Los anexos de la muerte
Columna JFM

Los anexos de la muerte

Es un hecho lamentable, pero no está equivocado el gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza respecto a lo que está sucediendo en muchos supuestos centros de rehabilitación de adicciones en Ciudad Juárez y en diversos puntos del país.

Para Margarita y Mauricio, deseándoles siempre lo mejor.

Es un hecho lamentable, pero no está equivocado el gobernador de Chihuahua, José Reyes Baeza respecto a lo que está sucediendo en muchos supuestos centros de rehabilitación de adicciones en Ciudad Juárez y en diversos puntos del país.

Esta semana se dio un ataque en esa ciudad fronteriza contra el centro denominado Anexo de Vida AC, ubicado en una zona marginal de la ciudad, en la colonia Barrio Azul. Allí llegó un comando que atacó el lugar con granadas y dejó un saldo de diez jóvenes muertos. Dos semanas atrás, el pasado 2 de septiembre, otro comando ingreso en un centro de adicciones, escogió a 18 personas y las asesinó. Puede haber entre las víctimas jóvenes, personas que no estaban involucradas en delito alguno y que lo único que buscaban era genuinamente rehabilitarse y dejar las drogas, pero lo que está sucediendo, como dijo Reyes Baeza y aunque se escuche políticamente incorrecto, es que los grupos del crimen organizado están creando centros contra adicciones que en realidad son casas operativas que sirven para todo, desde refugio hasta espacio de capacitación y en ocasiones de operación, sobre todo para actividades de narcomenudeo.

El centro atacado el 2 de septiembre era controlado por una de las pandillas más activas y violentas de Ciudad Juárez, denominada los Aztecas, con una fuerte presencia en los barrios marginales y que protagonizó hace semanas un violentísimo enfrentamiento en el cereso de Ciudad Juárez, donde asesinaron a varios integrantes de pandillas contrarias. En esta ocasión en el centro Anexo de Vida, se trató, aparentemente como en el caso anterior, de un ataque de integrantes del grupo denominado La Línea, en realidad el viejo cártel de Juárez que encabeza Vicente Carrillo Fuentes, contra sus anteriores socios y ahora acérrimos enemigos del cártel de Sinaloa, que lidera Joaquín El Chapo Guzmán.

Este grupo tiene una añeja relación con distintas organizaciones de pandilleros, comenzando por la Mara Salvatrucha y otros grupos centroamericanos y de la frontera sur (por la presencia histórica que ha tenido allí el cártel de El Chapo Guzmán) y también del otro lado de la frontera norte, sobre todo para la construcción de redes de distribución de drogas. Según la información oficial, estarían penetrando en Juárez a partir del control sobre estas pandillas y como éstas operan cada vez más amparándose en este tipo de centros de allí provienen esos enfrentamientos.

Un punto es importante: la organización que popularizó la presencia y creación de centros de adicciones como casas operativas, fue el cártel de la Familia michoacana, mezclando en su caso un muy elaborado y eficiente, para sus objetivos, discurso que fusionaba el factor religioso con  la violencia. Fue uno de sus líderes, Rafael Cedeño, detenido en abril pasado, el que controlaba esa estructura, a partir de albergues contra drogas en el cual, según su propio testimonio, adoctrinaron a unos 9 mil jóvenes en los últimos años. Había de todo: desde grupos en donde, al comenzar la “instrucción”, uno de ellos, elegido al azar, era asesinado frente a todos los demás para demostrar qué sucedería con quien los traicionara, hasta grupos que eran convencidos de que había que acabar con los narcotraficantes en forma violenta…y que terminaban matando a los rivales de esa organización criminal convencidos de que estaban ayudando en la lucha contra el narcotráfico. Recordemos que la Familia michoacana está aliada al cártel del Pacífico y enfrentada con el de Juárez y sus aliados de Los Zetas y los Beltrán Leyva.

Pero no son éstas las únicas casas de rehabilitación que se han detectado involucradas en hechos delictivos. Existen denuncias de centros de estas características, sobre todo en Tlaxcala y Puebla, que son utilizados para secuestros express por grupos criminales y otros que sirven para esconder víctimas del tráfico de personas, sobre todo relacionado con la prostitución.

El problema de fondo es que, ante el explosivo aumento del consumo de drogas y las ausencia hasta hace unos años de una política de Estado (independientemente de esfuerzos notables realizados por algunas personalidades y organizaciones, públicas y privadas) para el tratamiento de las mismas, proliferaron los anexos, los centros de rehabilitación, las casas para tratamientos sin control alguno. En ocasiones inspirados en Alcohólicos Anónimos, en otras en grupos religiosos o sociales, en muchos casos con buenas intenciones y en otros como parte de procesos lisa y llanamente enfermizos. De la misma forma que me ha tocado ver algunos centros que trabajan en forma admirable, he podido conocer algunos que mazmorras donde los adictos son tratados con una brutalidad inconcebible. Y no hay ni control ni un protocolo claro establecidos por las autoridades para seguir esos tratamientos e internarse allí. Tampoco información suficiente en las familias, parejas y amigos de los adictos lo que los lleva a buscar cualquier solución por desesperada que parezca.

Con el tiempo, ese descontrol ha ayudado a que florezcan centros que en realidad son manejados por los propios grupos del crimen organizado. Lo que está sucediendo, vulnere o no lo políticamente correcto, debe obligar a que se canalicen muchos más recursos a quienes realmente están trabajando con seriedad en el tema, como los Centros de Integración Juvenil y algunas instituciones públicas y privadas, pero que también exista una norma y un control estrictos que impidan que ningún centro de estas características pueda trabajar sin instalaciones adecuadas, sin permisos y un registro y sin personal realmente calificado para atender las adicciones.

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