La pieza Alcocer en el mecano de los acuerdos
Columna JFM

La pieza Alcocer en el mecano de los acuerdos

Mientras siguen transcurriendo las horas decisivas para buscar un punto de apoyo que encuentre salidas al conflicto oaxaqueño. El presidente electo Felipe Calderón ha designado a Jorge Alcocer como el responsable de enlace legislativo del equipo de transición.
No es una decisión menor, considerando que, en muy buena medida, el éxito de la administración Calderón dependerá de la relación que pueda establecer con el congreso y los acuerdos que se puedan procesar. Alcocer parece ser una buena opción en ese sentido: es un político de centroizquierda, sólido en su formación profesional y con alguna experiencia en el gobierno y con un amplio conocimiento de temas electorales y respetado en el medio político, periodistico y académico.

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Mientras siguen transcurriendo las horas decisivas para buscar un punto de apoyo que encuentre salidas al conflicto oaxaqueño (la decisión de no desaparecer poderes en la entidad, deberá, irremediablemente ir de la mano con una serie de medidas y propuestas que vayan mucho más allá que la rezonificación salarial de los maestros), el presidente electo Felipe Calderón ha designado a Jorge Alcocer como el responsable de enlace legislativo del equipo de transición.

No es una decisión menor, considerando que, en muy buena medida, el éxito de la administración Calderón dependerá de la relación que pueda establecer con el congreso y los acuerdos que se puedan procesar en él para afianzar la gobernabilidad del país y avanzar en varias de las reformas que han quedado estancadas (por responsabilidad legislativa y gubernamental) en los últimos doce años.

Alcocer parece ser una buena opción en ese sentido: es un político de centroizquierda, sólido en su formación profesional y con alguna experiencia en el gobierno y mucha en la oposición, con amplio conocimiento de temas electorales y respetado en el medio político, periodístico y académico. Conocida la designación, se ha puesto el acento en la pasada relación de Jorge con el equipo de Francisco Labastida, con quien fue subsecretario y luego un activo participante de su estructura de campaña. Pero habría que recordar otros antecedentes de Alcocer que pueden ser más útiles en su nueva responsabilidad. Primero, su larga trayectoria en el Partido Comunista y luego en el FDN y el PRD, del que fue el responsable de política electoral hasta que renunció al mismo, luego de que el entonces naciente Partido de la Revolución Democrática decidiera no apoyar la reforma electoral que en el 90 habían negociado (en representación del PRD) el propio Alcocer y Porfirio Muñoz Ledo, con el gobierno de Salinas. Fue una etapa de radicalización del PRD (sin embargo, menos virulenta que la actual), que llevó a la salida de varios de sus dirigentes prestigiados (incluyendo a José Woldenberg y Gilberto Rincón Gallardo, entre muchos otros) y que lo llevó al peor resultado electoral de su historia en 1991, luego de la extraordinaria campaña de Cuauhtémoc Cárdenas en 1988. Es el mismo camino que están recorriendo, con mayor rapidez e intensidad, ahora. En ese sentido, Alcocer ha mantenido buena relación con muchos hombres y mujeres de izquierda pero sabemos que en el PRD, en este tipo de situaciones, son mayores los rencores políticos que la fraternidad pasada y fue desde el perredismo donde mayor oposición hubo, por ejemplo, para que Jorge llegara al IFE en la pasada reestructuración de ese organismo.

En todo caso, Alcocer estableció desde entonces, como parte de aquella negociación política, una buena relación con un hombre que es clave para los futuros procesos legislativos: Manlio Fabio Beltrones, líder de la fracción priista en el senado. Su relación es igualmente buena con Emilio Gamboa y con quien muy probablemente terminará como presidente nacional del PRI, Enrique Jackson. Pero, sin duda, es más cercana, desde hace años, con Beltrones.

El dato importa por los obvios acuerdos que deberán buscar la administración Calderón con el priismo de cara al futuro. Por cierto, Beltrones presentará en los primeros días de noviembre una propuesta de reforma del Estado (un tema en el que ha trabajado mucho el propio Alcocer) que buscará marcar la pauta de la relación del PRI con el gobierno. La reforma incluye desde aspectos como la segunda vuelta y la reelección de legisladores, hasta modificaciones en la conformación de la estructura de gobierno (Beltrones desde tiempo atrás ha insistido en avanzar hacia un sistema con perfiles más parlamentarios, incluyendo, por ejemplo, la designación de un primer ministro o un jefe de gabinete o una figura equivalente, propuesto por el presidente pero que cuente con el respaldo de una mayoría simple en el senado) y de las instituciones electorales. Una reforma que tendría mecanismos que premien los acuerdos políticos y un plazo, no mayor de un año, para entregar resultados. La idea de Beltrones (de la bancada del PRI, en realidad), es que esa reforma se procese desde el congreso con la participación del gobierno federal y especialistas independientes y de los partidos, en lugar de partir, directamente, de una iniciativa del ejecutivo, que podría terminar, como ha ocurrido en este sexenio, bloqueada por razones partidarias en el propio congreso.

Mientras ese será un objetivo del PRI que le permitirá establecer algunos de los parámetros de su relación con el próximo gobierno federal, desde la administración Calderón también se quiere impulsar una serie de acuerdos y reformas que destraben muchos capítulos económicos, políticos y sociales que requerirán de una relación estrecha con el congreso. Es verdad que todo indica que el presidente Calderón buscará ser mucho más ejecutivo en éstos y otros ámbitos que el gobierno de Vicente Fox: existe una amplia gama de políticas públicas que requieren reformas legislativas, pero son muchas más las que dependen de la decisión del gobierno federal para sacarlas adelante, porque tiene atribuciones para ello, atribuciones que en este sexenio en muchas ocasiones no se utilizaron o se hicieron en forma parcial.

En todo caso, se tendrá que buscar un mecanismo que pueda combinar esa búsqueda de acuerdos legislativos con la eficiencia en la operatividad del gobierno, de la administración federal. Por eso, como decíamos con Carstens, las apuestas a “heterodoxos de la ortodoxia”, de políticos experimentados pero sin alta contaminación y con un diseño del próximo ejecutivo que cada vez más parece inclinarse por la ejecución y la eficiencia, antes que por los compromisos.

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