Ni proyecto de nación, ni proyecto de selección
Columna JFM

Ni proyecto de nación, ni proyecto de selección

Muy pocos apostaban a que la selección nacional de fútbol pudiera superar a su similar estadounidense. Ocho derrotas en diez juegos eran una estadística para tomar en cuenta. Pero sobre todo parecía existir la convicción de que ese triunfo no era posible. Así es como, en muchas ocasiones, las peores profecías se terminan convirtiendo en realidad. Y ello se aplica al fútbol, a la seguridad, a la crisis económica o la política.

Muy pocos apostaban a que la selección nacional de fútbol pudiera superar a su similar estadounidense. Ocho derrotas en diez juegos eran una estadística para tomar en cuenta. Pero sobre todo parecía existir la convicción de que ese triunfo no era posible. Así es como, en muchas ocasiones, las peores profecías se terminan convirtiendo en realidad. Y ello se aplica al fútbol, a la seguridad, a la crisis económica o la política.

Pero nadie debería extrañarse: la selección, quizás como nunca (o como siempre) es el reflejo de lo que somos, lo qué esperamos, para qué luchamos, cómo actuamos como sociedad. Nuestro seleccionado tiene una magnífica generación de jugadores, quizás los mejor preparados en nuestra historia, con capacidad de competencia en el extranjero y una visión más moderna de las cosas. El técnico es un hombre prestigiado y que ha dado muestras de su talento en el exterior, pero pareciera que no acierta a comprender la mentalidad de sus jugadores: sus mitos, sus prejuicios, sus miedos, y tampoco ha tenido el tiempo suficiente como para imponerles una visión del juego diferente, quizás porque entre otras razones no quieren entenderlo. O porque él no sabe cómo hacerlo.

Lo cierto es que las buenas individualidades se pierden cuando deben jugar como un equipo: no hay coordinación real, los esfuerzos individuales en algunos casos son notables pero insuficientes, no hay tampoco alguna estrella con capacidad como para desequilibrar las cosas. El conjunto, por lo tanto, es endeble y su mentalidad perdedora. Ante la adversidad se vence, se achica, entra en su zona de confort o se refugia en otra trampa: la violencia. Dice el presidente de la Federación Mexicana de Futbol, Justino Compeán que a Rafael Márquez, que ya ha sido expulsado cuatro veces como seleccionado, “lo traiciona la garra”. Pero eso no es verdad, nunca le sucede en el Barcelona donde la combinación de equipo e individualidades es todo: a Márquez lo “traiciona” la impotencia, el querer transformar las cosas con un golpe de fuerza. A lo macho, diría el incombustible Hugo Sánchez.

Desde la acera de enfrente hay seguidores fieles, cada vez menos, que esperan que aparezcan los resultados, las actitudes, el juego de conjunto. Los duros, exigen la destitución del técnico, la remoción de jugadores y se ocupan de debatir desde quién debe ser el capitán hasta el número idóneo de naturalizados que deberían jugar en el equipo. Todos, unos y otros, en el fondo creen que hay mala suerte (si hubiera entrado ese gol en el minuto dos), una falta de justicia que va más allá de la casualidad (si hubieran cobrado el penal que le hicieron a Gio), una especie de destino manifiesto imposible de cambiar (jugaron como siempre y perdieron como siempre) y una mentalidad perdedora que abruma.

Lo procesos largos, el trabajo constante y tenaz para obtener resultados no nos gusta. Es preferible apostar a las personalidades, al momento. Javier Aguirre fue un buen técnico, pero decidió irse a Europa, tenía razón. Quizás la selección nunca jugó tan bien como con Ricardo La Volpe, pero el hombre era antipático, un hígado, y aunque hubiera perdido un juego excelente que mereció ganar contra Argentina, mejor iniciar un nuevo proceso con alguien simpático para los medios. Y ahí llegó Hugo Sánchez, para algunos tan antipático como La Volpe, para otros un triunfador. Pues resultó que no, que con los puros güevos, como decía Hugo, no era suficiente. Y entonces había que traer a alguien con cartel internacional aunque ni siquiera se hubiera imaginado México más allá de alguna playa caribeña, y llegó Sven. Olvidemos a los anteriores o a los que vendrán: ¿qué tienen en común esos cuatro técnicos, cuál es el proyecto que se quiere imponer, para qué se trabaja?. Cuanto se tiene un proyecto de largo plazo, con objetivos concretos, por supuesto que pueden cambiar las personas que lo dirigen, pero se supone que si el proyecto es el mismo, las personalidades encargadas de él tendrían que tener un panorama y una visión por lo menos común de esos grandes objetivos. En nuestro fútbol (y en nuestra política) eso no existe: todo se reduce a calificar, como sea, para el siguiente mundial (o la siguiente elección); otros esperan el fracaso para poder colocarse ellos en su lugar; a muchos otros no les importa, siempre se puede hacer negocio y vender ilusiones. A veces ganan unos, en ocasiones los otros. Lo cierto es que no tenemos un proyecto de selección porque no tenemos, tampoco, un proyecto de nación: uno que sea común, que marque objetivos, que persista en ellos, que cambie ante la situación coyuntural pero que mantenga la visión estratégica. Y sobre todo que convierta una mentalidad de derrota histórica en una de ganadores por esfuerzo propio y colectivo. Que exija resultados pero también calidad.

Sin ello, sin un proyecto de nación, o si se quiere del fútbol que queremos, sin que todos nos sintamos parte de él, mirando más el futuro que el pasado, tendremos sólo triunfos coyunturales o derrotas recurrentes.

Segundo tiempo

Hace unos años, López Obrador y su gente realizaron una feroz campaña para impedir, a como diera lugar, que María Elena Pérez Jaen fuera consejera del instituto de transparencia en el DF. No lograron su objetivo. Ahora, la guerra por el control del instituto viene por un segundo periodo de acusaciones y agresiones contra Pérez Jaen comprensibles por su origen, pero en las que alguien ha engañado, como lo hizo años varios con varios periodistas, nada menos que al propio Jorge Carpizo. ¿Sabrá el ex rector para quiénes está trabajando?.        
PD: el próximo domingo, a las 23 horas lo invito a que me acompañe en un nuevo espacio, el regreso de Séptimo Día en el canal Proyecto 40. Y los miércoles allí estaremos, a las 21.45 horas. Otra vez, gracias.

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