Bravo Mena: más de la generación de los 90
Columna JFM

Bravo Mena: más de la generación de los 90

Si la llegada de Fernando Gómez Mont a la secretaría de Gobernación era una señal de que, entre otras cosas, el presidente Calderón estaba buscando reconstruir los acuerdos y alianzas internas que hicieron tan exitoso al panismo en la década de los 90, la incorporación al primer equipo de Los Pinos de Luis Felipe Bravo Mena lo confirma. El ex embajador de México en Roma fue un hombre con una posición relevante en aquellos años, sobre todo por el peso que tuvo como un influyente analista de los principales organismos empresariales que llevó a muchos empresarios a involucrarse en la campaña de Manuel Clouthier, pero, sobre todo, cuando comenzó a transformar Naucalpan, el importante municipio metropolitano, en azul, luego de una muy dispareja campaña electoral en 1990.

Si la llegada de Fernando Gómez Mont a la secretaría de Gobernación era una señal de que, entre otras cosas, el presidente Calderón estaba buscando reconstruir los acuerdos y alianzas internas que hicieron tan exitoso al panismo en la década de los 90, la incorporación al primer equipo de Los Pinos de Luis Felipe Bravo Mena lo confirma. El ex embajador de México en Roma fue un hombre con una posición relevante en aquellos años, sobre todo por el peso que tuvo como un influyente analista de los principales organismos empresariales que llevó a muchos empresarios a involucrarse en la campaña de Manuel Clouthier, pero, sobre todo, cuando comenzó a transformar Naucalpan, el importante municipio metropolitano, en azul, luego de una muy dispareja campaña electoral en 1990.

Nueve años después de aquella campaña, Bravo Mena se convertía en el sucesor del propio Felipe Calderón en la presidencia nacional del PAN. Calderón no había querido buscar la reelección, en aquel momento relativamente distanciado de un Carlos Castillo Peraza que estaba muy desconcertado por el crecimiento del foxismo y su fracasada campaña para el DF en el 97, y la inminente llegada de Fox como candidato presidencial hacía que sus posibilidades de Calderón como líder del partido se perdieran en el torbellino que arrastraba el foxismo. Prefirió dar un paso al costado, irse un tiempo al ITAM y a estudiar a Estados Unidos y eso le abrió el camino a Bravo Mena como presidente del PAN.

No eran, no son lo mismo, Felipe Calderón que su medio tocayo Bravo Mena, como tampoco lo eran el propio Calderón y Gómez Mont. Bravo Mena pertenece a una tendencia más conservadora en el panismo, quizás más cercana a la democracia cristiana y a la iglesia, pero no es un representante de la derecha más conservadora que se ha nucleado en torno a Manuel Espino, quien fue el sucesor de Bravo Mena en el partido. Tan no lo era que, pese a ser presidente del partido durante seis años, pese a ser el presidente del partido que ganó la elección del 2000, Bravo Mena nunca fue tomado en cuenta por el foxismo para ocupar una posición en el gabinete. Cuando concluyó su responsabilidad, discreta (en los tiempos del foxismo los principales operadores políticos no pasaban por el partido y a Luis Felipe el presidente Fox le había colocado como secretario general a Manuel Espino que era quien controlaba el partido real) pidió y le fue otorgada la embajada de México en Roma donde cumplió un muy buen papel. Esa distancia le permitió alejarse de la lucha interna en el PAN por la candidatura y evitar hacer público su apoyo a Felipe Calderón, con el que había tenido, de mucho tiempo atrás, una sólida relación aunque no fueran del mismo grupo político interno.

Ahora llega a Los Pinos en una posición de alta responsabilidad que muy probablemente se ajusta más a la personalidad de Bravo Mena, un hombre sobre todo de trabajo de gabinete, que gusta de la operación en corto y silencioso. Y se vuelve dar, como con Gómez Mont, el giro generacional y político en el equipo presidencial, se vuelve a reconstruir el estilo de ese PAN de los 90, con los entonces jóvenes participantes que ahora son los sucesores de aquellos líderes, paradójicamente para enfrentar, por lo menos en el plano interno, y también en el externo, a buena parte de los mismos grupos con los que rompieron a principios de aquella década.

En esos años rompió con el panismo que encabezaba don Luis H. Alvarez, la derecha del PAN, y que terminó, en su gran mayoría, aliada a López Obrador: allí estaban Bernardo Bátiz, Pablo Emilio Madero, Jesús González Schmal, entre otros políticos destacados. Hoy en el PAN la oposición interna del grupo que proviene del foxismo y que representa públicamente Manuel Espino, aunque tenga varios rostros y aliados, es evidente. Se trata de un enfrentamiento que trasciende lo doctrinario y está en el corazón de muchos de los principales conflictos que vive el país y se agudiza en un momento en el que se acercan las elecciones del 2009. En los hechos, esos grupos, como ocurrió, en otra dimensión a principios de los 90, lo que buscan es desplazar al círculo más cercano de colaboradores del presidente. En aquella época el ataque no era contra don Luis, sino contra Diego Fernández de Cevallos y Carlos Castillo Peraza a los que querían desplazar. Ahora no está centrado en el presidente Calderón, pero lo estuvo contra Juan Camilo Mouriño y contra Genaro García Luna, y contra el llamado Grupo Compacto de la presidencia, que ya no es tal. Lo notable en todo esto, es que no se lo perciba públicamente cuando el propio presidente Calderón se ha referido al tema en forma enfática en dos ocasiones: en la ceremonia de cuerpo presente de las víctimas del accidente del 4 de noviembre, en Campo Marte, cuando defendió a Mouriño, y este fin de semana en Lima, cuando hizo una defensa abierta de la honestidad de García Luna. Esa defensa, no le hubiera garantizado a Juan Camilo seguir en Gobernación si las cosas se hubieran dado de otro modo. Tampoco le puede garantizar a Genaro su permanencia en la SPP, pero lo que deja claro el mensaje presidencial es que si alguno de sus colaboradores de mayor confianza se va o no del gabinete será por una decisión suya, no por la presión de un grupo heterogéneo de poder que extraña los espacios del sexenio pasado.

¿Por qué sale César Nava de la secretaría particular?. Porque el grupo compacto ya no existe como tal y él mismo tenía allí diferencias. También porque César Nava tiene aspiraciones políticas que muy probablemente lo llevarán más temprano que tarde a buscar, con éxito, una posición legislativa. Y porque en esa lógica se ha buscado colocar como un hombre que pueda ser enlace entre las corrientes hoy enfrentadas. Y eso no se puede hacer desde la antesala de Los Pinos.

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