Nuestra izquierda y las FARC
Columna JFM

Nuestra izquierda y las FARC

En los documentos que presentamos ayer en Excélsior sobre las relaciones de las FARC con distintos sectores y personajes políticos mexicanos quedan en evidencia muchas cosas. Por una parte, la existencia, operativa y ligada por lo menos a dos grupos armados y a distintas corrientes y personalidades de la izquierda ultra, de una red de las FARC en nuestro país con muchos años de operación, que desde 2003 comenzó a reconfigurarse para operar en forma clandestina.

En los documentos que presentamos ayer en Excélsior sobre las relaciones de las FARC con distintos sectores y personajes políticos mexicanos quedan en evidencia muchas cosas. Por una parte, la existencia, operativa y ligada por lo menos a dos grupos armados y a distintas corrientes y personalidades de la izquierda ultra, de una red de las FARC en nuestro país con muchos años de operación, que desde 2003 comenzó a reconfigurarse para operar en forma clandestina.

Segundo, y más importante, sobre todo en la coyuntura que se presenta con la visita, que comienza hoy, del presidente de Ecuador, Rafael Correa a México, que los jóvenes mexicanos muertos en el campamento de las FARC en la frontera entre Ecuador y Colombia, lo mismo que Lucía Morett, herida en esos hechos, no eran estudiantes que estaban realizando tesis o investigación alguna en el lugar, sino militantes, cinco de ellos, y dos simpatizantes, de un grupo que las autoridades mexicanas califican como las milicias insurgentes Ricardo Flores Magón y que en los documentos de las FARC y en la correspondencia entre el comandente Raúl Reyes y el responsable de esa organización apodado Fermín, se conoce como “la célula Ricardo Flores Magón”. Queda en claro que el viaje estaba preparado por lo menos desde diciembre pasado; que por lo menos uno de los boletos fue pagado con un fondo, escaso por cierto, de la célula de la organización en el DF; que en la correspondencia entre Fermín y Reyes, se especifica con toda claridad cuándo y cómo será la visita. Una vez más, hay que insistir en que la tesis de la visita académica no tiene sentido alguno (comenzando por el hecho de que ninguno de los participantes en el tour estaba realizando o tenía registrado un trabajo académico sobre ese tema o sobre cualquier otro relacionado); que a esa zona de la frontera entre Colombia y Ecuador, que hemos visitado en alguna ocasión hace un par de años, no se puede llegar sin respaldo y apoyo; y finalmente que la relación de todos los involucrados en ese viaje con la organización Flores Magón y las FARC se remonta, según esta documentación, por lo menos desde 2004. Incluso para varios de ellos desde antes, porque en un documento de ese año se hace referencia al viaje realizado un año atrás, a uno de los campamentos de las FARC encabezado por el comandante Iván. La muerte siempre es triste, sobre todo para familiares y amigos de la víctima, pero no confundamos ni a la gente ni a los propios muertos: no eran parte de misión académica alguna, eran militantes de una organización armada, clandestina y considerada terrorista por los Estados Unidos, por la Unión Europea y por la OEA, cumpliendo con lo que consideraban su misión política en la vida.

Pero lo que parece más preocupante es la posición, ante todos esos hechos de lo que podemos denominar como un ala, probablemente hegemónica, de nuestra izquierda. En un excelente artículo en Milenio, ayer se preguntaba Héctor Aguilar Camín “si la izquierda no hace falta para legislar sobre el petróleo ¿para qué hace falta?”. Podríamos agregar que si nuestra izquierda, o amplias corrientes de ella, no han aceptado aún que la lucha democrática es la única que puede dignificarlos y llevarlos al poder, si muchos siguen pensando aún que las FARC son un interlocutor confiable y aceptable con el cual mantener relaciones políticas amistosas, tampoco terminarán haciendo falta para construir una sociedad democrática. Lo de las FARC es significativo porque se trata de un grupo que  realiza actos terroristas terribles, como matar a 40 niños en una iglesia porque pertenecían a una comunidad rural que no los aceptaba; porque trafican con drogas; porque, como se descubrió en el multicitado campamento, tienen mujeres secuestras y convertidas en esclavas para ocuparse de las “tareas domésticas” de los militantes; porque tienen cientos de personas secuestradas durante años y en condiciones salvajes, inhumanas, como es el caso de Ingrid Betancourt. A pesar de todo eso y más, esos sectores de nuestra izquierda sigan pensando y actuando como si las FARC y fueran aliados, aceptados y aceptables, a los que hay que seguir apoyando porque “luchan contra el gobierno”, mismo que les podrá gustar o no pero que es producto de elecciones absolutamente democráticas, como los anteriores en ese país, por lo menos en las últimas décadas. Se puede comprender, por sus posiciones históricas que Rosario Ibarra apoye a estos grupos, pero, ¿por qué López Obrador hace a Rosario su principal representante en todo acto público y permite que Gustavo Iruegas, el “canciller legítimo” de López, se reúna y llegue a acuerdos con las FARC?¿cómo puede ser que un político como Cuauhtémoc Sandoval sea considerado como un interlocutor “brillante” por las FARC?. Estamos hablando de legisladores y diplomáticos de alto nivel, estemos o no de acuerdo con ellos. Ninguno es un joven ignorante de la política real y demasiado ideologizado (como los que lamentablemente fallecieron en Ecuador), como para no saber qué son y qué representan las FARC. Tampoco para no comprender que éstas son aliadas y hacen negocios, no sólo con grupos armados en México, sino también con el narcotráfico por lo menos desde 1997.

La respuesta estará en que los fines justifican los medios. Como le dice Reyes en una carta a Hugo Chávez, los difaman diciendo que ellos son narcotraficantes, “sólo le cobramos un impuesto a los narcotraficantes en las zonas en las que operamos porque de eso vivimos”. Las FARC hace ya muchos años que se han convertido en una empresa criminal con una bandera política descolorida. Si buena parte de nuestra izquierda no puede comprender algo tan simple y deslindarse de esos grupos ¿cómo les vamos a pedir coherencia democrática en sus elecciones internas o en sus decisiones legislativas y políticas?

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