El manotazo de Calderón
Columna JFM

El manotazo de Calderón

A los presidentes mexicanos, en general, sean del PRI o del PAN, no les gustan los golpes de timón, la decisión, como se da en otros países, de aprovechar las coyunturas para hacer cambios profundos en sus equipos de trabajo, ya sea para potenciar la calidad de la labor, para generar nuevas expectativas o para rectificar errores.

A los presidentes mexicanos, en general, sean del PRI o del PAN, no les gustan los golpes de timón, la decisión, como se da en otros países, de aprovechar las coyunturas para hacer cambios profundos en sus equipos de trabajo, ya sea para potenciar la calidad de la labor, para generar nuevas expectativas o para rectificar errores. En nuestra cultura política, esos golpes de timón, esos ajustes profundos en los gabinetes parecen ser entendidos, erróneamente, como una muestra de debilidad y siempre se prefieren los cambios graduales, más lentos, aunque ello ocasiona en muchas ocasiones un desgaste excesivo en el presidente y en su equipo.

Ahora parece que estamos en una coyuntura de este tipo. En Los Pinos pareciera existir ya conciencia, desde tiempo atrás, de que hay cosas que no funcionan en el equipo de gobierno, que hay piezas sueltas o que han entrado, como hemos dicho aquí en otra oportunidad, en una suerte de “espacio de confort”, de un trabajo burocratizado, donde quizás se cumpla con la tareas administrativas y de escritorio, pero no se hace lo que deben hacer los funcionarios de alto rango, cualquiera sea su posición, en un gobierno, que es hacer política. Esta, parecieran juzgar muchos funcionarios, es una tarea exclusiva del presidente o de los partidos. Y es un doble error: de los funcionarios si creen que ellos no tienen que hacer política y del Ejecutivo si les permite esa prescindencia.

Ante ello, desde hace semanas, la pregunta se ha planteado con claridad: ¿son los funcionarios que no responden o es la presidencia que no los deja?. El viernes el propio presidente Calderón dio una respuesta pública y masiva: juntó a todo su gabinete legal y ampliado, acompañados de cerca de mil servidores públicos de alto y medio nivel del gobierno, de todos los ámbitos, dio el discurso más largo de su mandato (más de una hora y media) repasó los capítulos de su estrategia en todos los ámbitos, explicitó con claridad en qué quiere que lo acompañen quienes desempeñen labores en el gobierno y dejó en claro que no es verdad que no pueden aparecer o estar ante los medios o con sus interlocutores políticos por órdenes de Los Pinos. Deben salir, deben aparecer ante la gente, los partidos y los medios y serán medidos por una vara distinta que hasta ahora, que pasará por el cumplimiento de sus metas pero entendidas éstas como la contribución que hagan al desarrollo de su sector, a su relación con la gente y su tarea política. El discurso fue muy largo, pero el mensaje bastante concreto: el que no haga política terminará fuera del gobierno.

No se trata de un capricho o una búsqueda de apoyo interno. El gobierno federal, durante su primer año, sí restringió (mejor dicho centralizó y controló) las apariciones públicas de sus distintos funcionarios porque quería revertir el evidente descontrol que fue la norma de la administración Fox en ése y otros sentidos, y porque, además, se debía establecer un estilo personal de gobernar diferente, acorde al propio estilo de Felipe Calderón. Incluso, en esa lógica, el presidente Calderón quería conocer a sus diferentes colaboradores en el gobierno, destacando algo que siempre ha exigido de sus éstos: su lealtad. Pero pasaron los meses y desde que la administración cumplió su primer año ha habido, antes de la del viernes, por lo menos dos reuniones muy amplias de gabinete legal y ampliado, con diferentes colaboradores del primer círculo del presidente, en las que se les comenzó a exigir una participación mucho más activa en la política y de cara al público. Y el hecho es que la mayoría siguió ignorando la demanda presidencial.

Son demasiados los temas en los que los miembros del gobierno no están, no aparecen, no se apartan un centímetro de sus atribuciones más específicas ni dan la pelea por la administración a la que pertenecen. Hace ya muchos años, el fallecido y siempre muy bien recordado Gilberto Borja Navarrete, me decía que él recordaba otros tiempos en los cuales, los secretarios de Estado eran unos señores y señoras que hacían política todo el tiempo: desayunaban, comían y cenaban haciendo política, arreglando asuntos, estableciendo vínculos, puentes, dando la pelea cuando era necesario. Debajo de ellos estaban los subsecretarios, que se encargaban de la administración, de la operación cotidiana de las dependencias. Y por encima de los secretarios había un presidente que se encargaba de gobernar, componer, establecer lineamientos, de hacer política pero en un nivel superior, acompañado de un puñado de colaboradores y su gabinete. Ahora, me decía hace unos años don Gilberto, que fue un observador privilegiado de la política nacional desde los tiempos de Lázaro Cárdenas, no es así: los secretarios son como los antiguos subsecretarios: administran pero no hacen política y ésta se la dejan sólo al presidente, con el desgaste que ellos conlleva. Y agreguemos nosotros, se la dejan a la oposición, porque por no hacer política tampoco la están haciendo la enorme mayoría de los dirigentes partidarios del PAN ni los gobernadores. Y algunos tienen tan poco oficio, que cuando intentan dedicarse a ello sería preferible que no lo hicieran. Preguntémonos ¿cuántos secretarios de Estado salen a dar la pelea aunque sea por su propia agenda?¿cuántos gobernadores panistas aparecen defendiendo a su partido y se han ganado un espacio en la prensa nacional?¿cuántos dirigentes del PAN salieron a desmentir a Manuel Espino por sus ataques inadmisibles en un ex presidente del partido de la semana pasada?. Prácticamente nadie aparece, nadie hace política y todo el peso, el soporte, la resistencia del gobierno, queda en el propio presidente.

Una situación de ese tipo no puede mantenerse por demasiado tiempo. Por lo pronto, todos los mandos altos y medios del gobierno desde el viernes ya lo saben: deben hacer, en su ámbito, política. Si no la hacen no merecen tener esa oportunidad.

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