Adiós Blancornelas; Ramírez Acuña, lealtades y deudas
Columna JFM

Adiós Blancornelas; Ramírez Acuña, lealtades y deudas

Se fue uno de los mejores. El próximo lunes se cumplirían nueve años del atentado que los Arellano Félix organizaron para acabar con la vida de Jesús Blancornelas y del que salió gravemente herido pero con vida. Las secuelas del atentado y una enfermedad crónica se lo llevaron la madrugada de ayer y con él perdimos a uno de los grandes del periodismo nacional. Blancornelas era de los mejores porque simplemente quería ser buen periodista: quería investigar, contar historias, atreverse a mostrar la realidad sin tapujos.

Se fue uno de los mejores. El próximo lunes se cumplirían nueve años del atentado que los Arellano Félix organizaron para acabar con la vida de Jesús Blancornelas y del que, por una de esas cosas que ocurren, Jesús salió gravemente herido pero con vida. Las secuelas del atentado y una enfermedad crónica se lo llevaron, finalmente, la madrugada de ayer y con él perdimos a uno de los grandes del periodismo nacional. Blancornelas, un colega entrañable, era de los mejores porque simplemente quería ser un buen periodista: quería investigar, contar las historias, atreverse a mostrar la realidad sin tapujos. No quería ser político, ni candidato, no era miembro de ningún partido, no quería ser la conciencia crítica de la nación, no quería ser vaca sagrada, poner o quitar gente del gabinete.

Quería hacer periodismo y lo hacía de una manera excelente: en su momento tuvo adversarios en el PRI, en el PAN, en el PRD. Los Arellano Félix quisieron acabar con él y, desde aquel atentado del 97 tuvo que vivir siempre “resguardado” por una custodia militar que lo seguía a donde fuera. Sobrevivió y nos siguió entregando semana con semana sus investigaciones, pero lo recluyeron en su casa y sus oficinas. Moverse dentro de Tijuana o a cualquier lugar del país (o fuera de él) implicaba todo un esfuerzo de logística y seguridad. No perdió el buen humor ni siquiera cuando, una y otra vez, los distintos grupos del poder, incluyendo en ello por supuesto a los del narcotráfico, lo amenazaban a él y a los suyos, cuando seguían golpeando a Zeta (un semanario al que convirtió en un referente de temas de seguridad y políticos en la frontera norte) y a sus periodistas. Una de las últimas veces en la que platicamos, Jesús estaba empeñado, con toda razón, en que insistiéramos en todos los foros posibles en que los medios, pese a la violencia del crimen organizado contra algunos comunicadores, no debían autocensurarse para preservar su seguridad. Consideraba, una vez más con razón, que el silencio sería el gran triunfo, el triunfo histórico del narcotráfico sobre la sociedad.

No era un hombre movido por odios o rencores, pero sí con memoria. Nunca, desde el asesinato del socio fundador de Zeta, su amigo Héctor El Gato Félix, cejó en la insistencia en que se castigara a los autores materiales e intelectuales del crimen. En una de sus últimas colaboraciones decía que le gustaría entrevistar a Enedina Arellano Félix, quien estaba seguro encabezaba al cártel luego de la detención y muerte de sus hermanos mayores, y a Joaquín El Chapo Guzmán, para saber qué los movía, cuál era su visión de la vida y de las cosas. Parafraseando a Borges, no hablaba de venganzas ni perdones, pero a diferencia del poeta no pensaba olvidar.

Blancornelas recibió más reconocimientos nacionales e internacionales que ningún otro periodista mexicano y lo hizo, en el mejor de los sentidos, desde una posición alejada del centro, fronteriza, desde una ciudad de Tijuana que hizo suya luego de abandonar, siendo muy joven, su natal San Luis Potosí. Se fue uno de los mejores (o quizás el mejor) de los nuestros, y lo era porque, entre otras virtudes, sólo quería eso: ser un buen periodista.

El gabinete que viene

No es en el ámbito económico donde el presidente electo Felipe Calderón tenía dudas respecto a la composición de su equipo. Calderón es un hombre que se ha especializado en políticas públicas y, sin ser un economista, tiene claro, desde tiempo atrás, lo que hay que hacer para recuperar la competitividad, para explotar las ventajas comparativas de nuestro país, para avanzar en la generación de empleos como la única forma efectiva de combatir la pobreza (hoy nadie lo recuerda, pero Calderón ha hecho suya la tesis que, al respecto, planteaba Colosio: generar esos empleos que dignifican al hombre, mucho más que cualquier programa asistencial, por más efectivo que sea éste).

Pero el interés y lo que será la marca de la primera etapa de esta administración pasará por el llamado gabinete de gobernabilidad. Allí quedan muchas interrogantes. Una de ellas es si el gobernador con licencia de Jalisco, Francisco Ramírez Acuña será el próximo secretario de gobernación. Hay muchas versiones, pero al momento de escribir estas líneas no parecía estar nada definido. Incluso la cancelación del anuncio de ayer jueves, del gabinete de política social, fue relacionado con ese tema. Hoy, si no hay cambios, se dará a conocer el mismo y veremos, también, cómo se configuran las posiciones para que la próxima semana se dé a conocer el equipo político y de seguridad.

Respecto a Ramírez Acuña ha habido, desde los medios, muchas objeciones, sobre todo respecto a si cuenta con el perfil adecuado para esa responsabilidad. No creo que ese sea el problema central: el perfil lo definirá el presidente de acuerdo con sus necesidades. En lo personal lo que me preocupa es otra cosa: primero, que debería quedar claro después de las experiencias pasadas, que la condición de futuro aspirante presidencial no se condice con la de secretario de Gobernación. Segundo, que, ante un presidente electo y un equipo que se ha caracterizado por una extrema discreción en el tratamiento de estos temas, llama la atención que quien será, sin duda, un funcionario importante, dentro o fuera de la SG, sea uno de los que con mayor intensidad se promociona para esos cargos.

Ramírez Acuña podrá ser o no el próximo secretario de Gobernación, pero por lo pronto necesitará ser más discreto, mostrar menos ambiciones futuras y, sobre todo, deslindarse, porque no son ciertas, de las versiones que se le atribuyen de que el presidente Calderón “le debe” algo por aquel acto de mayo del 2004, cuando se hizo público el interés del entonces secretario de Energía de buscar la candidatura presidencial. La amistad y la lealtad política son virtudes que no deben confundirse con adeudos personales.  

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *