Silva Petriciolet y el abismo de la corrupción
Columna JFM

Silva Petriciolet y el abismo de la corrupción

La detención de Abel Silva Petriciolet no es el fin de la que podría considerarse la investigación más compleja y difícil sobre la industria del secuestro en nuestro país, sino, en los hechos, el comienzo del proceso que deberá desentrañar una trama que involucra, como nunca antes, a innumerables integrantes de las fuerzas de seguridad, sobre todo de la Policía Judicial del DF, como soporte y parte operativa de una organización criminal.

La detención de Abel Silva Petriciolet no es el fin de la que podría considerarse la investigación más compleja y difícil sobre la industria del secuestro en nuestro país, sino, en los hechos, el comienzo del proceso que deberá desentrañar una trama que involucra, como nunca antes, a innumerables integrantes de las fuerzas de seguridad, sobre todo de la policía judicial del DF, como soporte y parte operativa de una organización criminal.

Las preguntas que están pendientes y que comenzarán a responderse a partir de esta detención realizada por la Policía Federal (y en una investigación donde ha jugado un papel notable Luis Cárdenas Palomino) son innumerables: primero, se podrán esclarecer por lo menos 22 casos de secuestros en los que participó directamente esta organización; segundo, se deberá saber qué sucedió realmente con el secuestro de Fernando Martí y quién se robó, y todo señala cada vez más a integrantes de la Policía Judicial del DF, los cinco millones de pesos que se pagaron por el rescate de Fernando y que no llegaron a los secuestradores. En relación con este caso, se pondrá en claro también la situación jurídica de quienes habían sido detenidos con anterioridad, como Sergio Ortiz, el Apa y la llamada comandante Lore. La procuraduría capitalina ha logrado establecer sólo algunas líneas de relación, sobre todo a través de un automóvil robado que se utilizó para abandonar el cuerpo de Fernando y por un teléfono celular en el que se realizaron algunas llamadas para la negociación, pero no ha podido ir más allá. Por lo pronto, en su declaración preliminar, Silva Petriciolet ha hablado de los secuestros, los retenes, de quiénes participaban en ellos y del asesino material de Fernando Martí y no reconoce como participantes en ellos a los supuestos integrantes de la llamada banda de la flor.

Se tendrá que saber, también, porqué fue asesinado el joven Antonio Equihua. Y qué sucedió con el secuestro y asesinato de la señora Yolanda Cevallos Coppel, en un caso en el cual los mandos antisecuestros de la policía judicial del DF sabían con hasta diez días de antelación que se realizaría el secuestro y no sólo no hicieron nada para evitarlo sino que terminaron participando en él y en una rocambolesca acción de rescate terminaron asesinados la víctima, el aparente jefe de la banda de secuestradores y dos mandos de los grupos de reacción inmediata de la PJDF.

Se deberá terminar de establecer el tipo de relación que mantuvieron los Petriciolet con el cártel de los Beltrán Leyva, con el fin de que estos grupos fueran su cuerpo de protección en el DF y, además, asesinaran a mandos de la Policía Federal. Pero por sobre todas las cosas, se deberá establecer hasta dónde llega la participación de los integrantes de los cuerpos policiales en la organización. Recordemos que ésta nació como una grupo criminal formado básicamente por policías, con la llamada banda de Los Tiras y que desde entonces hasta ahora ha crecido con base en la protección de elementos y mandos de la policía capitalina. Las investigaciones han puesto de manifiesto que los límites de esa organización hoy parecen estar, pese a los golpes dados, muy lejos de haberse alcanzado.

Porque algo tiene que estar muy podrido en las estructuras de seguridad de la capital del país cuando no sólo un número hasta ahora desconocido (entre detenidos e investigados van por lo menos unos 30 elementos) de sus miembros están participando en bandas de secuestradores (al momento de ser detenido el propio Silva Petriciolet estaba custodiado por tres elementos de la policía judicial del DF), sino cuando también además de participar, se roban el dinero de un rescate sabiendo que condenan a muerte a su víctima; cuando saben desde días antes de un secuestro, no lo impiden y terminan participando en él, y luego para borrar pistas mueren la víctima, el secuestrador y los mandos policiales que intervienen en el fallido rescate; cuando se ligan con el narcotráfico para matar a otros agentes. Con la captura de Silva Petriciolet se cierra un capítulo, pero aún hay mucho, demasiado, por descubrir.

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