El PRD en la hora de las definiciones
Columna JFM

El PRD en la hora de las definiciones

El perredismo vivirá en estos días sus momentos más difíciles. Deberá definir si sigue siendo un partido o se transforma, definitivamente, en un movimiento que gire en torno a quien sigue siendo, pese a su brusca caída en los índices de popularidad, su personaje más reconocido, López Obrador.
La duda trasciende a todo el perredismo de cara a su próximo congreso donde se deberán tomar las principales decisiones.

El perredismo vivirá en estos días sus momentos más difíciles. Deberá definir si sigue siendo un partido o se transforma, definitivamente, en un movimiento que gire en torno a quien sigue siendo, pese a su brusca caída en los índices de popularidad, su personaje más reconocido, López Obrador. La disyuntiva es más compleja aún porque existe una relación inversa entre la popularidad dentro y fuera del partido: si alguien se quiere consolidar al interior del PRD debe disciplinarse a las órdenes de López Obrador, pero eso lo debilita hacia fuera, donde los gestos mesiánicos y autoritarios del ex candidato presidencial generan cada vez mayor rechazo. En última instancia es una decisión que debe girar entre ser menos pero más fieles, o abrirse a la vida política y luchar por las grandes corrientes ciudadanas…perdiendo en el camino algunos, o muchos, fieles. No es una mala metáfora religiosa: en realidad, el movimiento que impulsa López Obrador para reemplazar al perredismo, vuelve a las formas más antiguas de ciertas izquierdas, aquellas en las que la militancia o la pertenencia se transforman en una cuestión de fe, en un dogma. Sólo así se pueden explicar las órdenes de López Obrador que van desde el rechazo a cualquier propuesta respecto a PEMEX al cero negociación en la reforma hacendaria.

La duda trasciende a todo el perredismo de cara a su próximo congreso donde se deberán tomar las principales decisiones. A un año de las elecciones del dos de julio ha dilapidado en forma escandalosa su capital político, y no sólo porque ha caído en casi todas las encuestas a niveles de 18 por ciento en intenciones de voto, sino porque a la hora de la verdad la situación podría ser aún más dramática: en Yucatán estuvieron a punto de perder el registro; en Chihuahua y Durango prácticamente no existió el voto perredista; en Zacatecas, la derrota parcial estuvo marcada por una división profunda que merece un análisis más detallado; en Michoacán, Leonel Godoy se convirtió en candidato con poco más de 30 por ciento de los votos en una elección interna que estuvo por debajo de las expectativas de participación. En las elecciones que vienen, en agosto, el panorama no es mejor: en Baja California no aparecerán y en las legislativas de Oaxaca, los números serán mejores pero, pese a que allí se logró una alianza con Convergencia y sectores de la APPO, el partido está dividido y las encuestas, si no se equivocan, muestran un triunfo del priismo. En otras palabras, a un año de las elecciones federales, de estar a punto de ganar la presidencia de la república, el perredismo no ha cosechado nada. López Obrador luego del fiasco con Ana Rosa Payán en Yucatán se ha desentendido de los procesos electorales y se han ahondado las diferencias internas, en el partido y en el Frente Amplio.

Zacatecas es la mejor demostración de ello. En realidad, por encima de las diferencias personales, mucho más que profundas, entre la gobernadora Amalia García y el senador Ricardo Monreal, lo que existen son dos niveles de compromiso completamente diferentes. El de Amalia está, por sobre todas las cosas, con su partido y como gobernadora actuó en consecuencia. El de Ricardo está con López Obrador, que lo llevó en su momento al PRD, con el que tiene los mayores acuerdos y con el que está trabajando. Y la prioridad de Andrés Manuel no es el PRD sino su propio movimiento. Por eso, independientemente de que la corriente Nuevo Sol que encabeza Amalia haya o no copado la mayoría de los cargos de elección popular en el estado, la confrontación fue tan dura con el monrealismo. En otras condiciones, el senador tendría que haber aceptado negociar o disciplinarse a las decisiones de la corriente hegemónica en el estado. En la actual coyuntura, Monreal no tenía porqué hacerlo: primero porque tenía alternativas en otros partidos, como el PT, y sobre todo porque López Obrador no iba a hacer nada por establecer esas normas de disciplina. Al contrario: la enorme mayoría de sus principales colaboradores no son miembros del PRD, y si Monreal es expulsado del partido, no le afecta en su proyecto. Incluso podría beneficiarlo en su lógica de poder, conformando una nueva organización en torno a la llamada “presidencia legítima”.

Lo mismos sucede con la política legislativa. El perredismo no ha podido en todo un año hacer nada con su fuerza en el congreso. La reforma a la ley del ISSSTE pasó sin que la segunda bancada de la cámara de diputados pudiera participar en las negociaciones (y la oposición a ésta con los plantones en la Plaza de la República hicieron recordar el plantón del año pasado, la iniciativa más impopular del perredismo en mucho tiempo) y lo mismo podría suceder con la reforma fiscal luego de la orden de “cero negociaciones” de López Obrador. Los legisladores, no sin oposición, decidieron abrir una puerta de negociación pero ésta no parece ser tal, porque si bien presentarán una iniciativa propia no queda nada claro si negociarán la misma con el gobierno y los otros partidos o ella se quedará, una vez más, como una suerte de declaración de principios.

Y la elección de agosto, dicen los sectores más cercanos al “presidente legítimo”, ya está decidida a favor de Alejandro Encinas. La pregunta es que harán, entre otros, los dirigentes de Nueva Izquierda, que a pesar de ser la más poderosa de las corrientes internas del partido serían, nuevamente, desplazados por López Obrador: sería la cuarta oportunidad en que el ex jefe de gobierno le cierra las puertas a Jesús Ortega. Habrá que tomarlo en cuenta.

Por cierto ¿no es extraña la reaparición del EPR utilizando métodos muy parecidos a los de la FARC, la principal organización mitad guerrilla, mitad narcotraficantes del continente, vieja asociada a los Arellano Félix por una parte y a sectores de poder de un México que siempre se cree sepultado en el pasado y siempre reaparece?

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