La diferencia fue incomprensión de la política
Columna JFM

La diferencia fue incomprensión de la política

A un año de haber abandonado el gobierno, se publica una radiografía del gobierno de Vicente Fox, el libro La diferencia, escrito por Jorge Castañeda y Rubén Aguilar, que, con el visto bueno y la revisión del propio ex presidente intenta presentar una suerte de visión de conjunto (o por lo menos de varios de sus principales capítulos) del sexenio foxista, estableciendo de alguna manera, una reflexión sobre el mismo, tratando de mostrar que no se trató ese mandato de una suma de ocurrencias e incluso que existen muchos problemas y dudas que tuvo Fox que se trasmitieron al gobierno actual, al de Felipe Calderón.

A un año de haber abandonado el gobierno, se publica una radiografía del gobierno de Vicente Fox, el libro La diferencia, escrito por Jorge Castañeda y Rubén Aguilar, que, con el visto bueno y la revisión del propio ex presidnete intenta presentar una suerte de visión de conjunto (o por lo menos de varios de sus principales capítulos) del sexenio foxista, estableciendo de alguna manera, una reflexión sobre el mismo, tratando de mostrar que no se trató ese mandato de una suma de ocurrencias e incluso que existen muchos problemas y dudas que tuvo Fox que se trasmitieron al gobierno actual, al de Felipe Calderón.

Es un libro muy controvertido y con el que no se puede estar plenamente de acuerdo. No creo que tampoco los autores busquen siquiera algo similar, sino establecer el debate en términos diferentes a lo que ha hecho Fox con sus muy desafortunadas apariciones en medios (sobre todo aquellas fotos y reportaje en la revista Quién), y tratar de pasar de la imagen de vanalidad del ex presidente a la de la discusión de sus aciertos y errores en el poder. En ese sentido, el libro, por el diseño conceptual tiene muchas líneas de continuidad con otro exitoso libro de Castañeda, la herencia, en el que se combinan muy bien datos duros, investigación documental, entrevistas y hasta versiones o chismes difíciles de comprobar, pero La herencia me parece que otorgaba un sustento mucho má sólido a algunas de sus afirmaciones.

Por ejemplo, en algunos temas como la conformación del gabinete o la decisión de comenzar el sexenio con el tema Chiapas, la impresión es que se trata de una construcción intelectual para explicar algo que, en realidad, ocurrió de manera muy diferente. En el gabiente de Fox no hubo libertad sino una absoluta falta de control. El mismo no fue construido pensando en una unidad operativa sino, como reconoce el libro, analizando distintas áreas sin entender muy bien cómo se iban a relacionar unas con otras. El caso de la seguridad es paradigmático: hay una buena explicación de quiénes fueron los seis o siete generales realmente tomados en cuenta, y se dice que se decidió por el general Vega García porque era el mejor. Y probablemente lo era, pero ¿qué función se le pensaba otorgar al ejército, sobre qué esquema o planes estratégicos se había adoptado la decisión?: no se sabe. Se dice en un momento incluso que el entonces presidente electo había pensado que, como una medida administrativa y para hacer más eficientes a las fuerzas armadas se podía fusionar a la defensa y la Marina en una sola institución. Dice Fox, según el libro, que la idea no prosperó; qué bueno, decimos nosotros porque hubiera sido una locura. Se dice que se colocó al fallecido Adolfo Aguilar Zinser en el efímero Consejo de Seguridad porque estaba interesado en esos temas pero resultó que ninguno de sus integrantes respetó esa posición. Olvidemos el hecho de que, en realidad, el buen Adolfo no sabía casi nada de temas de seguridad real, ¿alguien podía esperar que el secretario de la Defensa acordara no con su comandante en jefe sino con un coordinador de un área que ni siquiera estaba reconocida legalmente?. Se habla de la designación de Alejandro gertz en seguridad pública, y tampoco existe una explicación clara sobre el tema, ni mucho menos sobre porqué se decidió separar esa área de Gobernación. Muchos consideran que el factor primordial de la designación de Alejandro fue la información que traía del gobierno capitalino por su responsabilidad anterior en la seguridad pública del DF. Nunca se explica cómo pensaban compatibilizar las propuestas e ideas de Gertz con el procurador Rafael Macedo de la Concha, ni porqué, siendo éste un general en activo no se le informó que sería designado en esa posición a sus superiores, sea el saliente general Cervantes ni el entrante general Vega García. Lo que deja la transcripción en ese como en mucho otros capítulos muestra un gobierno desarticulado y con una visión de la administración que tiene poco que ver con la personalidades fuertes que dicen Aguilar y castañeda que existían en el gabinete y sí mucho relacionado con la incapacidad de poder coordinar un gobierno, un gabinete que poco tiene que ver con personalidades fuertes o débiles. En este sentido, el párrafo de que sólo se puede tener un gabinete plural y con libertad de movimiento o una compacto, homogéneo y férreamente controlado, haciendo una inferencia entre el pasado gabiente y el actual no parece ajustarse a la realidad.

Algo similar sucede con el tema Chiapas. Puede ser verdad que cada gobierno quiere comenzar con un golpe fuerte que marque el tono de la administración. Pero se falla en un punto crucial: ninguna encuesta, ni las del gobierno ni las privadas mostraban desde hacía meses al tema Chiapas como una de las principales proeucpaciones en el país. Chiapas estaba borrado de la agenda. El que quiso subirlo fue el propio Fox porque pensaba, como dice el libro que sería relativamente sencillo llegar a un acuerdo con Marcos. Y como dice el libro (y tanto castañeda como Aguilar sí saben de ese tema) ello era desconocer la personalidad de Marcos. El fracaso político fue completo: no hubo golpe publicitario y sí se marcó el futuro del sexenio. Uno de debilidades, inconsecuencias e incapacidad para imponer sus temas.

Pero quizás lo que marca el libro es la constante tensión, explícita, entre dos corrientes, sobre todo entre la que representaba Castañeda y la que encabezaba Santiago Creel, a quien los autores le atribuyen muchos de los yerros del foxismo por su interés de llegar a la presidencia de la república en el 2006, incluyendo en 2002, la capitulación, clave para el resto de la historia, en el tema del aeropuerto. Queda mucho más por analizar, en realidad, todos y cada uno de los capítulos resultan tan interesantes como controvertidos y termina demostrando quizás lo contrario de lo que esperaban los autores: el problema de Vicente Fox no fueron las intenciones, ni incluso la falta de una formación sólida en muchos temas: fue la incapacidad de comprender la política y el funcionamiento del estado. Nunca comprendió que la política no era una ciencia (misma que no dominaba) sino un arte (algo que estaba fuera de su alcance). De eso, por supuesto no tiene la culpa un libro que resulta un testimonio mucho más que interesante, que dbería completarse con la otra cara, el que escribió Alejandra Lajous titulado Fox, el presidnete que no supo gobernar.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *