Los agujeros del queso
Columna JFM

Los agujeros del queso

Analizando la propuesta presentada por el PRI para enfrentar la emergencia económica, no se perciben demasiadas diferencias respecto a lo planteado por el gobierno federal, pero existen algunos puntos que son centrales y que, paradójicamente, abonan exactamente en lo mismo que los priistas critican a las propuestas de la administración federal: faltan los cómo se podrá realizar lo que se plantea.

Para Valeria y Federico, por su nuevo camino

Analizando la propuesta presentada por el PRI para enfrentar la emergencia económica, no se perciben demasiadas diferencias respecto a lo planteado por el gobierno federal, pero existen algunos puntos que son centrales y que, paradójicamente, abonan exactamente en lo mismo que los priistas critican a las propuestas de la administración federal: faltan los cómo se podrá realizar lo que se plantea.

El documento del PRI comienza con la retórica a la que nos tienen acostumbrados nuestros políticos, casi todos, cuando abordan estos temas y se propone, ni más ni menos, reemplazar un “modelo económico” que “está agotado” y recuperar, “sobre nuevas bases”, el empleo y el crecimiento en el corto plazo. Retórica aparte, el programa incluye varios puntos muy positivos, interesantes, y coincide en varios aspectos con lo planteado por el presidente Calderón, lo que nos debería hacer suponer que habrá posibilidades ciertas de acuerdos sobre ellos, pero deja abierta la mayor interrogante: ¿cómo se financiará el ambicioso plan de desarrollo que plantea el priismo?

Porque es precisamente en ese punto donde flaquea la propuesta. ¿Qué se propone en ese ámbito?. Lo de siempre. Dice que se debe “disminuir la dependencia fiscal en hidrocarburos”, y que se reformará la política fiscal “combatiendo la elusión-evasión”. Para ello propone revisar el presupuesto de gastos fiscales para incrementar los recursos tributarios. En otras palabras lo que se propone es reducir las exenciones fiscales de personas físicas y empresas y por ello el documento explica que las exenciones del ISR equivalen a 1.7 por ciento del PIB, mientras que el IVA en medicinas y alimentos equivaldría al 0.8 por ciento. Como un mantra dice que “no al IVA en medicinas y alimentos”, sin asumir que ese es uno de los principales espacios para la elusión-evasión que quiere, con razón, combatir. Y luego plantea algo que también puede ser pertinente que es evaluar la conveniencia de mantener la dualidad entre el ISR y el IETU. Está muy bien, pero con ninguna de esas medidas se garantiza siquiera llenar el hueco que en las finanzas públicas ha dejado la crisis.

El miércoles entrevistaba a David Penchyna y el talentoso legislador priista me decía que en una situación de crisis es una locura imponer nuevos impuestos. Puede ser, depende de los impuestos y del equilibrio que se le quiera dar a todo el sistema. Pero en los hechos la propuesta del PRI establece mayores impuestos vía el ISR para quienes ahora son contribuyentes y como suele suceder, no adopta medida alguna para ampliar la base y tener impuestos generalizados. Y no lo hace porque el ISR, cuando hay más de un 30 por ciento de la población económicamente activa que trabaja en la informalidad, no puede convertirse en ese instrumento, y el rechazo a imponer impuestos generalizados al consumo les impide tener una solución al problema que ellos mismos se plantean. David, con razón, me decía que nuestro esquema fiscal es como un queso gruyere lleno de agujeros y que ellos querían, ahora, taponarlos. Y está bien, pero ¿por qué sólo taponar los agujeros para quienes pagan ISR y no para todos vía el impuesto al consumo?. Porque los mayores agujeros de ese queso se dan en la cadena productiva rota por esa exención de IVA a medicinas y alimentos y en muchos otras áreas. Por allí se fugan miles de millones de pesos (una cantidad muy superior a ese 0.8 por cietno del PIB del que habla la propuesta) que, paradójicamente, no benefician a los consumidores ni al fisco porque se quedan en las manos de algunas grandes empresas comercializadoras.

Han dicho priistas y perredistas que aumentar el impuesto a la renta (es lo que se plantea cuando se habla de eliminar exenciones al mismo) es más equitativo que el impuesto al consumo. Y suelen utilizar el ejemplo estadounidense y las propuestas que está realizando el gobierno de Obama de aumentar el ISR para los sectores de altos ingresos, pero olvidan un pequeño detalle: primero, que en Estados Unidos y en todos los otros países de cierto grado de desarrollo, existe un IVA generalizado, sin excepciones. Y en el caso de la Unión Americana, todos pagan el ISR: lo pagan, aunque no les respeten sus derechos ni reciban beneficios, hasta nuestros paisanos que trabajan indocumentados. No es nuestro caso, pero hacia allí habría que ir. Se podrían y deberían quitar todas las exenciones al ISR e incluso se lo podría reducir para aumentar el consumo, y con un impuesto al mismo, también sin excepciones, las cadenas fiscales (el queso del que hablaba David) se quedaría sin agujeros y la recaudación podría aumentar reduciendo algunas cargas fiscales. Con la propuesta que han presentado los priistas, y la que están analizando los otros partidos, no habrá ningún incremento sustancial en la recaudación, no se rellenarán los agujeros del queso fiscal y se cargará con más costos a quienes ya pagan.

El otro punto preocupante en la propuesta es que se ignora a la inversión privada. En el capítulo de reactivación económica se habla de “incentivos fiscales para capitales que participen en inversión productiva” pero no se dice cuáles serían y en el capítulo fiscal no se aborda en absoluto el tema. Lo demás, son tareas del sector público: becas, apoyo a PYMES, utilización de manos de obra intensiva, recursos de las Afores para infraestructura, repatriación de capitales y exenciones fiscales (¿no que había que acabar con ellas?) a vehículos compactos y semicompactos. Pero no hay un solo punto que implique con claridad la necesidad de impulsar la inversión privada por encima del gasto público. Pareciera que se sigue pensando que es el Estado el que genera riquezas, crea empleos y sostiene la economía, en lugar de pensar que debe ser el que establece las condiciones para ello. Y ese es un mal endémico en la política nacional.

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