El petróleo está ya en el nivel de los 100 dólares por barril, algo que hace un año, incluso hace unos meses, parecía imposible. Las bolsas mundiales comenzaron ya a percibir el peligro que esa situación entraña para la economía mundial y ello se ha visto reflejado en las caídas, ayer, de las mismas. 2008 será un mal año económico para los Estados Unidos, s por el déficit que ha dejado la administración Bush y que ha llevado a pérdidas históricas a todo de empresas, desde Citigroup hasta General Motors.
Todo ello, obviamente tendrá repercusiones en nuestro país.
El petróleo está ya en el nivel de los 100 dólares por barril, algo que hace un año, incluso hace unos meses, parecía imposible. Las bolsas mundiales comenzaron ya a percibir el peligro que esa situación entraña para la economía mundial y ello se ha visto reflejado en las caídas, ayer, de las mismas. Pero la situación es más compleja: 2008 será un mal año económico para los Estados Unidos, marcado, en estos momentos, por la crisis inmobiliaria que, para explicarla en términos conocidos por nosotros podríamos decir, con todas las diferencias del caso, que constituye una suerte de enorme Fobaproa, que refleja la endeble situación económica propiciada por el déficit que ha dejado la administración Bush y que ha llevado a pérdidas históricas a todo tipo de empresas, desde Citigroup, que incluso cambio a su director general, asumiendo esa posición el ex secretario de Tesoro, Robert Rubin, hasta General Motors, que ha tenido los peores números de su historia.
Todo ello, obviamente, tendrá repercusiones en nuestro país. El petróleo excesivamente caro, nos encuentra en un momento en el cual no podemos explotar esa circunstancia con todo su potencial y, por otra parte, frenará otros ámbitos de la economía. El deterioro económico estadounidense frenará en parte nuestras exportaciones y los mercados alternativos en Asia y Europa son demasiado pequeños, en nuestro intercambio, como para compensarlo. La situación obliga a tomar previsiones y detonar, existen condiciones para ello, el mercado interno, para evitar una caída de la economía que la administración Calderón no se puede permitir, en un momento en el cual, precisamente gracias a sus éxitos en el terreno de la seguridad, ésta ha sido superada en las preocupaciones populares por la situación económica y el empleo.
Se dirá que, pese a todo, se han generado muchos mas empleos nuevos de los esperados y que las inversiones extranjeras han roto, este año, todos los record. Y es verdad, pero también lo es que no es suficiente.
En la política y en la economía, lo importante son las percepciones. Y la gente está percibiendo, tiene el temor de que las cosas no vayan bien el año próximo en el terreno económico. Garantizar en este sentido la estabilidad es clave: Felipe Calderón ganó las elecciones porque apostó a mantener la estabilidad recuperada durante la última década. Pero en este 2008 hará falta algo más y las opciones son diversas. Una de ellas será la estrategia social que se pueda desarrollar sobre todo en el sur-sureste del país, luego de los desastres naturales de Tabasco y Chiapas. Una tarea que debe trascender la reconstrucción y que debe recomponer, entre otras muchas cosas, la forma de entender y ejercer el poder, un capítulo clave para el futuro del país. Otro tema que será muy importante es la inversión en infraestructura que se plantea el gobierno federal: la cifra es enorme: 250 mil millones de dólares. Pero ello tendrá que desarrollarse también con un proyecto general y con un marco legal adecuado.
Y el secreto para salir adelante en todo ello está en el tema energético. La pérdida de competitividad en ese ámbito en los últimos diez años es alarmante. Hoy nuestra capacidad como potencia petrolera está en entredicho por la sencilla razón de que extraemos y exportamos crudo pero no estamos en condiciones ni de explotar cabalmente nuestras reservas ni de cerrar el ciclo de refinación. Hoy importamos en petroquímicos, gasolinas y derivados casi tanto como exportamos crudo, mientras que la mitad de la recaudación fiscal depende de los ingresos de PEMEX.
La mejor noticia de los últimos días, casi oculta en medio de la catástrofe tabasqueña, fue la decisión de la bancada del PRI en el senado, anunciada el miércoles, de impulsar la propuesta de reforma energética que había elaborado el presidente de la comisión de energía, Francisco Labastida. Es verdad que todo ello ha sido aderezado con el tradicional discurso de que esos cambios se realizarán sin modificar el marco constitucional. Pero ese, en realidad, no es el problema: existe toda una tendencia mundial al reforzamiento de las grandes empresas petroleras de control público, estatal, que se ha reflejado en los números exitosos de la empresa petrolera noruega (que ha sido el modelo en el que muchos otros se han basado), de la brasileña Petrobras, e incluso de PDVSA, la venezolana. Lo que todos ellos han cambiado y nosotros no, es el modelo de asociación con las empresas privadas de todo el mundo para aumentar la productividad, incorporar nuevas tecnologías y desarrollar nuevos y diferentes generadores de energía. Nosotros estamos tan atados a nuestro marco legal que la inversión de PEMEX en refinerías se debe realizar en Houston o uno de nuestros principales abastecedores está en la India (y utiliza petróleo mexicano).
Es perfectamente compatible conservar la propiedad estatal de PEMEX y la CFE y, al mismo tiempo establecer acuerdos y asociaciones que les den a éstas toda la potencialidad que pueden generar. Pero se requieren, entonces cambios legales (la propuesta que ha presentado Labastida, al igual que la que tiempo atrás presentó Cuauhtémoc Cárdenas incorporan prácticamente todos los cambios que son necesarios en una primera y larga etapa para ello) y, también, cambios corporativos. Uno de ellos, que no es el menor, está en el sindicato petrolero. Las grandes reformas en las petroleras de Noruega y Brasil (ambos con gobiernos socialdemócratas, identificados con la izquierda) se dieron a partir de su transformación en empresas eficientes y con un marco laboral relativamente flexible, manteniendo fuertes sindicatos que se conviertan en impulsores de la productividad, en lugar de uno, como es nuestro caso, de sus mayores obstáculos. ¿Estará dispuesto el PRI a trabajar para que el sindicato, tan cercano a ese partido, participe y sea parte de la reforma?