Una izquierda que ignora a la gente
Columna JFM

Una izquierda que ignora a la gente

Luego de las dudas y contradicciones iniciales —lo que demostró que la medida había tomado por sorpresa por lo menos a la mayoría de ellos—, en el PRI sus principales dirigentes han sabido definir con claridad su posición respecto a la liquidación de Luz y Fuerza del Centro: tanto Enrique Peña Nieto como Manlio Fabio Beltrones han apoyado la medida e insistido en que no podía seguir operando una empresa con semejante déficit. Habrá que esperar y ver qué sucede en la Cámara de Diputados, donde Francisco Rojas fue más dubitativo que Beltrones y Peña. No ha dicho nada sobre el tema, por lo menos hasta el momento de escribir estas líneas, la presidenta del partido, Beatriz Paredes.

Luego de las dudas y contradicciones iniciales, lo que demostró que la medida había tomado por sorpresa por lo menos a la mayoría de ellos, en el PRI sus principales dirigentes han sabido definir con claridad su posición respecto a la liquidación de Luz y Fuerza del Centro: tanto Enrique Peña Nieto como Manlio Fabio Beltrones han apoyado la medida e insistido en que no podía seguir operando una empresa con semejante déficit. Habrá que ver qué sucede en la cámara de diputados, donde Francisco Rojas fue más dubitativo que Manlio y Peña, y esperar, no ha dicho nada sobre el tema, por lo menos hasta el momento de escribir estas líneas, la presidenta del partido, Beatriz Paredes.

En el PRD se ha dado la reacción esperada: una mezcla de opiniones y juicios temerarios que oscilan entre la descontextualización del tema hasta la más directa mentira. En última instancia, por más que se intenten establecer algunos grises lo cierto es que la posición que se impondrá es la de López Obrador y Fernández Noroña (¿no es todo un editorial la foto del mitin del lunes donde aparecen juntos López, Noroña, Martín Esparza y el operador de René Bejarano, Agustín Guerrero?) que establece, según el tabasqueño que en realidad, la liquidación tiene como objetivo, primero, golpear a un sindicato que lo apoya y segundo, privatizar la empresa. Que un sindicato como el SME lo apoye es comprensible y además, a su bolsillo (o al de su movimiento) se van muchos de los recursos que deberían destinarse a los afiliados. Pero la privatización de la empresa es lisa y llanamente una mentira: existe una prohibición constitucional expresa y para poder revertir eso se requería, entre muchos otros, buena parte de los votos en el congreso del propio PRD. Fernández Noroña, como siempre, fue más brutal: él simplemente opinó que quedan “sólo dos opciones, que se derogue el decreto liquidador o que Calderón renuncie”. Así, con sencillez.

Con matices se han ido en esa misma línea los demás dirigentes del PRD incluyendo un Marcelo Ebrard que perdió una inmejorable oportunidad para establecer una distancia con el lopezobradorismo y un acercamiento con la sociedad que gobierna. Marcelo, como Jesús Ortega y otros dirigentes de ese partido, decidieron enfocarse en la liquidación del sindicato como una medida política, sin decir una palabra respecto a sus excesos y actos de corrupción, a la ineficiencia de la empresa y su déficit, mucho menos a los daños que esa ineficiencia acarrea a los habitantes y empresas de la ciudad de México cuyos intereses debería defender el gobierno local. Y esa ha sido la norma de los defensores del sindicato y de Luz y Fuerza: ninguno ha dicho una palabra respecto a los derechos de la gente, de quienes pagan por ese servicio sin recibirlo adecuadamente. Han defendido a Esparza, a la autonomía sindical, a la soberanía nacional (¿y qué diablos tiene que ver Luz y Fuerza con la soberanía nacional?) pero no han tenido tiempo de preocuparse y defender a la gente de los abusos de una empresa ineficiente y un sindicato corrupto. Han tenido tiempo de respaldar a Esparza, sus caballos criollos, sus ranchos y sus gallos de pelea, pero no de aceptar que no es posible que, además de recibir un mal servicio, la gente tenga que pagar tarifas en muchas ocasiones estratosféricas, derivadas de la corrupción o la ineficacia, por ese mismo servicio; o peor aún, que se tenga que pagar un suerte de impuesto adicional en todo el país, de 42 mil millones de pesos, para subvencionar esa empresa y ese sindicato.

Y es que no les importa la gente, sólo su espacio de poder y en este caso la pérdida de una fuente importante de recursos y contingentes de movilización para lo que fuera necesario. Si les interesara lo que dice la gente verían sin mayor problema que más del 80 por ciento de la población apoya la medida y que apenas un 18 por ciento (¿casualmente el porcentaje de electores del bloque PRD-PT-Convergencia?) creen que Luz y Fuerza será reemplazada por una empresa privada. Y una izquierda que prefiere defender su espacios de poder y recursos a costa de la gente pierde toda su razón de ser.

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