Mientras que para el PRD los resultados de Michoacán (lo mismo, por contraposición, que las derrotas notables en Tamaulipas, Puebla y Tlaxcala), le permiten vislumbrar un camino diferente para el futuro, para el PAN son el fin de un ciclo desastroso en términos políticos y electorales. Cuando en tres semanas cambie la dirigencia partidaria, la gente de Espino, se quejara de que hubo una aplanadora en su contra, de que el presidente Calderón intervino en el proceso, de que es necesario mantener la distancia entre el partido y el gobierno. Ocultaran lo principal: perdieron todo.
Mientras que para el PRD los resultados de Michoacán (lo mismo, por contraposición, que las derrotas notables en Tamaulipas, Puebla y Tlaxcala), le permiten vislumbrar un camino diferente para el futuro, para el PAN son el fin de un ciclo desastroso en términos políticos y electorales. Cuando en tres semanas cambie la dirigencia partidaria, la gente de Espino, como ya lo está haciendo ahora, se quejara de que hubo una aplanadora en su contra, de que el presidente Calderón intervino en el proceso, de que es necesario mantener la distancia entre el partido y el gobierno. Pero ocultarán lo principal: perdieron todo, desde el proceso interno de selección de candidato, el suyo era Santiago Creel, hasta casi todos los comicios importantes en los que tuvieron que participar directamente. Se dirá que el PAN ganó la elección federal del 2006: es verdad, pero ¿cuánto ayudó la dirigencia del partido en ese proceso? Y por el contrario ¿cuántos de los problemas que sufrió Calderón para ganar deben atribuirse a ella, como la confusión en el discurso, la elección de ciertos candidatos para el congreso o la ausencia de un operativo serio para cubrir casillas electorales sobre todo en enclaves perredistas, como el DF?. Hoy el PAN es un partido con una estructura electoral difusa, débil, dominada por un CEN que está confrontado con muchos grupos de poder real dentro del partido e incluso con buena parte de sus direcciones estatales (desde que asumió Espino la presidencia del partido, el PAN es la fuerza política que mayor cantidad de conflictos internos ha tenido que resolver ante el Tribunal Electoral del Poder Judicial).
En Michoacán, a Salvador López Orduña no le alcanzó para ganar. Tampoco era el candidato más atractivo, pero el panismo no había preparado a ningún otro. El CEN, después de la designación del candidato, lo dejó solo porque no era de la simpatía de la dirigencia (lo mismo ocurrió en Yucatán con Xavier Abreu a quien el CEN le entregó sólo 12 millones de pesos para hacer campaña y la dirigencia nunca se paró por el estado) y en las últimas semanas el que se abocó a la tarea de tratar de salvar las cosas fue Germán Martínez. El resultado global no es malo, aunque sí lo es para el PAN la derrota en Morelia.
Pero si las cosas no le salieron bien al blanquiazul en Michoacán, le fue mucho peor en Puebla y Tamaulipas. Ni la estrategia de centrarse en golpear a Mario Marín en Puebla ni la de insistir en las reales o supuestas relaciones del narcotráfico con el PRI en Tamaulipas (no porque no existan sino porque, desgraciadamente, en el estado esas relaciones se extienden a representantes de todos los partidos) alcanzó para ganar votos. La gente espera, además de denuncias, propuestas serias y candidatos que puedan representarlas. En los dos estados el panismo tiene una muy amplia base política y social pero no lo refleja ni en votaciones ni en candidaturas, y necesita desde hace años una verdadera renovación. Son dos de las entidades que demuestran la profundidad de la crisis interna y de la falta de claridad política en el partido, navegando en la lógica de Espino de no establecer una sólida relación con el gobierno al tiempo que embarca al PAN en confrontaciones sin destino.
Germán Martínez tiene que tener muy clara su tarea inmediata: reconstruir el partido y sobre todo su maquinaria electoral para el 2009, y hacerlo representando la causa de su presidente, de su gobierno. No existe otra lógica política viable. Para ello tendrá que renovar dirigencias, liderazgos y abrir el PAN a nuevos sectores y personajes, que ahora quedan irremediablemente marginados.
Para el PRI, por el contrario, los resultados volvieron a ser positivos y demostraron que a nivel estatal, ese partido tiene todavía, una enorme capacidad de operación. El PRI está jugando muy bien sus cartas desde el inicio de la administración Calderón. Ha optado por ejercer una suerte de cogobierno, que le permite asumir los beneficios y disminuir los costos de esa estrategia (no es nada nuevo: es similar a lo que hizo el PAN durante el periodo de Carlos Salinas) pero además lo ha sabido reflejar en sus resultados electorales. Tanto en Oaxaca en las elecciones pasadas, como en Puebla ahora, se confirmó que la línea de basarse exclusivamente en golpear a sus gobernadores, independientemente de lo cuestionado que puedan estar, no es una estrategia y está condenada al fracaso. Paradójicamente, en ese sentido el PAN de Espino se parece al PRD de López Obrador: las críticas sin propuestas y buenos candidatos no sirven para nada en términos electorales, al contrario, fortalecen a sus adversarios. Ni uno ni otro, con esa lógica han obtenido un solo buen resultado en este 2007.
Pero en el PRI han sabido, también, mover adecuadamente sus fichas internas: por supuesto que existen diferencias entre su presidenta, Beatriz Paredes, sus coordinadores parlamentarios, Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa, y sus gobernadores. Pero esas diferencias, salvo casos muy particulares, no se reflejan públicamente e incluso historias tan ornamentadas como la de la famosa maratón de Berlín, le han permitido deshacerse del fantasma de un eventual intento de retorno de Roberto Madrazo. En todo caso, lo que ha demostrado el priismo en este año, es que una operación electoral adecuada es clave, que para ello la estructura territorial sigue siendo decisiva (y lo será más, para bien o para mal, con los nuevos ordenamientos electorales) y que la relación entre el gobierno (aunque esté marcado por la fama mediática de algún gobernante) y el partido, guste o no, funciona cuando se establece adecuadamente. Y habrá que insistir en un punto: Beatriz Paredes es un factor de poder real en el priismo, un factor mayor al que algunos consideran.