Cárdenas, la coherencia y la respetabilidad
Columna JFM

Cárdenas, la coherencia y la respetabilidad

La foto del presidente Calderón junto con Cuauhtémoc Cárdenas, rindiendo honores a la señora Amalia Solórzano de Cárdenas, esposa del ex presidente Lázaro Cárdenas y madre del fundador del PRD, dice más sobre el respeto mutuo, la tolerancia y la posibilidad de convivir, con todas las diferencias lógicas de la política, en forma armónica y civilizada, que muchas declaraciones.

Para doña Amalia Solórzano, con un abrazo solidario para Cuahtémoc y la familia Cárdenas

La foto del presidente Calderón junto con Cuauhtémoc Cárdenas, rindiendo honores a la señora Amalia Solórzano de Cárdenas, esposa del ex presidente Lázaro Cárdenas y madre del fundador del PRD, dice más sobre el respeto mutuo, la tolerancia y la posibilidad de convivir, con todas las diferencias lógicas de la política, en forma armónica y civilizada, que muchas declaraciones.

En el mismo espacio, en el velatorio de doña Amalia, horas después estuvo Andrés Manuel López Obrador: apenas tuvo un saludo protocolario con Cárdenas. A metros de él se encontraba el jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, pero López Obrador no se dignó ni siquiera a mirarlo, mucho menos a saludarlo. Más tarde llegó Porfirio Muñoz Ledo, que se ha cansado de traicionar su perdida amistad con Cuahutémoc Cárdenas. La mayoría de los asitentes simplemente le puso mala cara o lo ignoró. En ese espacio, en el velatorio de esa gran mujer que fue doña Amalia Solórzano de Cárdenas, no sólo se asistió a la despedida de un personaje importante de la historia reciente de México, sino también tuvimos una suerte de microcosmos de lo que es y puede ser el país del futuro…y el del PRD.

El presidente Calderón y Cuauhtémoc Cárdenas, como ocurrió con su hijo Lázaro cuando éste fue gobernador de Michoacán, han demostrado que se puede convivir, respetar, ser tolerantes y tener posiciones políticas diferentes, incluso encontradas, sin romper las formas institucionales y el respeto mutuo. Durante muchos años se dijo que Cuauhtémoc era el “líder moral” del PRD. En lo personal nunca me gustó ese término: lo de “líderes morales” suele ser una forma elegante de designar otro tipo de liderazgos, no siempre deseables. Sin embargo, con el paso del tiempo, Cuauhtémoc se ha convertido, sin duda, en un referente moral y ético para buena parte de la clase política nacional, sobre todo si lo analizamos de cara al deterioro evidente que ha sufrido su partido en los últimos años, particularmente durante el periodo de la hegemonía, que parece estar concluyendo, de López Obrador.

No se trata de analizar los aciertos y errores que ha tenido Cárdenas a lo largo de su carrera política, lo que importa es su actitud ante la vida y el poder. Se trata de un político digno, respetado y respetable y con quien se pueden tener pequeñas o grandes diferencias pero con el que siempre se puede dialogar. El presidente Calderón, al honrar a doña Amalia Solórzano no sólo estaba haciendo un evidente reconocimiento a una de las primeras damas más influyentes en la historia del país, sino también corroborando el respeto recíproco con Cuauhtémoc Cárdenas. No es un gesto menor.

Comparemos ese gesto, esa personalidad del fundador del PRD con lo que estamos viviendo en estos días en ese partido y en la actuación del lopezobradorismo. El ex candidato presidencial, un personaje soberbio y arrogante, que divide el mundo entre los suyos (incondicionales por definición) y los demás, que siempre son considerados enemigos, no adversarios, no se dignó saludar a su sucesor, Marcelo Ebrard. El pecado de Marcelo ha sido reconocer a Jesús Ortega como presidente del PRD cuando éste no era el candidato de López. Más grave aún: Ebrard ha dicho que quiere ser candidato presidencial, algo inaceptable para un personaje que cree que ése es su destino manifiesto.

La diferencia está en la personalidad. Después de las cuestionadas elecciones de 1988, muchos le proponían a Cárdenas que desconociera al gobierno, las instituciones e incluso había quienes proponían trabajar en una suerte de movimiento insurreccional. Cárdenas apostó a consolidar instituciones y a trabajar en la transformación democrática del país, a crear un partido, el PRD, para consolidar su participación política, electoral y legislativa. Acertó y cometió errores: su momento más alto lo tuvo en 1997 con el arrollador triunfo en la ciudad de México con el mejor discurso electoral que el PRD ha enarbolado en toda su historia. Pasaron los años, y López Obrador desplazó a Cárdenas: lo hizo traicionándolo y utilizando todas las armas del poder para consolidar su propio liderazgo. Y lanzó una línea codiciosa, caminando siempre en el límite de la legalidad y que hizo de la agresión, desde la verbal hasta la física, una línea de conducta. Polarizó a la sociedad y puso a una mayoría en su contra. No aprendió la lección y lo que ha hecho desde 2006 hasta ahora ha sido ahondar la polarización, apostar al derrumbe de las instituciones  y, perdió en el camino el control del PRD: ahora trata de destrozarlo desde dentro. En esa carrera son aceptables y vistos con lealtad personajes que van desde René Bejarano hasta Rosario Ibarra, desde Gerardo Fernández Noroña hasta Dante Delgado, pero son desechados, considerados enemigos desde Cuauhtémoc Cárdenas hasta Jesús Ortega, desde Marcelo Ebrard hasta Ruth Zavaleta.

En las últimas semanas a trabajado para vaciar al PRD. Primero impulsó, con la disciplina acrítica de los dirigentes de esos partidos, una coalición entre Convergencia y el PT para tener su propia base partidaria. Luego, cuando la senadora Josefina Cota decidió regresarse a la bancada del PRD, de donde había salido “a préstamo” para que el PT pudiera construir su “propia” bancada legislativa, López Obrador le ordenó a Ricardo Monreal que dejará el grupo parlamentario del PRD del que era subcoordinador, para convertirse en un senador más del PT. El tema no es político, es de pesos y centavos y el lopezobradorismo quiere los millones que hacen la diferencia entre el ser o no una bancada en el senado de la república. Monreal dijo que el suyo era un acto de coherencia. Lo será con López, porque no lo es con el PRD ni con él mismo.

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