Calderón, Obama y las alianzas estratégicas
Columna JFM

Calderón, Obama y las alianzas estratégicas

La visita del presidente Calderón a Washington ha sido mucho más exitosa de lo que se esperaba, ha logrado pasar de la formalidad protocolaria a establecer algunos puntos de inicio muy importantes en el relanzamiento de la relación bilateral. Es verdad que en muchas ocasiones, en este tipo de encuentros se dicen muchas cosas que al final no se cumplen, pero ahí quedan para el registro algunos compromisos que no son menores: Barack Obama dijo, a un semana de asumir el poder, que la interlocución con América latina pasará en buena medida por la relación con México, lo que hace más importante aún la reconstrucción de relaciones que la cancillería ha logrado con varios países de la región, sobre todo con Cuba, donde se hará imprescindible una intermediación de cara a la transición que más temprano que tarde tendrá que realizarse en la isla. Obama ha destacado también la necesidad de profundizar las políticas de seguridad y de lucha común contra el narcotráfico, incluyendo una revisión mucho más estrecha de la venta de armas de Estados Unidos a México y habló, también, de actualizar el TLC.

La visita del presidente Calderón a Washington ha sido mucho más exitosa de lo que se esperaba, ha logrado pasar de la formalidad protocolaria a establecer algunos puntos de inicio muy importantes en el relanzamiento de la relación bilateral. Es verdad que en muchas ocasiones, en este tipo de encuentros se dicen muchas cosas que al final no se cumplen, pero ahí quedan para el registro algunos compromisos que no son menores: Barack Obama dijo, a un semana de asumir el poder, que la interlocución con América latina pasará en buena medida por la relación con México, lo que hace más importante aún la reconstrucción de relaciones que la cancillería ha logrado con varios países de la región, sobre todo con Cuba, donde se hará imprescindible una intermediación de cara a la transición que más temprano que tarde tendrá que realizarse en la isla. Obama ha destacado también la necesidad de profundizar las políticas de seguridad y de lucha común contra el narcotráfico, incluyendo una revisión mucho más estrecha de la venta de armas de Estados Unidos a México y habló, también, de actualizar el TLC.

Prácticamente lo mismo planteó Calderón: una estrategia nueva, conjunta contra el crimen organizado, insistió en el tema de las armas, y tanto en la reunión con Obama como con los congresistas (e incluso en el encuentro de despedida con George Bush) habló de la profundización del TLC, incluyendo, dijo, temas laborales y ambientales. Pero fue más allá Felipe Calderón e insistió en el encuentro en el Instituto Cultural Mexicano (la antigua embajada de México, antes de que fuera trasladada a unas cuadras de la Casa Blanca, en la avenida Pennsilvania) con la propuesta de una “alianza estratégica” entre México y Estados Unidos.

No es un tema menor: si realmente se piensa avanzar en una alianza estratégica se debe retomar el camino que, por distintas razones, se perdió después del 11 de septiembre del 2001, por responsabilidad de Estados Unidos y también de México. Allí el daño más grave no estuvo solamente en que Washington enfocó desde entonces todas sus baterías hacia el terrorismo y luego en su catastrófica aventura en Irak, ni tampoco, en sí, en que México, como muchos otros países, no apoyara esa intervención militar en la ONU. El error más grave se cometió el propio 11 de septiembre y en las horas posteriores, cuando pese a la insistencia del entonces secretario Jorge Castañeda, el gobierno de Vicente Fox no se decidió por ofrecer el respaldo y el apoyo incondicional que se requería ante un ataque terrorista de las dimensiones del 11-S. Desde entonces la relación perdió rumbo, se agudizó con el tema Irak, con la violencia en la frontera, con el incremento geométrico de la venta de armas desde Estados Unidos a México y el reblandecimiento de la lucha contra el narcotráfico en varios lugares del país. México cumplió escrupulosamente en ese periodo y después, con las medidas de seguridad global que fue implementando Estados Unidos y en ello ha habido antes y ahora un amplio reconocimiento, pero no fue hasta el encuentro de Calderón y Bush en Mérida, que se trató de colocar la relación sobre proyectos estratégicos que fueran más allá de los acuerdos puntuales. De ahí salió la Iniciativa Mérida, la primera desde el 2001 con una visión de largo plazo y de colaboración real pese a todas sus limitaciones, pero con la administración Bush ya no había mucho más que construir. Había que esperar.

Ahora con el inicio del gobierno de Obama se pueden hacer muchas cosas y deben, como dijo el propio Calderón, orientarse hacia la construcción de una verdadera alianza estratégica con Estados Unidos y Canadá. Ello no debe debilitar ningún otro lazo diplomático (como el papel que juega España en la Unión Europea no debilita sus lazos con Latinoamérica, al contrario, los fortalece) y debería consolidar la posibilidad de una visión común. Ella hoy no termina de existir ni en México ni en Estados Unidos, y se debe reconstruir.

La crisis, paradójicamente, es una oportunidad histórica para transitar por ese camino: son demasiadas las cosas que tendrán que cambiar en la Unión Americana y en su relación con el mundo para sobrellevar la crisis y regresar a un sendero de recuperación. En su comparencia para la confirmación ante el Senado, apenas ayer la próxima secretaria de Estado, Hillary Clinton, que conoce México y fue la que llevó el voto latino para Obama, insistió en que se debe hacer un esfuerzo “más profundo” en establecer una alianza contra el narcotráfico con México porque el mismo representa un “peligro común” y también sostuvo que se debe asumir que hoy “Estados Unidos no puede resolver los problemas más apremiantes por su cuenta y el mundo no puede resolverlos sin Estados Unidos”. En esa lógica, la posibilidad de establecer acuerdos mucho más profundos, alejándose, como también lo pidió Hillary Clinton ante el Senado, de las decisiones rígidamente ideológicas para establecer una suerte de “matrimonio de principios y pragmatismo”,  puede estar el espacio para avanzar en esa alianza estratégica.

La pregunta no es si resulta necesaria (es imprescindible y es el destino lógico de México en la conformación de grandes bloques regionales), sino si la clase política está dispuesta a asumirla a ambos lados de la frontera. No habrá, no puede haber pasos extraordinarios y que establezcan esos acuerdos de un día para el otro. No es posible ni deseable: pero sí es posible tener la visión estratégica de hacia dónde se puede y debe marchar, y a partir de allí establecer los lazos, los acuerdos, los pactos que permitan avanzar hacia ese objetivo. Y el momento para hacerlo es ahora. Es verdad que la administración Obama tiene que resolver muchos problemas, de todo tipo, en muchos lugares del mundo. Por eso México, para Obama (y su gobierno para México) debe ser parte de la solución y no del problema.

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