Espino, heredero de Pablo E. Madero, Bátiz y González Schmal
Columna JFM

Espino, heredero de Pablo E. Madero, Bátiz y González Schmal

El presidente del PAN, Manuel Espino tuvo un pésimo fin de semana. Primero, Vicente Fox no fue a la inauguración de la sede de la Organización Demócrata Cristina de América.
Un día después, el sábado, a pesar de ser una reunión cerrada donde sólo un puñado de consejeros decidían la elección del próximo dirigente de Acción Nacional en el DF, ganó Mariana Gómez del Campo por un amplísimo margen al candidato del propio Espino, Carlos Gelista, un oscuro dirigente capitalino.

El presidente del PAN, Manuel Espino tuvo un pésimo fin de semana. Primero, Vicente Fox no fue a la inauguración de la sede de la Organización Demócrata Cristiana de América: hubo una solicitud expresa al ex mandatario para que no concurriera y éste también pudo registrar la animadversión que su reaparición ocasionaba en muchos sectores del propio partido, expresada públicamente, entre otros, por un importante grupo de senadores. Un día después, el sábado, a pesar de ser una reunión cerrada donde sólo un puñado de consejeros decidían la elección del próximo dirigente de Acción Nacional en el DF, ganó Mariana Gómez del Campo por un amplísimo margen al candidato del propio Espino, Carlos Gelista, un oscuro dirigente capitalino que, en línea con la dirigencia nacional, ha mantenido al PAN cerrado al acceso de nuevos militantes, al grado de que existen poco más de cuatro mil militantes registrados mientras que la cifra de adherentes en el DF (sin derecho a voto en el partido) supera los cien mil. Es verdad que Mariana es prima de Margarita Zavala pero más importante que eso es que comparte la visión presidencial, que no era la de Gelista ni es la de Espino, de establecer un amplio proyecto ciudadano para tratar de recuperar la ciudad.

Luego de dos derrotas consecutivas, Espino otorgó varias entrevistas que fueron publicadas el domingo. Muy probablemente lo hizo para intentar reposicionarse. Pero el problema del presidente nacional del PAN es que no comprende que está atrapado en unas arenas movedizas y cada vez que se mueve se hunde más. A Reforma y en la reunión de la OCDA, dijo que lucharía contra los gobiernos de Cuba, Venezuela y Bolivia, pero en una entrevista con Milenio dijo que buscará a Chávez y a Castro para dialogar. Aseguró que Felipe Calderón es “el líder político del país” pero no es “el jefe” de Acción Nacional, e incluso amaga con una separación diciendo que si el PAN se convierte en “instrumento” del gobierno “yo revisaré mi participación en el partido. Ahí decidiré si me voy o me quedo”. Insistió en que “el jefe” del partido es él pero cuando se le dice que le han estallado tres crisis internas, una en Yucatán, otra en Aguascalientes y la tercera en Guerrero, dice que a “a mí, no…a mí no se me está cayendo el partido. Esas son lógicas muy locales”. Se queja de que funcionarios de la administración Calderón tratan de involucrarse en los asuntos del partido y olvida que él fue elegido con toda la operación, abierta, en el Consejo Nacional del presidente Fox (desde Los Pinos y particularmente desde las oficinas de Ramón Muñoz, se hicieron las llamadas a los consejeros para que apoyaran a Espino) y del entonces secretario de Gobernación, Santiago Creel. Sin ellos, Espino no tenía posibilidad alguna de ganar.

En Yucatán justifica a Ana Rosa Payán, diciendo que ella “se cansó, se fastidió de ver que su partido era movido más por la voluntad del gobierno que por la voluntad de los propios militantes” y si bien dice que esa es la posición de Ana Rosa y no la suya, advierte que con base en las denuncias de la ex alcalde panista (que fue quien presentó a Espino en el Consejo Nacional que lo eligió presidente del partido) “algunas personas quizás puedan ser sancionables”.

No nos engañemos. Detrás de todo esto lo que hay es una lucha de poder con un profundo trasfondo ideológico. Algunos dirán que es la lucha de El Yunque contra el panismo tradicional; otros que es el ala de ultraderecha del PAN contra la doctrinaria; otros más que estamos reviviendo la lucha que impusieron José Angel Conchello y Pablo Emilio Madero contra Efraín González Luna y Adolfo Christielb Ibarrola y que generaron la mayor crisis en la historia del partido; los hay que dicen que estamos otra vez ante aquella lucha del foro doctrinario (que terminó con López Obrador) de Bernardo Bátiz o Jesús González Schmal contra don Luis H. Alvarez, Carlos Castillo Peraza y Diego Fernández de Cevallos o, simplemente, un enfrentamiento entre el foxismo y el calderonismo. En realidad lo que estamos viendo es una reedición de todas esas luchas: la de la ultraderecha o el Yunque contra el panismo histórico que tiene, como su fundador, Manuel Gómez Morín, una raíz liberal. La de Conchello contra Christielb. La de los foristas contra los verdaderos doctrinarios. Y no necesariamente la de Fox contra Calderón pero sí la de los autodenominados foxistas contra el nuevo gobierno. Hoy, Manuel Espino está representado a todos esos sectores: a la ultraderecha, a los que acompañaron a Bátiz, Conchello, Madero. Al equipo de rodeó durante su administración a Vicente Fox, aislándolo. A los que presionaron para que el entonces presidente Fox expulsara del gabinete a Calderón, mientras protegían a su precandidato.

Espino se parece políticamente mucho, sobre todo, a los llamados foristas. Diciendo que defendían al partido, a su independencia, a su relación con los ciudadanos, en realidad luchaban por el poder y en contra de cualquier estrategia que implicara una visión del panismo liberal y basada en la obtención de acuerdos con otros sectores. Paradójicamente estos personajes del foro terminaron, casi todos, aliados a los sectores más radicales, menos democráticos, más populistas de la política nacional. ¿Por qué tendríamos que extrañarnos, entonces, que esa corriente, o algunos de sus miembros, estén dispuestos a hacer alianzas con los adversarios de la administración Calderón y del PAN, para conservar posiciones de poder?

Allí reside el verdadero desafío de la actitud de Espino y de quienes lo respaldan. En todos los partidos hay corrientes enfrentadas, posiciones divergentes, puntos de vista encontrados. Pero aquí lo que tenemos, es un intento de presentarse como una fuerza alternativa a un gobierno emanado del mismo partido y que representa mucho más la esencia del PAN que alguno de sus actuales dirigentes.

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