La política, entre borrachazos y juanitos
Columna JFM

La política, entre borrachazos y juanitos

La mitología política nacional ha sido alimentada en estos días por dos hallazgos fenomenales: el primero es nada menos que Rafael Acosta, Juanito, quien ahora se dice convencido de que asumirá la jefatura delegacional de Iztapalapa y que ha generado, con ello, innumerables especulaciones sobre quién lo maneja o patrocina y las versiones van desde Gerardo Fernández Noroña y López Obrador hasta el PAN y Felipe Calderón.

La mitología política nacional ha sido alimentada en estos días por dos hallazgos fenomenales: el primero es nada menos que Rafael Acosta, Juanito, quien ahora se dice convencido de que asumirá la jefatura delegacional de Iztapalapa y que ha generado, con ello, innumerables especulaciones sobre quién lo maneja o patrocina y las versiones van desde Gerardo Fernández Noroña y López Obrador hasta el PAN y Felipe Calderón.

La segunda surgió con el secuestro aéreo del miércoles e insiste en verlo como una maniobra de distracción para que no se pusiera atención en el paquete económico presentado un día antes por el Ejecutivo federal.

En este punto se ha dicho de todo. Y todo parece absurdo. Plantear que el secuestro realizado por un tipo medio o del todo desquiciado que quería advertir al presidente de un inminente terremoto ante el fatídico, para él, 09,09,09 (que leía como el diabólico 666) fue una acción de distracción para evitar que se prestara atención al paquete económico parece ridículo y es una muestra más de la tradicional paranoia nacional, sobre todo si se toma en cuenta que tendría que planearse una larga sucesión de distractores de aquí al 15 de noviembre cuando se supone que ese paquete tendría que estar aprobado.

El paquete económico concentrará el debate durante semanas y se ve difícil que un personaje como José Mar Flores pudiera ocupar ese espacio. En todo caso, lo que se requiere es un verdadero y profundo debate sobre la política y las opciones económicas, debate que, en estos días, luego de que fue presentado el martes, no se ha dado ni siquiera por aproximación.

El secuestro aéreo aunque haya rozado lo ridículo sirvió, sin embargo para otras cosas: primero verificar el grado de seguridad de los aeropuertos. El de Cancún es el segundo con mayor tráfico aéreo del país y si se comprueba que Flores pudo pasar los controles de seguridad con sus latas y cables armados como si fueran un explosivo esa seguridad habría sido vulnerada. Pudiera ser así pero si, como se dijo, este personaje no portaba ni armas ni pólvora no tendría porqué haber sido visto como una amenaza, aunque no deja de ser algo cómico que un cortaúñas haga sonar las alarmas de seguridad y sea decomisado y el “equipo” de este personaje pudiera llegar hasta la aeronave. El otro punto es que los dispositivos antiterrorismo parecen haber funcionado adecuadamente, por lo menos como entrenamiento en tiempo real sirvió el borrachazo del señor Flores.

Lo que no deja de ingresar de lleno en el ridículo es la actitud del diputado local en Quintana Roo por el PT, Hernán Villatoro, que ha armado un escándalo porque no se le “respetó el fuero” cuando fue bajado del avión con otras personas para ver si, como decía el secuestrador, éste tenía cómplices entre el pasaje. ¿Alguien podría explicarle al diputado local que el fuero no es para tener impunidad y mucho menos para evitar ser investigado, incluso para establecer su identidad, en una situación de emergencia como lo es un secuestro de avión?¿qué pretendía? ¿que como dijo que era diputado local antes de establecerlo con certidumbre se le dejara ir pese a que el secuestrador decía que con él iban otras dos personas también con explosivos?. En ningún lugar del mundo, ante un hecho de estas características, una indagación en el propio aeropuerto de menos de una hora puede ser considerada una violación del “fuero constitucional”. Por cierto ¿cuándo decidirán los legisladores acotar esta figura que tanto demerita, por los excesos que se cometen a su sombra, la imagen de los propios congresistas?

La otra cara del ridículo político es el sainete de Iztapalapa. Como ya dijimos en otra oportunidad, lo de Rafael Acosta, Juanito, podría ser cómico si fuera porque está en juego el futuro de más de dos millones de personas, una población mayor que los municipios de Guadalajara o Monterrey, y que en su mayoría viven en una situación de precariedad. Sería cómico si no estuviera en juego un presupuesto para esa delegación superior, en el 2010, a los 4 mil millones de pesos y si detrás de todo esto no hubiera una maniobra política destinada a desconocer, a darle vuelta, a las leyes. Cuando un mes antes de la elección, para reventar la posibilidad de que la corriente de René Arce se quedara con Iztapalapa, Gerardo Fernández Noroña le propuso a López Obrador la trampa de impulsar a Juanito en contra de la candidata perredista Silvia Oliva, para que luego le regalaran la delegación a Clara Brugada, se estaba dando la vuelta a la ley y a la más elemental ética política. La escena del 16 de junio con Juanito “protestando” ante un López Obrador que socarrón le decía “Juanito no te la vas a creer” es parte ya de nuestra historia nacional de la infamia política.

Pero resultó que Juanito se la creyó, y ahora todo mundo en el perredismo y satélites cercanos están buscando quien está detrás de Juanito para que cumpla con lo que debería ser su obligación legal: asumir el mando de la delegación e intentar gobernarla durante tres años. El resultado no va a ser bueno, suceda lo que suceda. Si Juanito se va será una burla para los electores, como lo fue su propia elección. Si se queda, simplemente viendo cómo ha cambiado de posición en las últimas semanas, nos podremos imaginar cómo piensa gobernar la demarcación.

Mientras tanto, el otro espectáculo, menos mediático pero políticamente más importante lo dio el Instituto Electoral del DF anulando las elecciones de dos delegados electos del PAN, Demetrio Sodi y Carlos Orvañanos. Si alguien pensaba que en el IEDF quedaba aunque sea una pizca de imparcialidad, ya puede ir perdiendo las esperanzas. Lo sucedido es, sencillamente vergonzoso.

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