¡Es la energía, estúpido!
Columna JFM

¡Es la energía, estúpido!

La historia es conocida: cuando Bill Clinton estaba en campaña tratando de derrotar al entonces presidente George Bush, uno de sus asesores colocó carteles en las principales oficinas con la consigna ?¡es la economía, estúpido!?, para recordarle a todos los miembros del equipo que la diferencia entre Clinton y Bush era la propuesta económica, en un momento en que la receta de Reagan parecía haberse agotado. Y con la propuesta económica ganó Clinton esa y la siguiente elección.

La historia es conocida: cuando Bill Clinton estaba en campaña tratando de derrotar al entonces presidente George Bush, uno de sus asesores colocó carteles en las principales oficinas con la consigna “¡es la economía, estúpido!”, para recordarle a todos los miembros del equipo que la diferencia entre Clinton y Bush era la propuesta económica, en un momento en que la receta de Reagan parecía haberse agotado. Y con la propuesta económica ganó Clinton esa y la siguiente elección.

Hoy en todas las oficinas de la gente de Felipe Calderón tendrían que recordar que hay muchas cosas importantes en la agenda, sobre todo la recuperación de las instituciones y el fortalecimiento democrático del Estado al lado de la lucha contra la pobreza, pero para todo ello se requiere de recursos. La administración Calderón no podrá hacer de inicio, en unas pocas semanas, una reforma fiscal: podrá simplificar los trámites, acentuar las políticas que incorporen a mayor cantidad de contribuyentes, pero para avanzar en un sólido aumento de la recaudación como porcentaje del PIB se deberá trabajar con la perspectiva puesta en el futuro.

La palanca más importante que tiene México es esta coyuntura internacional, en la cual Estados Unidos entrará en una desaceleración económica que sin duda ya nos afecta, está en la energía. El cartel en las oficinas tendría que proclamar que “¡es la energía, estúpido!”, porque están dadas las condiciones para poder tener un crecimiento económico y de inversiones muy importante si se apuesta a explotar ordenada y racionalmente, con visión de futuro pero también de oportunidad, las posibilidades energéticas de nuestro país.

Hoy estamos en una coyuntura compleja: dependemos de la explotación de petróleo y los principales yacimientos, como Cantarell, están ya a la baja; no producimos ni remotamente la cantidad de derivados que nuestra economía requiere; para explotar los enormes yacimientos del golfo de México se requiere de tecnología que nuestro país no tiene y las empresas que disponen de ellas, sólo aceptan mecanismos de coinversión. Tenemos enormes reservas de gas pero están semiexplotadas por falta de recursos; hay posibilidades de contar con fuentes de energía alternativa, como la eólica o la hidráulica pero para que ello sea rentable se requiere de grandes inversiones. La energía atómica, que ha tenido avances notables en su seguridad y rentabilidad, tanto que ha sido reasumida por todos los países industrializados, ha sido abandonada y Laguna Verde es un reactor basado en tecnología de hace casi 40 años.

Olvidemos los mitos de que se quiere vender PEMEX o la CFE al capital privado. Cualquier persona relativamente bien informada sabe que esa no es la propuesta de la futura administración Calderón y tampoco fue el objetivo de las administraciones de Salinas y Zedillo (y tampoco de la de Fox, aunque el presidente, antes de asumir el poder, usara un mensaje, por desconocimiento, muy confuso al respecto). Pero no podemos seguir teniendo restringido nuestro desarrollo energético exclusivamente al capital público y hacer malabarismos legales para poder abrir espacios al capital privado. Sólo dos países tienen un régimen legal en el terreno de la energía tan anacrónico: Corea del Norte y México.

Venezuela y su aspirante a dictador, Hugo Chávez alardean de sus enfrentamientos con Estados Unidos pero todas las empresas petroleras de ese país y de Europa operan con libertad en la nación sudamericana. Mientras Chávez acusa a México de estar al servicio de los Estados Unidos y azuza a otros países, como Bolivia, para que cierre a los inversionistas extranjeros su mercado energético, él lo mantiene abierto a quien quiera invertir, provenga de Estados Unidos o de Irán. Lo mismo hace Cuba, donde la energía la explotan todo tipo de capitales, particularmente europeos.

En el cierre de la segunda vuelta electoral en Brasil, el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, sin duda uno de los mejores mandatarios que ha tenido ese país, acusó a Luis Inácio Da Silva Lula, de haber abandonado o dejado atrás los intereses de Brasil por apoyar algunas de las políticas chavistas. Y el tema no pasaba por la ideología, sino por la energía: Brasil se distrajo en proyectos absurdos como el gasoducto que cruzaría toda América, mientras las grandes inversiones de Petrobras (el equivalente a PEMEX en Brasil) en ocasiones se vieron afectadas por apoyar el discurso del mandatario venezolano. Lula que apoyó a Evo Morales a ganar la presidencia de Bolivia, se encontró con que el nuevo mandatario, impulsado por Chávez, expropió las inversiones que Petrobras había realizado en el país del altiplano. Incluso la diplomacia de Itamaraty y el equipo de campaña de Lula, le hicieron ver al mandatario, que había que rectificar el rumbo y Lula, que es un político inteligente, ya lo hizo en el transcurso de la segunda vuelta electoral.

Calderón estuvo hace unas semanas en Brasil y pudo ver cómo Petrobras está explotando sus yacimientos de aguas profundas en el Atlántico en coinversión con empresas privadas sin perder soberanía. Estuvo esta semana en uno de los países con mayor consumo de energía por habitante, como es Canadá, pero también uno de los que mejor utiliza todos sus recursos energéticos, con los más diferentes tipos de inversión pública y privada. Y vaya si Canadá respeta la ecología, la calidad de vida, sus recursos o su soberanía.

En los próximos dos, tres años, se dará una coyuntura extraordinaria para inversiones enormes en el sector energético que podrán revitalizar toda la economía, inversiones que pasan por el petróleo y los petroquímicos pero también por fuentes alternativas, desde el gas hasta la energía atómica. Sería criminal perder la oportunidad: el próximo gobierno y el congreso tienen todo para dar los pasos necesarios para abrir el mercado sin abdicar ni una pulgada de nuestra soberanía.

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