¿Soberanía alimentaria o regreso a los 70’s?
Columna JFM

¿Soberanía alimentaria o regreso a los 70’s?

Pocas cosas parecen más absurdas, vistas desde cualquier punto de vista, en la agenda de la economía nacional que la idea de reabrir la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. México, ahí están las cifras que lo demuestran con toda claridad, ha sido el país más beneficiado por el TLC, en términos económicos y de creación de empleos: hoy tenemos un superávit de 40 mil millones de dólares en el comercio con Estados Unidos y la enorme mayoría de los sectores productivos se han beneficiado del mismo.

Pocas cosas parecen más absurdas, vistas desde cualquier punto de vista, en la agenda de la economía nacional que la idea de reabrir la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte. México, ahí están las cifras que lo demuestran con toda claridad, ha sido el país más beneficiado por el TLC, en términos económicos y de creación de empleos: hoy tenemos un superávit de 40 mil millones de dólares en el comercio con Estados Unidos y la enorme mayoría de los sectores productivos se han beneficiado del mismo. Es verdad, como ocurre en toda economía abierta, que hay sectores que no se han podido adaptar a la competencia y han tenido malos resultados. Pero definitivamente no son los que están reclamando esa reapertura de negociaciones que, además, en los términos en lo que se está planteando, no podría realizarse.

¿Por qué no son ninguno de esos sectores?. Porque los grupos más desprotegidos del campo mexicano no estuvieron antes y no están ahora, en una estructura de mercado: nadie compite en una agricultura de subsistencia. No es verdad que la gente esté migrando del campo por el ingreso de productos agrícolas provenientes de Estados Unidos y Canadá. Al contrario, hay muchos estados y sectores que tienen amplios superávits agrícolas con esas países. La gente migra porque no tiene otra opción, porque el actual esquema de distribución de la tierra y los mecanismos productivos están agotados desde hace décadas y existen líderes y organizaciones, grupos de poder locales y nacionales que medran con esa realidad y la han convertido, para ellos, en un magnífico negocio.

Un grupo de organizaciones, entre ellas la CNC, la Central Campesina Cardenista y los sindicatos de la UNT, han firmado un acuerdo que parece la reivindicación del programa político y económico de Luis Echeverría y José López Portillo (periodo en el que casualmente llegaron al poder de esas organizaciones muchos de esos dirigentes) y que coincide, además, con el planteado por el lopezobradorismo. Llama la atención, por ejemplo, que se hable de soberanía alimentaria y garantizar la producción local de alimentos para abastecer a todo el país. El tema es sencillo y ha sido resuelto por buena parte de los países del mundo desarrollado desde mucho tiempo atrás. La soberanía alimentaria, como es presentada, quiere decir que México debe producir los alimentos que se consuman en el país. En términos ideales está bien, pero cuando lo vemos bajo otra perspectiva el asunto cambia: por ejemplo, hoy vive en centros urbanos aproximadamente el 80 por ciento de la población de México. Podemos, por ejemplo, decidir que ya no importaremos maíz. Primero, tendríamos que preguntarnos de dónde saldría, porque lo cierto es que hoy somos un país deficitario en la producción de maíz y se deben importar miles de toneladas al año, pese a los fuertes subsidios que recibe el sector. Pero supongamos que, siguiendo el ejemplo venezolano, decidiéramos actuar de esa manera: nada garantiza que la producción vaya a aumentar, pero sí se puede garantizar que en un contexto de desabasto, porque no alcanzará el maíz, los precios aumentarán drásticamente. Hoy lo que mantiene, con todo, relativamente estable el precio de la tortilla, por ejemplo, es la importación de maíz, porque si dependiéramos de nuestra “soberanía alimentaria”, no tendríamos abasto suficiente y los precios se habrían ido por las nubes. Sería el gran negocio de los especuladores, de ciertos líderes y de quienes políticamente están apostando por la desestabilización del país.

El tema da incluso para otras lecturas. Por ejemplo, tanto Hillary Clinton como Barack Obama en los últimos días, y de cara al nuevo supermartes, cuando se darán las elecciones en Texas y Ohio que serán definitivos para la elección, han declarado que pedirán una renegociación del Tratado. Si es así, mejor que nos acojamos a la cláusula del Tratado que impide una reapertura unilateral de cualquier capítulo del mismo, porque no hay forma que en un proceso de ese tipo salgamos ganando, simplemente porque los únicos que tenemos un resultado superavitario con la región somos precisamente nosotros. Y en Estados Unidos, por ejemplo, se quejan de que las fuentes de trabajo de muchas empresas, por ejemplo la automotriz, se han trasladado a México. En Canadá también quisieran revisar varios capítulos del Tratado. En otras palabras, siguiendo esta lógica, quienes están demandando la apertura del Tratado en México sobre el tema agrícola no sólo están apostando en contra de la economía cotidiana del país, sino otorgándole el argumento ideal a sectores estadounidenses que, vía esa apertura, podrían revertir una situación que nos ha sido ampliamente benéfica como país.

Ayer La Jornada, un medio que refleja puntualmente la visión de estos sectores, aseguraba en su primera plana que la iniciativa privada estadounidense está “tras agua, transporte y energía” en México. No lo dudo, pero alguien tendría que avisarles a los sectores que plantean la renegociación del TLC que esas serán, sin duda, las peticiones de Canadá y Estados Unidos si ello se diera, y paradójicamente es el propio Tratado el que coloca límites a esa posibilidad.

Por supuesto que los mecanismos de libre comercio entre México, Canadá y Estados Unidos pueden y deberían mejorarse, pero debe transitarse por otros caminos: debe haber acuerdos sobre migración, sobre mano de obra, sobre temas energéticos, agrícolas, pecuarios, turísticos. Pero la vía deberá ser otra, deberán ser acuerdos complementarios, que permitan avances sin retrocesos, que permitan, por ejemplo, avanzar en la prosperidad sin resignar las oportunidades que ya se han generado. Lo otro es querer presentar como alternativa el mayor fracaso económico de la segunda mitad del siglo XX: las políticas económicas de Echeverría y López Portillo.

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