Alerta roja 2009: elecciones sin rumbo
Columna JFM

Alerta roja 2009: elecciones sin rumbo

Desde que en un arrebato de poder, el congreso decidió realizar una mala y controvertida reforma electoral que incluyó desmantelar el Instituto Federal Electoral, destituyendo a su consejo presidente Luis Carlos Ugalde y a la mayoría de sus integrantes (que deberían haber sido inamovibles de su cargo, salvo que se les efectuara un juicio político, como cualquier funcionario electo en un organismo público autónomo), las cosas no han marchado bien en el terreno de las instituciones electoral.

Desde que en un arrebato de poder, el congreso decidió realizar una mala y controvertida reforma electoral que incluyó desmantelar el Instituto Federal Electoral, destituyendo a su consejo presidente Luis Carlos Ugalde y a la mayoría de sus integrantes (que deberían haber sido inamovibles de su cargo, salvo que se les efectuara un juicio político, como cualquier funcionario electo en un organismo público autónomo), las cosas no han marchado bien en el terreno de las instituciones electoral.

Los problemas se suceden en el ámbito estatal (el último escándalo, que dista de ser el único, se dio en el IEDF, con la salida de Isidro Cisneros), se reflejan en el propio Instituto federal con renuncias de distintos funcionarios de carrera; en una confrontación absurda entre el IFE y el Tribunal Electoral; y en una serie de decisiones, algunas acertadas, otras no, en las que esas instituciones parecen tratar, a veces, de legitimarse ante la sociedad, y en otras ante los partidos que demostraron tener el control real de la institución.

Aquí dijimos que esas reformas debilitarían y dañarían irremediablemente al IFE y las instituciones electorales, y lamentablemente parece que eso es lo que está ocurriendo. Si le sumamos las tareas que se le han encargado al Instituto, como el control y la distribución de todo el enorme paquete publicitario de todos los partidos, en todos los distritos y en todos los medios, además de supervisar los contenidos de todos y cada uno de los espacios radiofónicos y televisivos del país, comprobaremos que la labor resultará imposible de realizar con eficacia y allí estará la coartada para el conflicto postelectoral del 2009.

En su reciente libro Así lo viví (Grijalvo, 2008), el ex consejero presidente del IFE, Luis Carlos Ugalde cuanta con precisión, con detalle, la verdadera travesía que significó para él y el resto de los consejeros el tránsito de los comicios del 2006. Las intervenciones, las presiones, los márgenes de discrecionalidad, la mentira como arma política y la descalificación del proceso fueron una norma, pese a que, como lo destaca Ugalde y tiene toda la razón en ello, éste terminó siendo ejemplar en la organización, en la implementación y limpieza de la jornada electoral y en los resultados que prácticamente no variaron más que en centésimas de punto, en los conteos rápidos, el PREP, el recuento distrital y la revisión de casi 12 mil casillas que ordenó abrir el Tribunal Electoral. En todos esos escrutinios la votación se mantuvo con un 0.60 por ciento a favor de Felipe Calderón. Entre las mentiras que destaca el libro y que explica mucho de lo que hemos vivido es que, como confirma Ugalde, López Obrador en las calles reclamaba “el voto por voto, casilla por casilla”, pero sus representantes legales se cuidaron muy bien de exigirlo legalmente y pidieron sólo la apertura de 21 mil casillas (el Trife autorizó 12 mil). Es más, dice Ugalde que no se demandó legalmente la apertura de todas las casillas porque de esa forma probablemente la diferencia a favor de Calderón se hubiera ampliado, porque había muchas más inconsistencias en las actas favorables a López Obrador que en las que favorecían a Calderón.

Ugalde tiene el mérito de poner de manifiesto, con toda claridad, las enormes presiones que soporta el IFE y sobre todo su consejero presidente. Y las resistió. Imaginémonos ahora con un Instituto y un Tribunal con miembros nuevos y que saben que en la letra constitucional son inamovibles de sus puestos, pero que en la realidad, un acuerdo partidario, como ocurrió con Ugalde y los demás consejeros, los puede hacer despedir sin contemplaciones. Imaginemos las presiones y los temores, los intentos de legitimarse y al mismo tiempo la certeza, no puede ser de otra manera, de que tienen ante sí una serie de nuevas atribuciones que les han dado los partidos sin los recursos con qué llevarlas a cabo con eficacia y, quizás, con la secreta intención de que tampoco lo puedan hacer.

Es entonces cuando comienzan las acciones erráticas y cuando en vez de construir el futuro, a unos meses de las elecciones, se intenta mirar hacia el pasado y se siguen en el IFE disparando multas respecto a los actuado en el 2006 y en el Tribunal Electoral, basados en vaya uno a saber qué, deciden dos años y medio después de los hechos castigar al Consejo Coordinador Empresarial que no es un partido porque consideran que su propaganda dañó a López Obrador, pero que como no pueden sancionar al CCE, deciden multar al PAN, el PRI y el Verde (¿por qué no a Nueva Alianza o Alternativa, si la publicidad no hablaba de partido alguno?). Es una estupidez, una decisión que no tiene sustento legal, que viola la más elemental libertad de expresión y que además, trata de hacerse eco de la nueva (y también estúpidamente inútil y censora) legislación electoral actual, y su prohibición de realizar “campañas negativas” y de permitir que sólo los partidos accedan a la publicidad política.

La legislación actual es discriminatoria, viola los derechos ciudadanos y la libertad de expresión, lo insólito es que el Tribunal, en los hechos, decida, además, aplicarla de forma retroactiva. Alerta roja para el 2009.

Un adiós a Garavito

Me acabo de enterar que el pasado 8 de octubre murió en su país, Perú, el escritor y periodista Hugo Garavito, quien vivió largos años de exilio en México y regresó a Lima convirtiéndose en el ideólogo del partido Perú Posible, que llevó al poder a Alejandro Toledo. Controvertido, discutido, cambiante, intransigente y generoso, capaz como pocos de reírse de sí mismo sin complejos, Garavito ha sido uno de los colaboradores más inteligentes, leales y preparados con los que he trabajado en esta profesión. Falleció en el pináculo de su carrera, convertido ya en un personaje público en Lima. Fue, además, un buen amigo. Descanse en paz.

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