Triste, solitario y final, así se llama una novela del fallecido escritor Osvaldo Soriano. Así, triste, solitario y al final del camino se vio el domingo a López Obrador en la manifestación convocada en un Zócalo que, a pesar del acarreo, estuvo muy lejos de llenar. La mejor demostración de la decadencia del lopezobradorismo es el nuevo ataque de sus seguidores a la Catedral, ocupada y agredida por una turba azuzada por la senadora Rosario Ibarra de Piedra, quien, molesta porque repiqueteaban las campanas a misa a la hora en que ella estaba hablando se preguntó si “las sotanas están callando esta convención” y ordenó: “hay que averiguarlo”.
Triste, solitario y final, así se llama una novela del fallecido escritor Osvaldo Soriano. Así, triste, solitario y al final del camino se vio el domingo a López Obrador en la manifestación convocada en un Zócalo que, a pesar del acarreo, estuvo muy lejos de llenar. La mejor demostración de la decadencia del lopezobradorismo es el nuevo ataque de sus seguidores a la Catedral, ocupada y agredida por una turba azuzada por la senadora Rosario Ibarra de Piedra, quien, molesta porque repiqueteaban las campanas a misa a la hora en que ella estaba hablando se preguntó si “las sotanas están callando esta convención” y ordenó: “hay que averiguarlo”. La fotografía publicada en la primera plana de El Universal no admite justificaciones: los golpeadores ingresaron violentamente, agrediendo a fieles y destrozando las instalaciones de la catedral. Ni López Obrador ni ninguno de los participantes condenó el incidente.
Pero ayer lunes, el PRD volvió a mostrar su cara más esquizofrénica. Para el secretario general del partido, Guadalupe Acosta Naranjo, el hecho es condenable pero dijo que no fueron perredistas quienes ingresaron a la catedral. Pues la fotos, quienes convocaron al acto y los discursos pronunciados dicen otra cosa. Quizás para el dirigente de Nueva Izquierda ese es “otro” perredismo. Pero como ellos nunca lo denuncian ni se deslindan de él, resulta que es el mismo: y como lo hemos dicho en muchas otras oportunidades, mientras los sectores más sensatos del perredismo no condenen a esos grupos fascistoides que lo mismo agreden en conferencias y presentaciones de libros que en templos, lo mismo al Nóbel de Química, Mario Molina, que a los invitados a un acto público, serán cómplices de los mismos.
Es una señal que al acto del domingo no haya concurrido ni un solo gobernador perredista, y tampoco las dirigencias de Nueva Izquierda y de otras corrientes del partido, pero si el PRD no quiere seguir pagando los costos de estos grupos fascistoides del lopezobradorismo, no puede sólo cerrar los ojos a lo ocurrido: debe condenar todo acto de estas características y tomar medidas contra estos grupos y sus dirigentes. Y no han podido ni siquiera quitar al principal operador de los mismos, Gerardo Fernández Noroña, del comité ejecutivo de su partido.
Pero la demostración de que existe un doble discurso, una doble moral, la dio Marcelo Ebrard, quien, una vez más, demostró que no gobierna para los capitalinos, sino para los suyos. Para cuidar la entrada a la catedral había sólo cuatro policías el domingo, algo inadmisible, sobre todo si tomamos en cuenta que ya había habido agresiones similares en otras concentraciones del lopezobradorismo. Para Ebrard, sin embargo, la medida de cerrar la catedral es “excesiva”. ¿Cómo puede el jefe de gobierno, que sí estaba en la manifestación, que sí supo lo que ocurría, tardarse casi 24 horas en condenar los hechos, cómo puede minimizarlo, cómo puede considerar excesiva una medida cuando es por lo menos la tercera ocasión en que asegura que garantizará la seguridad de la catedral y nunca lo ha cumplido?¿qué espera Ebrard para tomar medidas como jefe de gobierno y no como militante de reciente ingreso al PRD, que haya algo más que agresiones en éste u otro incidente provocado siempre por los mismos grupos de vándalos?¿espera otro Tlahuac? Si Ebrard quiere tomar medidas ahí están las fotos en primer plano de los responsables: ¿está decidido a iniciarles aunque sea un proceso por daños en propiedad ajena?
Rosario Ibarra de Piedra “jura” que no fue su intención azuzar a los manifestantes. ¿Qué se proponía entonces al convocarlos a que “averiguaran” porqué estaban doblando las campanas?¿a que contrataran un investigador privado? No soy precisamente una persona religiosa, pero cualquiera sabe que a las doce repican las campanas de las iglesias llamando a misa ¿o acaso esperaban que, porque ellos tenían una manifestación la iglesia cambiaría costumbres y tradiciones? En última instancia es una cuestión de sensibilidad y de tolerancia. Y ninguno de los oradores que participaron en ese acto, ni Rosario Ibarra, ni Jesusa Rodríguez ni López Obrador mostraron la más leve señal de una o de otra. Sus seguidores actuaron como vieron actuar a sus líderes.
No se trata de ser de izquierda o de derecha, se trata de aceptar al otro, de actuar en el contexto de las reglas del juego democrático, de la convivencia civilizada, del respeto a los demás. En el lopezobradorismo han olvidado todo eso desde hace tiempo y no están haciendo nada para revertir las situación, al contrario, cuanto más solos se encuentran, más radicales se tornan. Y en la paranoia del constante complot en su contra (que es la única forma de explicar que tienen esos “líderes” su rotundo fracaso político) todo son señales de conspiraciones, desde que doblen las campanas de una catedral llamando a misa hasta que no entrevisten a Luis Mandoki por su muy mal documental publicitario (¿alguna vez Mandoki se quejó de “censura” cuando no era entrevistado por sus películas comerciales?¿por qué alguien tiene que entrevistar a fuerza a un director de cine para publicitar una película de propaganda política?).
Paradójicamente, hablan de censura y conspiraciones cuando, por ejemplo, el propio Mandoki no incluyó las entrevistas que hizo hacer si los entrevistados resultaban críticos de López Obrador, y sobre todo cuando fue éste quien decidió (eso se llama libertad de creación) quién aparecía y quién no en el filme, incluyendo los créditos y patrocinadores del propio perredismo. Eso sí es intolerancia, censura, incapacidad para realizar un análisis sensato, se comparta o no, de una situación. Pero lo más grave no es ello sino la creciente tendencia a la violencia de estos grupos en la misma medida en que “el líder” se queda triste, solitario y final. El “líder” está desnudo: ¿alguien se atreverá a decírselo?