Espino ya perdió
Columna JFM

Espino ya perdió

Al momento de escribir estas líneas aún no estaba definido el resultado electoral en Yucatán, pero el sábado Manuel Espino ya había sufrido su propia derrota personal, la que demostraba que en su batalla absurda contra el presidente Calderón había perdido el control del partido. Espino había convocado el sábado 19 a una reunión del consejo nacional del PAN con el objetivo de renovar los estatutos del partido antes de la próxima asamblea nacional.

Al momento de escribir estas líneas aún no estaba definido el resultado electoral en Yucatán, pero el sábado Manuel Espino ya había sufrido su propia derrota personal, la que demostraba que en su batalla absurda contra el presidente Calderón había perdido el control del partido. Manuel Espino había convocado el sábado 19 a una reunión del consejo nacional del PAN con el objetivo de renovar los estatutos del partido antes de la próxima asamblea nacional, imponiendo, entre otras modificaciones, un método de elección directa, por el voto ciudadano abierto, de los candidatos panistas.

Es una fórmula son mala, diseñadas para fortalecer a los grupos de poder, fortalecer al propio Espino y, una vez más, de poner distancia con el presidente Calderón. El equipo del dirigente panista ha argumentado que si la elección del candidato presidencial hubiera sido abierta, el ganador no hubiera sido Calderón sino Santiago Creel. También opinó que si se hubiera utilizado el método abierto, Ana Rosa Payán hubiera sido candidata en lugar de Xavier Abreu en Yucatán. Por eso mismo, espino dijo el sábado que el “sistema actual de elección de candidatos está agotadísimo, nos ha generado complicaciones y no menores. Pone el partido en riesgo de que vayamos adoptando las prácticas que habíamos criticado, como la coacción, la presión, la compra de votos, dádivas y ese es el riesgo que estamos corriendo”. En realidad, está extendiendo esa crítica a la propia elección de consejeros nacionales en curso, ya que tanto Espino como su equipo han acusado al propio Ejecutivo de estar interviniendo, utilizando esas prácticas, para elegir el consejo que se instalará en agosto y designará en febrero próximo al nuevo presidente del partido.

Es verdad que el panismo necesita algo más que una renovación, pero Espino propone un mecanismo que ya ha fracasado tanto en el PRI como en el PRD y que en lugar de acabar con las prácticas que denuncia, las acrecienta. Cada vez que esos partidos han recurrido a ese método de selección los daños han sido mayores que los beneficios y han ocasionado conflictos internos, fracturas que resultaron en ocasiones irreversibles. Los dos han abandonado esa opción.

No es casual, entonces que el presidente del PAN no haya logrado el quórum en la reunión del consejo nacional de su partido. De los 372 panistas que integran el máximo órgano de dirección, sólo acudieron al encuentro convocado por Espino 142, por lo que el tema no pudo discutirse. Es una demostración, también, de que el dirigente ya no tiene el control y el respaldo de la mayoría de su partido. Con todo, Espino, que se dijo “sorprendido” por la ausencia de la mayoría de los consejeros, aseguró que de todas formas aprobarían las reformas en el comité ejecutivo, designado por él, para presentarlas ante la próxima asamblea nacional. Es vergonzoso.

¿Cuál es la posición que en este sentido ha mantenido Calderón, desde mucho antes de llegar a la presidencia?. Que la apertura debe realizarse en el propio partido y eso es lo que no quieren Espino y la derecha más extrema en el panismo. El mejor ejemplo es el PAN del DF, dominado por ese sector hasta hace unas semanas: hay apenas un millar de militantes pero más de cien mil adherentes que la burocracia partidaria no acepta como militantes, no les otorga derechos y los deja fuera de las decisiones centrales. Esa fue una de las luchas centrales en la selección del candidato panista: Espino había ganado la presidencia del CEN a través de una designación marcada por la “coacción, la presión y la compra de votos”, impulsada desde la presidencia de la república para fortalecer la precandidatura de Creel. Calderón logró que en la elección interna para designar al candidato votaran militantes y adherentes, que no fuera sólo el consejo pero tampoco un método absolutamente abierto que hubiera hecho imposible derrotar al entonces secretario de gobernación, mucho más conocido por su simple exposición a los medios que cualquier otro precandidato. El calderonismo lo que está planteando es que el PAN se abra a la sociedad y a los muchos sectores que le permitieron ganar la elección presidencial pero que no tienen representación ni espacio en el PAN. La extrema derecha que representa Espino apuesta a todo lo contrario: a seguir controlando el partido a partir de estructuras cerradas al mismo tiempo que presenta como democratizadoras opciones que, en realidad, han demostrado ser las más susceptibles de manipulación. Por lo pronto, no lo ha logrado. Pero ha confirmado que no tiene a la mayoría del partido con él.

Otra vez contra Ahumada

Carlos Ahumada ha presentado una denuncia penal contra los integrantes de la primera sala penal del tribunal superior de justicia del DF, luego de que el gobierno capitalino radicara en ella una apelación por la negativa del juez 12 de librar otra orden de aprehensión contra el empresario que divulgó los famosos videoescándalos. Argumenta Ahumada, con razón, que los tres integrantes de esa sala, siempre han fallado en su contra, violando la ley e incluso desatendiendo amparos de la justicia federal. El viernes, ante la denuncia de Ahumada, el pleno del Tribunal Superior, decidió integrar una comisión conformada por tres magistrados para revisar la resolución que, sobre la apelación, tomen los magistrados de la primera sala penal. Pero desde el mismo viernes, los sectores más cercanos al lopezobradorismo están trabajando para que esa comisión no se instale y permitir, así, una nueva sentencia, libre de controles internos, de los magistrados de la primera sala. Es una nueva operación política que busca regresar a Ahumada a prisión en un  momento de creciente debilidad de López Obrador y su gente, y de cara a la próxima renovación de la dirigencia perredista.

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