Los mitos de la conspiración
Columna JFM

Los mitos de la conspiración

La mejor forma de desviar la verdadera investigación de un caso, de una historia, es realizar una investigación falsa, contradictoria, que apele a teorías que puedan ser descabelladas pero que coincidan con lo que por lo menos una parte del inconsciente colectivo reclama o percibe. En este sentido, es notable como una multitud de “investigadores” amateurs (aunque algunos de ellos trabajen en los medios) elaboran sus teorías sobre cualquier hecho y presentan suposiciones o inventos personales como datos duros. Es más grave aún cuando eso se realiza desde algún medio influyente o desde un espacio de poder real. En realidad no se trata de ahondar en las teorías conspirativas sino, en ese contexto, colocarlas en su lugar y llamarlas como lo que son: los mitos de la conspiración.

La mejor forma de desviar la verdadera investigación de un caso, de una historia, es realizar una investigación falsa, contradictoria, que apele a teorías que puedan ser descabelladas pero que coincidan con lo que por lo menos una parte del inconsciente colectivo reclama o percibe. En este sentido, es notable como una multitud de “investigadores” amateurs (aunque algunos de ellos trabajen en los medios) elaboran sus teorías sobre cualquier hecho y presentan suposiciones o inventos personales como datos duros. Es más grave aún cuando eso se realiza desde algún medio influyente o desde un espacio de poder real. En realidad no se trata de ahondar en las teorías conspirativas sino, en ese contexto, colocarlas en su lugar y llamarlas como lo que son: los mitos de la conspiración.

La diferencia está en los datos duros. Si bien la información disponible permite pensar, por ejemplo, que Mario Aburto fue el único que disparó contra Luis Donaldo Colosio en 1994, nadie ha podido explicar, y él se ha negado a hacerlo, porqué lo hizo, porqué mató a un candidato presidencial, quién o qué lo impulsó a hacerlo. Los mitos sobre el involucramiento de Carlos Salinas o de Manuel Camacho, pueden explicar el contexto político en el que se cometió aquel crimen, pero de ninguna manera una participación directa de ninguno de esos personajes en el asesinato. En todo caso, existen en el entorno de Aburto, una serie de grupos que podrían haber influido mucho más en su decisión, desde grupos de poder hasta organizaciones radicales, pasando por el narcotráfico. En el caso Colosio la peor desviación de la investigación fue hacer creer en el mito de los dos o tres Aburtos, de los dos o tres tiradores. Esas teorías que alimentó durante casi dos años Pablo Chapa Bezanilla, fueron las que terminaron impidiendo investigar las otras relaciones que podían ser menos espectaculares pero mucho más reales para saber porqué había muerto el candidato presidencial. La pregunta básica que se debe responder en cualquier investigación es ¿por qué? Y para ello debe haber datos duros que lo confirmen.

En el caso del accidente de aviación en el que murieron Juan Camilo Mouriño, José Luis Santiago Vasconcelos y otras trece personas el martes 4 de noviembre, asombra la cantidad de mitos conspirativos que se han construido, que van desde el intento de eliminación de los funcionarios desde un helicóptero que sobrevolaba la zona con un misil, hasta el más insólito que asegura que Juan Camilo en realidad no volaba en ese jet y que ya está viviendo en España (seguramente acompañado, buena compañía al fin, de Elvis y John Lennon). Como los datos duros muestran que fue un accidente, los absurdos no desaparecen pero los mitos de la conspiración deben completarse con otros elementos: cómo fue la licitación para contratar el avión y quién la autorizó, cómo se expidieron las licencias de los pilotos, si habían sido empleados o no de Elba Esther Gordillo, y una larga serie de preguntas que pueden servir para explicar otras cuestiones, no el accidente en sí. Un accidente se produce por una combinación de factores, que incluyen la suerte y el destino aunque no nos guste colocarlos en la ecuación, y que van desde las fallas técnicas hasta las humanas, pero que tienen la característica esencial de no haber sido intencionales. Por supuesto que el esquema de contrataciones de empresas privadas afecta la seguridad de los funcionarios (y alguien debería recordar que cuando esa medida se implementó fue aplaudida como una señal de austeridad). Por supuesto que la regulación de la aviación privada es un tema a debate: lo es en México y lo es, en estos días en Estados Unidos; por supuesto que no es racional que tengamos un aeropuerto enquistado en el medio de la ciudad más grande del mundo. Y la lista podría continuar. Pero ninguna de esas razones permite suponer que lo que tuvimos el martes 4 no fue un accidente.

Volvamos al porqué se hubiera podido cometer un atentado. El caso de Mouriño: apenas el viernes anterior había estado comiendo en un muy conocido restaurante en la zona Roma-Condesa con un grupo de amigos: si alguien hubiera querido deshacerse del secretario allí hubiera sido mucho más sencillo hacerlo allí. Mouriño no era precisamente un funcionario encerrado en su oficina, diariamente estaba en lugares públicos, ¿porqué entonces buscar un mecanismo tan bizarro como alterar el equipo de un avión para asesinarlo?. Pero, ¿había alguna razón para eliminar a Mouriño?. La verdad es que no: se podría discrepar o no con él, incluso los rumores sobre su ida a Campeche como candidato a gobernador o a diputado estaban a la orden del día, ¿cuál hubiera sido el objetivo o el mensaje para eliminarlo?

Sí era mucho más delicada la situación de seguridad de José Luis Santiago Vasconcelos, quien tenía precio entre los cárteles de la droga por la notable labor que desarrollo en contra del crimen organizado a lo largo de casi cuatro lustros. Pero José Luis, un buen amigo que ya había sufrido atentados era un hombre que tomaba precauciones pero que en su nueva responsabilidad tampoco tenía un dispositivo de seguridad mayor que el de cualquier funcionario de su nivel. Un ejemplo: comimos unos días antes de su muerte en un restaurante y nos quedamos platicando largos minutos en pleno Paseo de la Reforma: cualquier, decidido a hacerle daño podría haberlo hecho. Una vez más ¿porqué hacerlo de una forma tan compleja y bizarra? Porque el avión no explotó en el aire, no recibió ataque alguno: ¿de dónde sacan personajes como José Antonio Sánchez Ortega que fue derribado el avión por un misil?¿con base en qué pruebas, qué testimonios técnicos verídicos y confiables?. En ocasiones la conspiración no es la que se da para fingir que un atentado se vea como un accidente; a veces la conspiración se da para convertir un accidente en atentado. Y resulta más creíble.

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