Los ordenamientos imposibles
Columna JFM

Los ordenamientos imposibles

Salvo aquellos que siguen especulando dolosamente con un supuesto complot o invento de la epidemia de influenza, no cabe duda que, en general, las autoridades han reaccionado con rapidez y acciones efectivas ante el desafío que implicó hacerlo frente en forma imprevista a un virus nuevo y cuya capacidad de transmisión era, sigue siéndolo, en buena medida, desconocida.

Salvo aquellos que siguen especulando dolosamente con un supuesto complot o invento de la epidemia de influenza, no cabe duda que, en general, las autoridades han reaccionado con rapidez y acciones efectivas ante el desafío que implicó hacerlo frente en forma imprevista a un virus nuevo y cuya capacidad de transmisión era, sigue siéndolo, en buena medida, desconocida.

Pero ha habido también una suerte de sobre reacción que ha generado costos, económicos y sociales, muy altos en buena parte de la sociedad. Algunas de esas decisiones provinieron de la necesidad de frenar la expansión del virus y de la sorpresa del brote. Otras, ya lo hemos dicho, fueron provocadas por simple protagonismo político, sin mayores reflexiones. Fue positivo que se tomaran medidas rápidas, que se cancelaran las clases y que se aprovechara el puente del pasado fin de semana para desacelerar la actividad económica y lograr un descenso considerable en el contagio. Con menor movilización social hubo mayor capacidad de control. Pero también se ayudó a infundir una suerte de pánico que permitió que mucha gente tomara conciencia del desafío pero que fue aprovechado también para que se generaran desde presiones hasta inventos políticos, exhibiendo, de paso, a aquellos gobernantes que exigen solidaridad y apoyo, visiones comunes y terminan ejerciendo acciones xenófobas inadmisibles. También para reconocer las auténticas acciones solidarias que han tomado otros.

Pero hubo medidas imposibles de comprender fuera de secas consideraciones políticas. En primer lugar el cierre de restaurantes. El costo que la decisión del gobierno del DF adoptó sin consultar con el gobierno federal, con la industria, con los trabajadores e incluso con los sectores con mayor experiencia epidemiológica, resultó quizás el mayor golpe económico, de imagen y social, en esta crisis. La medida no tenía razón de ser. El GDF la defendió porque le resultaba imposible echarse para atrás después de ese desatino que buscaba fortalecer la imagen del jefe de gobierno, pero el daño ya estaba hecho y costará aún bastante tiempo recuperar al sector, sobre todo por las repercusiones que ello tuvo, no sólo en el mismo, sino en otros asociados como el turismo (¿cómo convencer a alguien de ir a un destino turístico donde el gobierno está tan temeroso que cierra hasta los restaurantes?¿cómo comprender que mientras éstos son obligados a cerrar, los puestos callejeros siguieran su vida normal?).

Pero a partir de hoy existen otros ordenamientos, tomados en los ámbitos locales y federales que tampoco resultan comprensibles, por la sencilla razón de que son inaplicables. Me parece perfecto que no se use corbata, nadie la necesita. Pero ¿cómo hará el IFE, que apenas si puede con las elecciones, controlar que cada autobús utilizado para llevar gente a un mitin se lave con un compuesto en el que se utilicen ocho cucharadas soperas de desinfectante por cada litro de agua, como lo ordena en su nuevo reglamento; o que en los mismos actos de campaña exista una distancia de 2.2 metros entre cada asistente; o que los candidatos y la gente no se puedan saludar de beso o de mano. Una cosa es recomendar algo: otra muy diferente es ordenarlo sin tener la más remota posibilidad de hacerlo cumplir. Abrirán cines y teatros, qué bueno, pero las normas para que funcionen no tienen lógica alguna: ¿quién querrá ir a un cine si entre cada espectador deberá haber dos butacas vacías y una fila de separación ante cada uno que esté ocupada?¿alguien querrá ir con su pareja, sus amigos o sus hijos en esas condiciones?. Se reanudan las tareas laborales pero nadie nos explica cómo se hará para mantener la misma distancia de 2.2 metros entre cada trabajador que se recomienda: en las empresas de comunicación es imposible, pero me imagino que en donde existan líneas de producción ello es lisa y llanamente una utopía. En los restaurantes se podrá comer pero también con distancia entre las mesas, algo que suena lógico, pero lo que descompone la cosas es que no se aclare porqué los restaurantes bar no podrán abrir, considerando que todos los que expenden bebidas alcohólicas están en esa categoría.

Quedan pendientes puntos tan importantes cómo quién se hará cargo de los salarios caídos en estos días, en los sectores que tuvieron prohibida su operación (¿alguien tiene idea cómo y a quién se le pagaron los 50 pesos diarios que se dijo que se le entregaría a los meseros de los restaurantes cerrados y por qué sólo a ellos y no a los demás trabajadores del sector?); cómo se apoyará al turismo y los sectores económicos más afectados; qué decisiones fiscales se adoptarán para facilitar la recuperación. Todo eso es importante, pero más aún es hacerlo en un contexto donde las normas tengan claridad y sencillez en su aplicación. Y hoy muchas de esas normas parecen ser muy confusas y sin un sentido práctico concreto.

Es verdad que Estados Unidos, por ejemplo, puede imponer condiciones diferentes a las nuestras. Pero allá, donde ahora sabemos que surgió el primer brote de influenza tipo A al mismo tiempo que en México, se han tomado, por supuesto precauciones, pero éstas han sido muy precisas y sin reacciones extremas. Y en la actualidad en la Unión Americana hay algunos centenares de personas contagiadas por el virus, como en México. Mientras la epidemia existe a ambos lados de la frontera, allá no se ha suspendido un solo vuelo, no se han hecho cancelaciones turísticas, no se han suspendido actividades esenciales y el propio presidente Obama estuvo con un grupo de mexicanos celebrando y saludando de mano y beso, el 5 de mayo en la Casa Blanca. Eso hace una diferencia que se debería considerar. Como que todos estemos, por aquí, indignados con la actitud del gobierno chino, pero casi nadie recuerde que el primero que cerró las fronteras con México y no ha pronunciado ni un mensaje solidario, fue el gobierno cubano.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *