La última historia china
Columna JFM

La última historia china

El fin de la historia. Zhenli Ye Gon había anunciado para el miércoles pasado una conferencia de prensa que estremecería, decía su banal abogado, los corazones. Lastima, porque Ye Gon y sus abogados volvieron a intentar tomarnos el pelo. Ni una prueba, ni un video ni una imagen.
Uno de sus abogados dijo que no tenía pruebas, el otro que las tenía pero que nos las presentaría hasta después de muerto su cliente, el propio Yen Gon dijo que las tenía un amigo.

El fin de la historia. Zhenli Ye Gon había anunciado para el miércoles pasado una conferencia de prensa que estremecería, decía su banal abogado, los corazones. Lástima que tantos medios hayan gastado en viajes y enlaces satelitales a Washington, porque Ye Gon y sus abogados volvieron a intentar tomarnos el pelo, pero esta vez lo visto y oído fue tan ridículo que no alcanzó, siquiera, para la especulación. Ni una prueba, ni un video ni una imagen. Peor aún para la causa de este personaje: ni siquiera coherencia. Uno de sus abogados dijo que no tenía pruebas, el otro que las tenía pero que no las presentaría hasta después de muerto su cliente, el propio Ye Gon dijo que las tenía un amigo. Ahora resulta que el dinero era para una campaña presidencial pero Ye Gon si quiera sabe para cuál. Ahora reconoce que el tal Javier Alarcón podría no ser Javier Lozano y acepta que no lo reconoció en una foto. La historia es cada día más inverosímil y ridícula. Y no merece la atención que ha tenido. Mucho menos que sectores del PRD comiencen a decir, a coro con López Obrador, que ellos “sí le creen al chino”. ¿Qué le pueden creer si ni siquiera ha podido establecer una historia coherente? Los priistas, por cierto, se acaban de deslindar, después de que en una nueva versión de sus historias, este personaje intentó involucrar, también, a gobernadores de ese partido. De todas formas quedaron mal: intentaron utilizar la historia hasta que descubrieron que ellos también terminarían manchados.

En última instancia, la actitud de Javier Lozano de demandar en Estados Unidos a Ye Gon y sus abogados, que generó dudas porque podría envolver al funcionario y al gobierno mexicano en un interminable pleito legal, se demostró acertada: era tan endeble la acusación, había tal ausencia de pruebas e incluso de coherencia en los dichos, que la demanda de Lozano obligó a Ye Gon y sus abogados a retractarse. Y mientras mayor sea la presión de la justicia, mayor se comprobará lo infundado de esta historia.

Pero la presión de la justicia tiene que pasar también por otros ámbitos. Y el más importante, insistimos, es regresar a los datos duros, a lo que sí se sabe de Zhenli Ye Gon y sus actividades. El hombre sin duda estaba involucrado en el narcotráfico y en la importación ilegal de precursores químicos para producir drogas sintéticas. Pero para desarrollar un negocio de esas características debió contar con una amplia red de protección y de corrupción. Se podrá indagar en el ámbito político o se podrá especular sobre quién autorizó su naturalización como ciudadano mexicano (para la fecha en la que se le entregó el acta de naturalización este personaje no estaba siendo aún investigado y si se cumplen con los requisitos legales la naturalización es casi un trámite burocrático; en todo caso se deberá establecer quién lo puso, en aquel acto, en primera fila para que el presidente Fox le entregara en mano ese documento que lo acreditaba como ciudadano mexicano), pero el eslabón principal está en los permisos sanitarios para la importación de productos y, sobre todo, en el sistema de aduanas, donde le permitieron pasar toneladas de pseudoefedrina y millones de dólares sin problema alguno. Porque si de algo no cabe duda es que los precursores químicos ilegales provenían de Hong Kong y que los dólares vinieron, por lo menos en parte, de los Estados Unidos. Y productos y dinero tienen que haber pasado por la frontera y las aduanas. Y se lo descubrió cuando se encontró el cargamento de diciembre, según la PGR por la colaboración de agencias europeas, no estadounidenses. Estableciendo las complicidades en esos ámbitos se podrá avanzar en otros.

Y para ello es imprescindible, también, ahondar en las razones que le permiten a este señor permanecer durante meses en Estados Unidos sin ser molestado, incluso cuando pierde 80 millones de dólares en un casino de Las Vegas y las autoridades financieras estadounidenses, siempre tan meticulosas ante esos movimientos de dinero, ni siquiera lo interrogaron para saber de dónde salían tantos dólares. Más grave aún es que emitida su ficha roja por la INTERPOL, reconocido Ye Gon como un eslabón importante del narcotráfico por la propia directora de la DEA, Karen Tandy, enviada ya su solicitud de detención con fines de extradición, las autoridades estadounidenses sigan sin hacer nada. Queda claro que este sujeto no es testigo protegido; tampoco que pueda ser portador de una historia verosímil que pueda comprar algún servicio del otro lado de la frontera; y que cometió delitos también del otro lado de la frontera (con las toneladas de pseudofedrina importadas pudieron comercializarse millones y millones de dosis de drogas sintéticas, las más demandadas en estos momentos tanto en México como en Estados Unidos). ¿Por qué entonces no lo detienen? Simplemente, durante horas estuvo en un enlace de video en la conferencia de prensa del miércoles: cualquier agencia de seguridad estadounidense puede, sin problemas, identificar la señal de origen. No lo hicieron y si lo hicieron no actuaron contra Ye Gon.

¿Por qué? Quizás la respuesta se encuentre entre los documentos decomisados en la casa de Ye Gon y de uno de sus cuñados. Fotos autografiadas por el presidente Bush, y cartas del presidente del partido republicano agradeciendo su apoyo, se presume que a las últimas campañas electorales. ¿No será que Ye Gon apoyó financieramente la campaña electoral republicana y es el propio gobierno de ese país el que no quiere ligar la elección presidencial con un narcotraficante? Recordemos cómo en el pasado, ha habido historias que relacionaron a empresarios chinos con negocios dudosos en campañas electorales estadounidenses. Eso generó un costo, en su momento, para el matrimonio Clinton y para Al Gore. ¿Tendrán temor de que ahora los demócratas les regresen el presente a los republicanos en la próxima campaña electoral?

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