¿Legalizar la marihuana?
Columna JFM

¿Legalizar la marihuana?

Pocos temas, genera tantos y tan intensos debates en el mundo, y debería generarlos más en nuestro país, que el de la legalización o no de las drogas ilícitas. Personajes de concepciones tan distintas como Gabriel García Márquez o Milton Friedman han opinado a favor de la legalización y muchos más se inclinan por la despenalización del consumo, sobre todo de la marihuana. Hoy, en California está permitida la producción, venta y consumo de marihuana con “fines medicinales” y son más de 200 mil los consumidores autorizados por el propio gobierno estatal. La historia se repite en otras doce entidades de la Unión Americana, y aunque las leyes federales lo prohíben, lo cierto es que hoy cerca del 60 por ciento de la marihuana que se consume en Estados Unidos se produce dentro de ese país y en buena medida proviene de plantíos que son legales según los reglamentos locales e ilegales según las leyes federales.

Pocos temas, genera tantos y tan intensos debates en el mundo, y debería generarlos más en nuestro país, que el de la legalización o no de las drogas ilícitas. Personajes de concepciones tan distintas como Gabriel García Márquez o Milton Friedman han opinado a favor de la legalización y muchos más se inclinan por la despenalización del consumo, sobre todo de la marihuana. Hoy, en California está permitida la producción, venta y consumo de marihuana con “fines medicinales” y son más de 200 mil los consumidores autorizados por el propio gobierno estatal. La historia se repite en otras doce entidades de la Unión Americana, y aunque las leyes federales lo prohíben, lo cierto es que hoy cerca del 60 por ciento de la marihuana que se consume en Estados Unidos se produce dentro de ese país y en buena medida proviene de plantíos que son legales según los reglamentos locales e ilegales según las leyes federales.

En México, el debate no se ha dado con la profundidad necesaria. Entre las posiciones blanco y negro, entre la legalización y la prohibición absoluta, existe una enorme gama de grises que no suele ser abordada. Apenas hace unas semanas, para tratar de poner un poco de orden en un terreno donde las normas son disímiles y contradictorias, el gobierno federal presentó una propuesta de reforma a ley general de salud estableciendo cantidades mínimas de droga para uso personal que podría ser permitida para los consumidores. Partidos como el Socialdemócrata, plantearon la despenalización de la marihuana. Pero, hasta ahora, nunca se había presentado una propuesta tan amplia y concreta para legalizar (que es diferente a despenalizar) la producción, la venta y el consumo de la marihuana en todo el país, como la que presentó el líder de la Asamblea Legislativa del DF, Víctor Hugo Círigo el martes pasado. La iniciativa que tendría que ser aprobada por la propia ALDF para ser enviada más tarde a la cámara de diputados y de senadores para que también fuera aprobada allí, establece normas muy precisas sobre producción, comercialización, zonas de consumo y cantidades destinadas a éste en un comercio con pequeños productores individuales y regido por el Estado.

La iniciativa tiene virtudes y defectos. El principal de estos es que está mal enfocado el sentido original de la misma: dice Círigo que esa iniciativa se deriva del fracaso en la lucha contra las drogas y de la violencia que se genera en torno a ella. En ese punto se equivoca: la violencia derivada de la lucha contra las drogas pasa, sobre todo, por el control de rutas de la cocaína y los precursores de drogas sintéticas.  Controlar esas rutas es lo que abre el mercado a las mayores utilidades del narcotráfico y ello genera en buena medida la violencia y también, según los adelantos de la última encuesta nacional de adicciones son esas, cada vez más, las drogas de inicio de muchos jóvenes, lo que explica también el tipo de violencia que se genera entre esos consumidores. En términos generales un consumidor medio de marihuana (salvo que se consuma en grados muy altos combinada con otros productos como el alcohol o sufra de alteraciones mentales) no suele tener un comportamiento violento, por lo menos no como un consumidor de crack, cocaína o ciertas drogas sintéticas. La razón es fisiológica: la primera es una droga depresoras del sistema nervioso, las segundas los estimulan.

En otras palabras, si se va a discutir la legalización de la marihuana, debe partirse de otros principios: no es por el fracaso o no de la lucha contra el narcotráfico, sino debe debatirse con base en los beneficios o daños que esa legalización podría generar. Quienes lo proponen tienen un punto a su favor cuando indican que a dosis normales, la marihuana ha demostrado no ser más dañina que el alcohol o el tabaco. Tampoco que necesariamente se convierta en la droga que se utiliza de trampolín hacia otras drogas más duras. Por lo menos en México, es bastante claro que el principal trampolín para ello está siendo, sobre todo en los muy jóvenes, el alcohol. Por supuesto que la marihuana, como el alcohol, el tabaco o incluso el chocolate, crea adicción y puede causar daños graves al organismo consumida en exceso, o en personas que sufren alguna alteración mental. E incluso es verdad que se le han encontrado algunos usos medicinales, sobre todo para tratamiento del dolor y la ansiedad. Pero la pregunta es si debe legalizarse.

El tema se dificulta porque hoy la marihuana es parte de un negocio ilegal multimillonario y transnacional en el que el conjunto de las drogas ilícitas se interrelacionan y a su vez son parte de otros negocios del crimen organizado que van desde el secuestro hasta el tráfico de personas. Suponiendo que se legalizara la marihuana la pregunta es cómo se haría para separar ese negocio de los otros y para no darle a las organizaciones criminales un enorme espacio para “legalizar” o “lavar” sus otras actividades ilícitas. La pregunta podría escalar aún más para saber, luego de la marihuana, qué otras drogas podrían ser consideradas lícitas. La cocaína lo fue hasta bien entrados los años 20, era de venta libre, y autores como Sigmund Freud escribieron amplios textos sobre sus bondades medicinales.

Y queda la pregunta clave: ¿Puede un país decidir despenalizar alguna de estas drogas sin un consenso internacional?¿puede hacerlo cuando tiene una frontera de miles de kilómetros con el principal mercado consumidor de drogas en el mundo que mantiene, sobre todo respecto a la marihuana, una actitud por lo menos dual en lo legal y en lo moral?. Veo difícil que la propuesta de Círigo avance, pero merece un debate serio, profundo, que vaya más allá de las descalificaciones o los apoyos acríticos, porque el tema, nos guste o no, muy pronto estará en la agenda bilateral, sobre todo si gana Obama.

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