional e internacional y es de los pocos economistas de primer nivel que no está “contaminado” o con un sello como “heredero” de algunos de los hombres que manejaron la economía en las dos últimas décadas. Trabajó y conoce a todos ellos pero los años en el FMI le permitieron tomar una distancia con las luchas políticas internas en México que en esta época es invaluable.

Pero existe un factor adicional muy importante: Carstens fue un factor clave para el cambio de orientación que tuvo el FMI en los últimos años y que pasó de ser una institución que se centraba casi exclusivamente en exigir que las cuentas públicas de los países en desarrollo estuvieran equilibradas y en orden, a impulsar una serie de políticas que, manteniendo la estabilidad financiera, permitieran e impulsaran programas de desarrollo integral en esas mismas economías. No lo hemos aquilatado en México por diversas razones, entre ellas que no hemos tenido ni desequilibrios financieros ni problemas de endeudamiento. Pero en el ámbito financiero internacional ha significado un cambio profundo. Y Carstens fue un protagonista central en esa historia.

Además, su designación envía otra señal que deberá tomarse en cuenta respecto al futuro gabinete de Calderón: vamos a ver un gabinete con gente con experiencia pero en la mayoría de los casos sin “sellos” marcados, con poca “contaminación” política e incluso partidaria, un equipo experimentado pero heterodoxo dentro de la ortodoxia política y económica que tratará de imponer la próxima administración. Con concentración del control no es las fallidas coordinaciones que implementó Fox sino en las carteras cabezas de cada sector en el gabinete y con una fuerte operación con ellas desde Los Pinos. Las señales allí están, que nadie se llame a engaño.

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