Juegos de sucesión adelantada
Columna JFM

Juegos de sucesión adelantada

El jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard cometió un grave error al aceptar, en la entrevista que le ofreció a Pascal Beltrán del Río, que sí busca contender por la candidatura presidencial en el 2012. A más de cuatro años de distancia de esa elección no existe una sola razón sólida para expresar públicamente esa aspiración cuando se detenta, además, una responsabilidad de la dimensión de gobernar la capital del país.

El jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard cometió un grave error al aceptar, en la entrevista que le ofreció a Pascal Beltrán del Río, que sí busca contender por la candidatura presidencial en el 2012. A más de cuatro años de distancia de esa elección no existe una sola razón sólida para expresar públicamente esa aspiración cuando se detenta, además, una responsabilidad de la dimensión de gobernar la capital del país.

En los hechos, Ebrard cayó en la trampa que le puso López Obrador la semana pasada cuando en otra entrevista, en La Voz de Michoacán, dijo que él estaba ya en campaña para la próxima elección presidencial pero que “aceptaría” que el candidato fuera otro (y señaló particularmente a Ebrard y a Lázaro Cárdenas Batel) si a la hora de designar candidato éste otro tuviera mayores índices de popularidad. La declaración traía muchos elementos: por una parte, el ex candidato presidencial confirmaba que tanto la historia de la presidencia “legítima” como su desconocimiento de las instituciones no es más que una serie de capítulos adelantados en la búsqueda de una nueva oportunidad electoral. Por la otra, trataba de llevar a esa carrera, por adelantado, a sus dos principales rivales actuales, con la enorme diferencia de que mientras López Obrador no tiene otra cosa en qué ocuparse que hacer campaña, en el caso de Lázaro Cárdenas, muy probablemente buscará una diputación federal y si fuera posible la coordinación de los diputados del PRD, para desde allí proyectarse, y Ebrard obviamente ha sido elegido hasta el 2012 para gobernar la capital del país.

Cárdenas Batel eludió el tema, lanzado además en Michoacán para involucrarlo en esa competencia, pero Marcelo cayó en la tentación de reconocer que sí busca la candidatura y en aceptar las reglas del juego que propuso López Obrador sobre la popularidad (¿no es otro el método establecido por el PRD para elegir candidato, según sus estatutos?). Pero Ebrard tiene con ello más que perder que ganar. Las posibilidades pero también el desgaste de gobernar la capital son enormes y si bien se puede solventar con los muchos recursos que tiene el gobierno del DF, también es verdad que los rivales internos y externos de Ebrard, avisados ya formalmente de que éste buscará la candidatura, se pondrán mucho más exigentes en el futuro con los presupuestos y la entrega de cuentas del gobernante capitalino. Buena parte de las obras que se están realizando en el DF, desde las nuevas vialidades hasta las controvertidas pistas de hielo, provienen de recursos públicos o de asociación con capitales privados que serán, desde ya, meticulosamente vigiladas.

Se podrá argumentar que el reconocimiento de Ebrard es un acto de sinceridad, pero la verdad parece ser, mucho más, una ingenuidad (y nada podrá decir que Ebrard es ingenuo). Por principio de cuentas porque si se está tras una candidatura es imposible, como dice el propio Ebrard en esa entrevista, no “distraerse” en la gestión de gobierno. Desde ya todos sus opositores, internos y externos, podrán argumentar que todo acierto que se logre en el DF sea visto como una acción futurista, y todo error será cargado a la cuenta del aspirante a candidato. Es más: todo gobernante debe adoptar, en muchas ocasiones, medidas que no son populares, que implican costos pero que traerán una mejora a la ciudadanía en el futuro. ¿Alguien puede asegurar que un gobernante que con más de cuatro años de adelanto está buscando una candidatura presidencial (misma que acepta definir según las reglas que puso el propio López, o sea vía el concepto de “popularidad”) tomará alguna decisión necesaria pero impopular?. Evidentemente no y con esa declaración Marcelo probablemente se ha colocado el mayor de sus obstáculos de cara al futuro.

Porque cuatro años es demasiado tiempo. Para empezar ni Ebrard ni nadie puede saber hoy cómo estarán las cosas en su partido. Vamos, ni siquiera si el PRD continuará unido. Hoy vive la mayor de las divisiones, y quienes se han quedado con la dirección, así sea provisional del perredismo, no son los sectores cercanos a Ebrard ni a López Obrador. La corriente de Nueva Izquierda controla la Asamblea Legislativa del DF (lo mismo que la mayoría de los grupos parlamentarios de ambas cámaras) y la relación de sus dirigentes locales, como Víctor Hugo Círigo con Ebrard no es en absoluto buena, y el sentimiento es recíproco. Es verdad que después de las elecciones del 2009, podría cambiar la correlación de fuerzas internas en ese grupo parlamentario y en la Asamblea, pero también lo es que la tendencia global muestra un serio debilitamiento del partido y de sus intenciones de voto. ¿Se puede especular en público con una candidatura presidencial que no se sabe siquiera, a ciencia cierta, sobre qué partido descansará?.

El punto clave, la mayor de las diferencias, es que mientras López Obrador no tiene responsabilidad alguna con la ciudadanía y su única tarea es hacer proselitismo para sí mismo (ni siquiera para su partido), Marcelo tiene la tarea, enorme, de gobernar la mayor ciudad del país, la capital, donde la mayoría de la ciudadanía no milita en partido alguno y donde confluyen todas las visiones políticas y sociales posibles. Si acierta, insistimos, se dirá que está en campaña y si se equivoca o debe tomar medidas impopulares, ello se cargará a su aspiración presidencial. Con un agravante: Marcelo no está dispuesto a poner distancia con López Obrador en sus políticas menos sensatas, como la insistencia en la ilegitimidad del gobierno y la falta de cooperación con éste. Esa posición de Ebrard sólo beneficia a López Obrador pero daña, desgasta, al jefe de gobierno.

Cuatro años es demasiado tiempo para apostarle al futurismo y competir con alguien cuya única preocupación es hacer campaña para sí mismo. La responsabilidad de Ebrard no es con su partido o con una candidatura, es con la ciudad.

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