Slim, Lozano, choque de trenes, zona de confort
Columna JFM

Slim, Lozano, choque de trenes, zona de confort

Las cartas han quedado muy claramente sobre la mesa. En pocas ocasiones en este sexenio el gobierno federal ha decidido salir a enfrentar a los verdaderos factores de poder desde su perspectiva, desde su visión de las cosas, se comparta o no la misma. En el argot futbolístico se habría dicho que había aflojado demasiado la marca y quizás que estaba jugando simplemente a no perder, y así casi nunca se gana. La reforma electoral era un ajuste de cuentas de un grupo de legisladores con los medios y con la ciudadanía, sin saber a ciencia cierta porqué, pero la reforma salió y fue aceptada por el gobierno como un compromiso para que salieran, a su vez, las reformas fiscal y energética.

Las cartas han quedado muy claramente sobre la mesa. En pocas ocasiones en este sexenio el gobierno federal ha decidido salir a enfrentar a los verdaderos factores de poder desde su perspectiva, desde su visión de las cosas, se comparta o no la misma. En el argot futbolístico se habría dicho que había aflojado demasiado la marca y quizás que estaba jugando simplemente a no perder, y así casi nunca se gana. La reforma electoral era un ajuste de cuentas de un grupo de legisladores con los medios y con la ciudadanía, sin saber a ciencia cierta porqué, pero la reforma salió y fue aceptada por el gobierno como un compromiso para que salieran, a su vez, las reformas fiscal y energética. Estas también salieron adelante pero terminaron en reformas, ahora que está de moda el término, fallidas, incompletas, sin capacidad real para transformar el sector: no fue, en ninguno de los casos, lo que realmente se necesitaba. De la reforma del Estado no hemos vuelto a saber nada. Algo similar ocurrió después con las reformas al sistema de seguridad y justicia. Todo ha quedado incompleto, con un compendio de buenas o malas intenciones, pero de todas formas casi imposible de transformar en algo operativo, eficiente, para recaudar, para generar inversiones en el sector energético, para tener un Estado más eficaz, para brindar verdadera seguridad y justicia a la población.

Ahora el tema es la reforma laboral. En el foro sobre la crisis (¿para qué sirve un foro para debatir sobre una crisis?¿cuándo se comprenderá que los foros parecen, como ocurrió en el caso de la reforma energética, sólo un mecanismo para dilatar los procesos políticos y legislativos urgentes y no tomar decisiones?) el empresario Carlos Slim auguró graves complicaciones como consecuencia de la crisis, desde una ola de desempleo y desinversión hasta una situación que él mismo dijo que no quería que pareciera “catastrofista”, pero que podía tener ese tipo de consecuencias. La declaración no gustó en el gobierno, primero porque choca con la visión sobre la necesidad de ponderar en forma equilibrada la situación del país y segundo porque de una forma u otra termina abonando la tesis, tan rechazada por las autoridades, de que existe el peligro de que México se convierta en un Estado fallido.

No creo que esta última haya sido la intención de Slim, pero lo cierto es que así fue leída. A eso se suma la evidente disputa que mantiene el empresario más poderoso del país respecto a temas de telecomunicaciones y tenemos algo así como la tormenta declarativa perfecta.

Tampoco sé si la respuesta tuvo la forma más indicada pero el secretario del Trabajo, Javier Lozano, que estaba presente en el mismo foro que Slim y que ya había mostrado su desacuerdo con lo expresado por el empresario, ayer ofreció una conferencia de prensa en la que refrendó una inédita salida del gobierno federal a defender, con dureza incluso, sus propias posiciones. "El segundo hombre más rico del mundo, el empresario más importante de México, dijo Lozano, que se ha hecho rico, por cierto, gracias a las condiciones de nuestra economía y del mercado interno, en un país de tantas desigualdades e inequidades, precisamente por esa circunstancia, debería ser más cauteloso al emitir sus pronósticos y proyecciones. Más bien, agregó como para que no cupiera duda de la posición del gobierno federal, debería decirnos cómo él y las empresas de su grupo van a enfrentar la crisis y retomar la senda del crecimiento; que se comprometa con todos nosotros a no despedir a ni una persona, que se comprometa a mantener el poder adquisitivo de sus trabajadores, que se comprometa a seguir invirtiendo en México".

Creo que Slim tiene más méritos que los que le adjudica el secretario del Trabajo. Creo también que las condiciones del país no necesariamente tendrían que llevar a un escenario tan dramático como el planteado por el empresario. Y nadie puede negar que detrás de todo ello existe una suerte de choque de trenes entre el gobierno y el Slim que no es nuevo, que viene de tiempo atrás (desde la precampaña electoral) y que ahora ha hecho eclosión política, económica y mediática. Las posiciones son encontradas e involucran a buena parte de la estructura de poder, de los partidos y de las principales empresas privadas. Incluso los recientes conflictos en la SCT son consecuencia del mismo, y van mucho más allá de las opiniones sobre la generación de empleos en el país.

Es una lucha de principios pero también de intereses encontrados, en donde el gobierno federal no puede quedar neutral. Como dijo el propio presidente Calderón, hablando de la campaña electoral pero probablemente mucho más de estos conflictos que trascienden y engloban a la propia elección de julio, en la entrevista con Excélsior ,“no seré contendiente pero sí puedo opinar”. Y hoy lo hizo por el gobierno federal Javier Lozano, uno de los pocos funcionarios del gabinete que, con aciertos y errores, y sabiendo que con ello asume costos personales, suele salir de la zona de confort para adentrarse en el debate y la lucha política. Se podrá o no estar de acuerdo con él o con la posición gubernamental, pero ya iba siendo hora de que el gobierno federal comenzara a dejar en claro qué piensa de los diferentes capítulos de la vida nacional y a trabajar en su agenda, que no tiene porqué ser la misma ni confluir con la de otros actores políticos o empresariales. Sólo así podrá ir a una elección tan plebiscitaria como será la de julio con cartas en su mano.

Y hablando de elecciones. Algo debe ocurrir porque las mismas provocan alucinaciones. Alguien vio comer a Diódoro Carrasco con José Murat (desde hace años que eso no ocurre) el mismo día y a la misma hora que Carrasco estaba comiendo, lejos de allí, con Miguel Angel Yunes. Lo dicho, las alucinaciones que provocan los juegos del poder.

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