Políticos jugando con el narcotráfico
Columna JFM

Políticos jugando con el narcotráfico

Una de las consecuencias menos deseables de la actual coyuntura de seguridad pública que estamos viviendo es una partidización lamentable del tema. La seguridad es, por supuesto, un capítulo de la agenda política, pero si estamos ante un desafío mayor que involucra autoridades federales, estatales y municipales, la división y las recriminaciones recíprocas son el mejor modelo para llevar esa batalla al fracaso.

Una de las consecuencias menos deseables de la actual coyuntura de seguridad pública que estamos viviendo es una partidización lamentable del tema. La seguridad es, por supuesto, un capítulo de la agenda política, pero si estamos ante un desafío mayor que involucra autoridades federales, estatales y municipales, la división y las recriminaciones recíprocas son el mejor modelo para llevar esa batalla al fracaso.

Los últimos días han demostrado que nuestra clase política no parece estar preparada ni siquiera para los papeles que ella misma se ha otorgado. Los errores surgen de todas partes: Gerardo Ruiz Mateos con su declaración parisina, ligera y sobre todo desafortunada por especulativa, que ahora desde ciertos ámbitos oficiales se quiere dar por buena y que incluso el propio presidente del partido parece refrendarla al decir que son los gobernadores priistas los que no han apoyado la lucha contra el crimen organizado. Por otra parte, el presidente de la cámara de diputados, César Duarte, asegurando que lo que sucede es lo contrario: que el gobierno federal “ha dejado solo” al gobierno de su estado y que por ello la ola de ejecuciones y el atentado contra el gobernador José Reyes Baeza que intentó ser minimizado hasta convertirlo, casi, en un incidente vial, como si un enfrentamiento entre su custodia y un comando de sicarios en el que participaba por lo menos un ex militar, que dejó muertos y heridos pudiera ser minimizado. En el PRD reclaman mayor firmeza del gobierno federal en la lucha contra el crimen, mientras no dicen ni una palabra que un ex funcionario de López Obrador esté detenido por su participación en el asesinato de un general y que el alcalde con licencia de Ixtapaluca, Mario Moreno Coronado, esté arraigado por colaborar con el narcotráfico.

Todos están equivocándose: no es verdad como dice el presidente nacional del PAN que los gobernadores priistas no colaboran en la lucha contra el narcotráfico. Algunos lo hacen, otros prefieren no involucrarse, otros juegan con diversas cartas simultáneamente. Pero lo mismo sucede con los gobernadores panistas y perredistas. Y la situación se pone aún peor cuando bajamos a los ámbitos municipales. Si no se comprende que la corrupción o la intimidación derivada de la delincuencia organizada no respeta banderas partidarias ni ideologías no podemos entender el tipo de fenómeno que estamos enfrentando.

Se equivoca Duarte al decir que el gobierno federal ha dejado solo al gobierno de su estado o a cualquier otro. La administración Caldrón podrá haber cometido muchos errores pero ninguno ha pasado por el haber abandonado un solo estado del país en la lucha contra el narcotráfico. El problema es otro: no existen fuerzas federales suficientes para atacar el problema en forma integral y los propios partidos han bloqueado la posibilidad de contar con una policía federal centralizada. Pero tampoco se han asumido a nivel estatal y municipal los compromisos integrales que se requieren. Volvamos a Ciudad Juárez: hace unos meses, la enorme mayoría de sus policías no pasaron las pruebas de control de confianza. Llegó un nuevo mando, un mayor retirado del ejército que comenzó a poner orden en la corporación y hacerla operativa. Esta misma semana tuvo que renunciar por las amenazas del narcotráfico. Viendo las cosas desde otro espectro partidario, en Cancún, en un municipio gobernado por el PRD, uno de los generales más preparados para este tipo de tareas, es asesinado a las horas de ser presentado oficialmente y de ello se encarga una banda dirigida por el propio secretario de seguridad pública municipal. Esos hombres fueron enviados por la federación, ha habido apoyo, incluso sin reciprocidad. Pero sabemos que con el actual esquema de seguridad y con los huecos que se han dejado en términos legales cumplir con ello es por lo menos difícil.

Me resulta más preocupante la lectura que se quiere dar ahora a la famosa frase de Ruiz Mateos en París sobre un hipotético futuro presidente proveniente del narcotráfico. Creo que el secretario de Economía se equivocó: su papel y su responsabilidad pasan por otros andariveles claves para el futuro del país, sobre todo en medio de la crisis económica internacional más importante en décadas. Tampoco es para crucificarlo por esa declaración. Pero resulta peor que ahora se deje trascender que en realidad no fue un error sino una apreciación real. Claro que la misma existe, tanto como que en el futuro tengamos como presidente a un buen samaritano (sin duda está más cercana la primera opción), pero el problema es que en política no se puede, en esos niveles, especular. Y a eso se suma que existe una maniobra muy evidente. Hace algunos meses, el ex presidente Fox volvió a rescatar la vieja acusación de que Manlio Fabio Beltrones habría tenido alguna relación con el narcotráfico, a partir de acusaciones que venían, a su vez, del tristemente célebre periodo de Chapa Bezanilla en la PGR y que fueron reproducidas en una serie de reportajes en el New York Times que les valió a los autores un premio Pulitzer otorgado con ligereza y también una demanda presentada por Beltrones en los propios Estados Unidos que éste ganó y los autores perdieron. El hecho es que no existe prueba alguna que el actual coordinador de los senadores priístas haya tenido alguna relación con el narcotráfico, sencillamente no es verdad y las autoridades, de aquí y de Estados Unidos, lo saben. La pregunta entonces es porqué volver a resucitar ese fantasma y la respuesta es electoral. Con una adición: en varios sectores del panismo a quien ven como su verdadero adversario en el PRI es a Beltrones. Y quieren ajustar cuentas con él desde ahora. Le están dejando al propio Beltrones un espacio de operación cada vez mayor: al atacarlo sin fundamento están haciendo crecer a quien consideran, con o sin razón, como su principal adversario.

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