La derrota final de Manuel Espino
Columna JFM

La derrota final de Manuel Espino

Era prevesible pero el único que no lo entendía así era el propio Manuel Espino. En la Asamblea Nacional del sábado, los panistas repudiaron a Espino: le gritaron ?traidor?, ?hipócrita?, ?mentiroso?, exhibieron carteles que decían ?PAN si, Yunque no?. Así, en la Asamblea de León, concebida supuestamente a modo para que Espino se pudiera confrontar con Calderón, en un terreno propicio hubo silbidos para el presidente del partido.

Era previsible pero el único que no lo entendía así era el propio Manuel Espino. En la Asamblea Nacional del sábado, los panistas repudiaron a Espino: le gritaron “traidor, hipócrita, mentiroso”, exhibieron carteles que decían “PAN si, Yunque no”, ignoraron su intervención. El propio Diego Fernández de Cevallos interrogado sobre el tema fue contundente: “lo que se ve no se cuestiona”. Así, en la Asamblea de León, concebida supuestamente a modo para que Espino se pudiera confrontar con Calderón, en un terreno propicio, hubo silbidos para el presidente del partido, el ex mandatario Vicente Fox, en su tierra, fue recibido con aplausos discretos y realizó una apologética defensa de su sucesor y el presidente Calderón fue saludado con una ovación que demostró cómo está la correlación de fuerzas dentro del partido.

En la elección del nuevo Consejo Político, el calderonismo alcanzó más de los dos tercios que tenía contemplados en los escenarios previos y colocó en el primer lugar de la lista a quien se prepara para ser el sucesor de Manuel Espino, el actual secretario particular de Felipe Calderón, César Nava, un joven abogado que es, desde hace años, del equipo más cercano al actual presidente y que buscará ejecutar una labor de conciliación con diversas corrientes para evitar rupturas, pero, al mismo tiempo, para reencauzar a un partido que, como tal y con la dirección de Espino, ha perdido el rumbo. Junto con Nava, ingresaron en los primeros lugares del Consejo, Germán Martínez, secretario de la Función Pública, de los políticos más cercanos a Calderón desde siempre y quien representa uno de los factores de mayor influencia desde el panismo doctrinario, y Juan Camilo Mouriño, quien refrendó su capacidad de operación con los resultados de la Asamblea. Si Espino y su gente habían “denunciado”, la “intervención” de Mouriño y de miembros del gobierno federal, buscando desplazar a aquellos y revertir las tendencias que ya se perfilaban para la Asamblea de León, los resultados de ésta confirmaron que los panistas leyeron la situación correctamente y a quien rechazaron fue al ala de extrema derecha que representa el todavía dirigente del partido blanquiazul.

Lo importante ahora es lo que viene. Si hubiera sentido común y decencia política, Manuel Espino tendría que convocar de urgencia una reunión extraordinaria del nuevo Consejo Político y presentar su renuncia irrevocable, para que asumiera esa posición una nueva dirigencia, que representara la actual correlación de fuerzas. Ello le abriría incluso un espacio en la misma a algunos de sus partidarios: fueron evidentes, por ejemplo, los acuerdos que establecieron Mouriño y Abascal, en su comida de mitad de semana. Si la situación se sigue polarizando, lo que ocurrirá es que en el calderonismo se pasará de las posiciones más moderadas en el plano interno a las más duras y ese grupo terminará prácticamente con un pie fuera del partido.

El tema es de urgente resolución por varias razones. Si con la oposición abierta de Espino el presidente Calderón no podía contar con su partido en los procesos de negociación con las otras fuerzas políticas, imprescindibles para sacar adelante la agenda presidencial, ahora con un Espino tan notoriamente debilitado, la dirigencia del partido se desdibuja de cara al futuro. Y de aquí a la fecha de cambio de mando en el PAN, habrá un total de 16 elecciones, la mayoría muy complejas para el panismo, en las cuales sus posibilidades estarán marcadas por la posibilidad de establecer una acción coordinada y una oferta clara hacia la ciudadanía.

¿Sería lógico que una dirigencia que acaba de perder de forma tan contundente el control del partido se mantuviera al frente de éste durante el periodo de reformas que se avecina y cuando se ha iniciado el principal ciclo de elecciones antes de los comicios de medio término del 2009? Por supuesto que no, su permanencia no sólo dificultará la labor política de la administración Calderón y del PAN, sino que llevará a una suerte de pulverización del poder en éste, porque las dirigencias locales ya han demostrado que no respaldan a la nacional. El PAN tiene tiempo y espacio para modificar las cosas y poner en línea al comité ejecutivo nacional con el consejo político y el gobierno federal. Y para eso la renuncia del presidente nacional del partido resulta una medida ineludible, más aún que en las semanas pasadas, cuando se pensaba que podía haber un equilibrio mayor de fuerzas entre las corrientes internas. Cualquier otra salida sería falsa: mantener el actual comité ejecutivo llevaría a debilitar no sólo a éste sino a todo el PAN; una reconfiguración del CEN podría haber sido posible, pero no se ve a Espino como una hombre que pudiera aceptar un interventor interno. Y en las 16 elecciones que vienen, el PAN necesitará por lo menos, unidad de mando: podrá ganar o perder esos comicios pero en esos estados, en cada elección, el presidente del partido y el CEN pueden (y así lo hacen) moldear a su partido de acuerdo con las circunstancias. Y lo peor que le podría ocurrir al panismo sería que sus dirigentes y candidatos locales se tengan que enfrentar, como ya ha sucedido, a líneas internas confrontadas y antagónicas. Con un punto adicional: los coordinadores parlamentarios del PAN, Héctor Larios y Santiago Creel, fueron designados por el propio Espino. Pueden permanecer o no en esos cargos, pero para legitimarse como tales requieren, ambos, del respaldo de la corriente hegemónica de su partido.

En la gira europea, si es que hoy se suma a ella como se había anunciado previamente, Espino comprobará que sus espacios se acabaron: tanto en la estructura de poder como ante las otras fuerzas políticas. Por sentido común, por decencia, tendría que presentar su renuncia y convocar a un Consejo Político que designe un nuevo dirigente. Si es así, César Nava será el próximo presidente del PAN.

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