Los 11/S que hacen la historia
Columna JFM

Los 11/S que hacen la historia

Apartémonos un día de una agenda nacional que parece que vulnera aquello de que todo lo malo finalmente tiene fondo. Es 11 de septiembre, un día que ha cambiado vidas, cursos de la historia, y que hoy lo volverá a hacer, aunque con menos difusión que en otras ocasiones.

Apartémonos un día de una agenda nacional que parece que vulnera aquello de que todo lo malo finalmente tiene fondo. Es 11 de septiembre, un día que ha cambiado vidas, cursos de la historia, y que hoy lo volverá a hacer, aunque con menos difusión que en otras ocasiones.

El primer 11 de septiembre que marcó mi vida, y la de muchos, fue el golpe contra Salvador Allende en Chile. Quizás todos éramos demasiado jóvenes para comprender los errores que pudo haber cometido el gobierno de la Unidad Popular, sobre todo para quienes mirábamos la historia desde lejos; quizás estábamos demasiado imbuidos de la necesidad de cambiar las cosas, de romper con unos sistemas políticos que habían sido, casi todos, incluyendo México (con todas las diferencias notables que tuvo con otras regiones de América latina) autoritarios, acotados, poco o nada democráticos, corruptos, fomentadores de la desigualdad. Luego de la revolución cubana, que atrajo a toda una generación, aunque muchos de nosotros fuéramos literalmente niños cuando Fidel llegó a un poder que aún no termina de abandonar y tardamos años en comprender que, fuera del discurso, ese régimen no se diferenciaba demasiado de esos otros. Luego de ella, la llegada al poder vía electoral de Salvador Allende habría, sobre todo para los que éramos muy jóvenes, apenas entrando en la adolescencia política, la posibilidad de romper un círculo vicioso implacable: gobiernos autoritarios que intentan ser combatidos fuera de los electoral, que se convertían en terribles dictaduras, que a su vez causaban más muerte y terror, y que luego de enormes costos sociales, se reconvertían en un nuevo gobierno autoritario de corte más o menos civil, que era a su vez derrocado por la siguiente dictadura. Allende ganó las elecciones y llegó al poder en 1970, a once años de la revolución cubana y a tres de la muerte del Ché Guevara, cuando los ecos del 68 en París, México, Praga, en todo el mundo, estaban muy cercanos. Allende ganó las elecciones con una alianza donde había de todo, desde nacionalistas hasta grupos de la más dura ultraizquierda, y para que llegara al poder tuvo que tener el reconocimiento legislativo de la oposición. Cuando, como un eco de la guerra fría, su asunción intentó ser impedida por grupos financiados desde grandes empresas multinacionales, el golpe fracasó porque hubo militares que decidieron que debían mantener el orden constitucional: antes o después lo pagaron con su vida.

Tres años después, un once de septiembre Allende fue derrocado y asesinado y comenzó la noche negra de Chile y de buena parte de América latina. Pero quienes impulsaron ese derrocamiento y no pudieron esperar un año a que las urnas ratificaran o desplazaran a Allende, no comprendieron que alejaron las expectativas en la vida democrática de millones de jóvenes de todos los países, que tardaron años en recuperarla. Por encima de sus errores y aciertos, del desastre administrativo que generó su gestión, lo cierto es que el experimento Allende significaba, sobre todo para quienes lo observábamos de fuera y apenas nos estábamos incorporando a los balcones de la política, la posibilidad de que por la vía democrática se llegara y se pudiera dejar el poder. El golpe aquel provocó que durante años se considerara que ello no era posible. Y el saldo de víctimas de esa convicción errada se cuenta por decenas de miles en todo el continente. Sin el golpe contra Allende, muy probablemente la historia de todo el continente se hubiera podido contar de otra manera. No fue así y aún hoy, 35 años después, hay quienes siguen pensando que el poder se arrebata, no se gana en las urnas ni se comparte.

Otro 11 de septiembre fue el de hace siete años. Esa mañana del 2001 en Nueva York y Washington significó el fin de otro sueño: el de la paz posterior a la guerra fría y el comienzo del milenio. Nada, nadie, puede justificar el atentado ejecutado por los grupos terroristas de Al Qaeda contra las torres gemelas de Nueva York, contra el Pentágono y contra los pasajeros de los aviones que fueron utilizados como armas. El 11/S me conmovió y, en lo personal, me volvió a confirmar que la violencia extrema, se vista de ideología o religión, siempre termina volcándose contra la gente y el progreso y volviéndose en contra de la causa que dice defender. Desde ese día, la lucha contra el terrorismo, marcó la historia del mundo y nos volvió a obligar a tomar posición. Y como en aquel 11 de septiembre del 73, habría que hacerlo siguiendo convicciones personales, éticas y escogiendo no entre los blancos y negros sino entre la enorme gama de grises que a partir de allí se generaron.

Este 11 de septiembre será menos espectacular. En los periódicos mexicanos apenas hay algunas líneas sobre el experimento científico más fascinante de la historia, que inició ayer y, en su primera parte, debe concluir hoy. Se da en las afueras de Ginebra, con el mayor acelerador de partículas jamás construido: 27 kilómetros de largo tiene el Gran Colisionador de Hadrones, en el que han trabajado durante 15 años, 10 mil físicos de 80 países. ¿Qué están buscando?. Una respuesta clave. Lo que llaman “la partícula Dios” o en términos científicos, el campo Higgs y el Basón de Higgs. Es lo que podría explicar cómo se conformó el universo, de que fuerzas estamos, en el ámbito científico, conformados. Le llaman, simplemente, la unificación de las fuerzas fundamentales de la naturaleza. Buena parte de la humanidad está por dar un paso fundamental para el conocimiento: nosotros mejor discutimos si el gobierno debe ser dueño o no de ductos y refinerías.

Volvamos a la realidad: hoy, 11 de septiembre, presentaremos con Ana María Salazar nuestro libro, El enemigo en casa, drogas y narcomenudeo en México. Será a las 19.30 horas en la Casa Lamm de la colonia Roma. Nos acompañará nuestra amiga Fernanda Familiar. Y si es posible, todos ustedes.

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