La tragedia anunciada y sus responsables
Columna JFM

La tragedia anunciada y sus responsables

Hace ocho años en el palacio de Gobierno de Villahermosa, se realizó una reunión en la que participaron funcionarios federales y estatales para definir los planes futuros en la entidad para impedir que se repitieran inundaciones tan costosas, en todos los sentidos, como las que acababan de ocurrir en el estado. Guillermo Guerrero Villalobos, entonces director general de la Comisión Nacional del Agua y un excelente funcionario público, compareció para las mismas fechas ante las comisiones de protección civil, asuntos hidráulicos y energía de la cámara de diputados que estaba indagando la acusación, repetida también en estos días, de que la CNA y la Comisión Federal de Electricidad tenían responsabilidad en las inundaciones por el manejo de presas en el alto Grijalva.

Hace ocho años en el palacio de Gobierno de Villahermosa, se realizó una reunión en la que participaron funcionarios federales y estatales para definir los planes futuros en la entidad para impedir que se repitieran inundaciones tan costosas, en todos los sentidos, como las que acababan de ocurrir en el estado. Guillermo Guerrero Villalobos, entonces director general de la Comisión Nacional del Agua y un excelente funcionario público, compareció para las mismas fechas ante las comisiones de protección civil, asuntos hidráulicos y energía de la cámara de diputados que estaba indagando la acusación, repetida también en estos días, de que la CNA y la Comisión Federal de Electricidad tenían responsabilidad en las inundaciones por el manejo de presas en el alto Grijalva.

La acusación, como ahora, es falsa y dolosa, y lo que se intentaba, entonces y ahora, es encubrir las fallas estructurales y las tareas no realizadas por gobiernos federales y locales. Del documento que presentó el 10 de noviembre del 99, Guerrero Villalobos a los diputados se concluye, dramáticamente, que ocho años después, en circunstancias aún más agudas se presentaron exactamente los mismos problemas, por las mismas razones y que la tragedia de Tabasco era, en definitiva, evitable.

Decía en aquel documento privado, entregado al legislativo, el entonces director general de la CNA que se habían producido cuatro eventos extraordinarios que provocaron altísimas precipitaciones en las cuencas de los ríos Grijalva y Usumacinta que llevaron a éstos a niveles muy por encima de los valores medios esperados. Las lluvias máximas diarias fueron superiores a los 100 milímetros y se mantuvieron en forma constante por casi 18 días en septiembre. La suma de escurrimientos que en esa circunstancia recibió la presa de la Angostura, la mayor del país, durante septiembre y octubre, había sido la mayor de los últimos 47 años. Las autoridades estatales y municipales, como ahora, habían sido informadas oportunamente sobre la posible evolución de los ríos en las entidades. El sistema de presas del Alto Grijalva (luego de la presa de la Angostura están las de Chicoasén, Malpaso y Peñitas), enfatizó el documento de la CNA de 1999, operó con eficiencia al contener avenidas de agua históricas (se estima en ese informe que el volumen de agua que hubieran arrastrado esos ríos, sin el sistema de presas, hubiera sido cinco veces superior al que recibieron las zonas afectadas) y evitó una catástrofe de incalculables consecuencias en la planicie de Tabasco. La operación del sistema de presas, no dependen de una persona sino de un comité técnico con personal altamente especializado: las decisiones que se adoptan allí, obviamente no son políticas, ni entonces ni ahora. La apertura de compuertas de la presa Peñitas en 1999, sólo provocó un aumento gradual de 20 centímetros en los niveles de agua en Villahermosa. La inundación no fue causada por el desfogue de la presa, al contrario: ésta evitó que la catástrofe fuera mayor.

La deforestación y la pérdida de suelos agravan la magnitud de la crecida de los ríos, dijo entonces Guerrero Villalobos, y habría que agregar ahora que son responsables directos del alud que sufrió el poblado de Juan de Grijalva arrasado el lunes, a unos pocos kilómetros de la presa Peñitas y en los límites entre Tabasco y Chiapas. Pero también destacó, y ocupó una parte muy importante de su intervención, la necesidad de que se erradicara a toda la población que se había asentado en el estado en las zonas de alto riesgo, lo que aumenta el peligro de las inundaciones y favorece su potencialidad. Por decisiones políticas, en las que intervienen los cacicazgos del PRI y del PRD en la entidad, esos asentamientos no se retiraron sino que crecieron y son hoy los principales damnificados por las inundaciones. Precisamente porque no se erradicaron esos asentamientos, tampoco se realizaron las obras hidráulicas propuestas para evitar futuras tragedias. Y evidentemente éstas se repitieron.

Entre sus recomendaciones, la CNA consideraba prioritario, erradicar esos asentamientos en las zonas de alto riesgo y pedía explícitamente apoyo del poder legislativo y judicial (los que no tomaron cartas en absoluto en el asunto e ignoraron la solicitud, lo que los hace también responsables) para “reubicar a pobladores que se encuentran habitando esas zonas de alto riesgo”. A partir de ello se establecían estrategias para revisar y actualizar la programación y diseño de las obras de protección y prevención en poblaciones en localidades del litoral del golfo de México. Nada de eso se hizo. Proponía la CNA, con carácter de prioritario, además, el establecimiento de sistemas de alarma hidrometeorológica que permitieran alertar oportunamente a los sistemas estatales de protección civil para que tomaran las acciones correspondientes con el fin de salvaguardar vidas humanas. Tampoco se hizo.

Es verdad que la hora actual con Tabasco y Chiapas, es de solidaridad y apoyo. Pero esa circunstancia ya pasará en las próximas semanas y lo que viene es la reconstrucción. Y ésta debe darse atendiendo las propuestas de los verdaderos expertos y no respetando a los caciques o grupos de poder locales que son los que impiden, con sus luchas intestinas y sus intereses mezquinos (que en buena medida pasan por mantener asentamiento de todo tipo en zonas de alto riesgo o no permitir obras hidráulicas prioritarias para conservar tierras para su explotación) realizar una verdadera reconfiguración de toda la región para evitar que se repitan los desastres como el que estamos viviendo en estos días.

En 1999, el diagnóstico se hizo con todas las letras y fue ignorado por el gobierno federal, por los locales, por los poderes legislativo y judicial. Que nadie ahora se desgarre vestiduras y diga que no sabía lo que podía ocurrir. Que trabajen para evitarlo en el futuro.

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