La historia que no conocemos
Columna JFM

La historia que no conocemos

Hay historias oficiales, historia alternativas e historias que no conocemos: la de la denominada guerra contra el narcotráfico es una de ellas. La mejor demostración lo tuvimos, en el contexto del éxito indudable de la visita de Hillary Clinton, con lo divulgado en torno a dos detenciones muy importantes: a fines de la semana pasada fue encarcelado en Coahuila, aunque su principal centro de operaciones era Monterrey, Sigifredo Nájera, apodado El Canicón y encargado de la operación de los Zetas en la capital regiomontana. Una par de días después, fue detenido Héctor Huerta, apodado El Barba, su homólogo del cártel de los Beltrán Leyva en la ciudad. Entre los dos son responsables de muchos de los principales hechos de violencia que se han dado en Nuevo León en los últimos años.

Hay historias oficiales, historia alternativas e historias que no conocemos: la de la denominada guerra contra el narcotráfico es una de ellas. La mejor demostración lo tuvimos, en el contexto del éxito indudable de la visita de Hillary Clinton, con lo divulgado en torno a dos detenciones muy importantes: a fines de la semana pasada fue encarcelado en Coahuila, aunque su principal centro de operaciones era Monterrey, Sigifredo Nájera, apodado El Canicón y encargado de la operación de los Zetas en la capital regiomontana. Una par de días después, fue detenido Héctor Huerta, apodado El Barba, su homólogo del cártel de los Beltrán Leyva en la ciudad. Entre los dos son responsables de muchos de los principales hechos de violencia que se han dado en Nuevo León en los últimos años.

Pues bien, ambas detenciones fueron presentadas por las autoridades como grandes éxitos pero en ningún  momento las autoridades mostraron la historia que hay detrás de ellas y la interrelación que mantenían ambos grupos, la dimensión real del golpe. La subprocuradora Marisela González incluso anunció, como si fuera una novedad, que Huerta, de los Beltrán Leyva, se había reunido con los representantes de los Zetas, entre ellos Nájera, para establecer un acuerdo para distribuir las zonas de venta de drogas.

Es verdad, pero el tema no es ese. Uno de los méritos, con todos los problemas y errores que pudieran existir, de la actual estrategia contra el crimen organizado es que llevó a la ruptura de las alianzas tradicionales de los grupos del narcotráfico. Hasta mediados del 2006, la llamada Federación estaba integrada por los grupos de Sinaloa (El Chapo Guzman, Zambada, Coronel, Esparragoza y todas sus vertientes), por los Beltrán Leyva, de Sonora, y los grupos de Juárez que encabeza Vicente Carrillo. En 2006 la alianza entre éste último y los grupos de El Chapo Guzmán y el Mayo Zambada se rompió, y lo hizo de una forma estruendosa: en pleno Culiacán fue asesinado Rodolfo Carrillo (hermano de Vicente) junto con su esposa. Allí comenzó una etapa de la guerra entre los propios cárteles de la droga, misma que se profundizó cuando, un año después, los Beltrán Leyva también rompieron con el cártel de Sinaloa. Los Beltrán consideraban que se habían convertido en los principales operadores de esa organización y que podían expandirse mucho más. Visto retrospectivamente, la fecha coincide también con la penetración, expuesta en la Operación Limpieza, que los Beltrán lograron en la SIEDO y la PFP.

Desde esa fecha se da un realineamiento clave en este proceso: los Beltrán, el cártel de Juárez y los Zetas establecen una alianza en la que participa también uno de los grupos que se desprenden de lo que queda del cártel de los Arellano Félix. En los hechos con esa alianza estarían en posibilidad de controlar prácticamente toda la frontera. Por eso 2008 se convierte en el año de los más brutales enfrentamientos entre esos nuevos grupos aliados y sus rivales, muy poderosos, de lo que se llama el cártel de Sinaloa pero que abarca buena parte del país. Y por eso también la disputa se concentra en Ciudad Juárez y ese tramo de la frontera, y en todo el recorrido de la ruta que llega desde las costas de Sinaloa hasta Presidio en Texas, la ruta más corta y directa para introducir droga desde el Pacífico hasta el centro de los Estados Unidos, para desde allí distribuirla a todo el país (y por eso la violencia en otros puntos que cruza esa ruta, como Durango).

Lo notable, entonces, no es que Huerta se hubiera reunido alguna vez con los Zetas para redistribuir una plaza del narcomenudeo, sino que los personajes detenidos, Huerta y Nájera, eran aliados que juntos, cada uno para su organización, buscaban controlar la segunda ciudad más importante del país reflejando un acuerdo que iba mucho más allá de ellos. El golpe conjunto y simultáneo a los jefes de las dos organizaciones aliadas en Monterrey, prácticamente las deja huérfanas y sin posibilidades, por lo menos a corto plazo, de retroalimentarse una de la otra. Son detenciones que inutilizan redes, como ocurrió hace poco más de una semana con otras dos detenciones muy importantes y también poco publicitadas: la de los jefes de la plaza de los Zetas en Cancún, Quintana Roo simultánea con la del encargado de Reynosa, Tamaulipas, por el mismo cártel: el control del Golfo de México por parte de esa organización se mueve desde esos dos extremos. Y ambos se cortaron en forma casi simultánea, quizás no destruyendo pero por lo menos afectando seriamente una red estratégica.

Si esas detecciones y decomisos, si la larga lista de logros que, por ejemplo, presentó ayer el secretario de seguridad pública, Genaro García Luna ante la señora Clinton, no se colocan en un contexto, si no se cuenta la historia de esta “guerra” no se puede diferenciar y valorar en su justa dimensión qué son batallas (ganadas o pérdidas), qué escaramuzas, qué golpes se reciben y cuáles se dan y qué dimensión tienen. Y esa es una historia esencialmente política, que involucra las técnicas policiales y de seguridad pero que debe ser parte de la narrativa política del gobierno y del país, para comprender cuál es el proceso que se está viviendo. Y en muchos, demasiados casos, las autoridades no nos están contando esa historia.

La oficialización de la llegada de Jorge Tello Peón al Sistema Nacional de Seguridad Pública puede ser clave no sólo para la coordinación de los esfuerzos de seguridad, policiales y militares, de la Federación, los estados y municipios, sino también para otorgarle a todo ello lo que puede dar Tello por su experiencia previa: una dimensión política y una narrativa estratégica al proceso. La gente no puede asimilar, sin una explicación clara, el número de muertos, de decomisos, de detenidos. “La verdad está ahí afuera”, decían en aquella exitosa serie Los Expedientes X. Así es: se trata de explicarla y exhibirla.

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