El costo de no contar con una izquierda seria, que pueda servir como un contrapeso real en los equilibrios del poder, lo acabamos de observar en la votación del paquete económico para el 2010.
El costo de no contar con una izquierda seria, que pueda servir como un contrapeso real en los equilibrios del poder, lo acabamos de observar en la votación del paquete económico para el 2010.
Decía esta semana Cuauhtémoc Cárdenas, y tenía toda la razón, que un partido que tiene sólo el 12 por ciento de los votos no se debe preocupar tanto por quién será su candidato presidencial, porque no tiene posibilidad de ganar las elecciones, sino de establecer con claridad su propuesta política para recuperar electores. El presidente del partido, Jesús Ortega, banalizó los dicho por Cuauhtémoc, argumentando que en 1991 el PRD tuvo incluso menos votos que este año y que en el 94, sin embargo, tuvo candidato presidencial, el propio Cárdenas.
Es verdad, pero no reflexiona en los porqué. El hecho es que luego de casi ganar las elecciones en 1988, el naciente PRD se equivocó una y otra vez, casi tanto como de 2006 en adelante. Sufrió, es verdad, una fuerte presión gubernamental, infinitamente mayor que la actual, porque las condiciones del país eran otras, pero incluso así, a diferencia de lo que ahora ocurre con el lopezobradorismo y buena parte del PRD, optó por una apuesta a la legalidad y la participación democrática, un aporte indudable de Cárdenas. En 1991, es verdad, le fue muy mal, no llegó al 10 por ciento de los votos. No deja de ser una extraña paradoja que quienes operaron esa elección desde el PRI, para quitarle la mayor cantidad de votos al PRD, sobre todo en su bastión del DF, hayan sido Marcelo Ebrard, ahora jefe de gobierno y precandidato presidencial perredista, y quien era entonces su jefe, Manuel Camacho, ahora convertido en el responsable de unificar a las izquierdas.
El hecho es que al no tener claro un proyecto de país, una plataforma partidaria que fuera más allá de la oposición al gobierno, el PRD desapareció, como le ocurrió ahora con el paquete económico 2010, del debate, simplemente no fue tomado en cuenta ni supo como integrarse al proceso de profundas reformas que se dieron entre 1992 y 1993 y que fueron aprobadas por el PRI y el PAN. El último, por cierto, ciclo de reformas reales, de fondo, que ha vivido el país. Esa es el cuestionamiento que estaba haciendo Cauhutémoc, no sé si autocríticamente o no, pero eso es lo que estaba en el corazón de la reflexión que desechó Ortega.
Y por eso el PRD ha quedado tan mal en este proceso. Primero, porque si en 1991 se había quedado sin respuesta, hoy corre, incluso, el peligro de quedarse sin el propio partido. Hoy el PRD no tiene perfil, atrapado entre el caciquismo cada vez menos redituable de López Obrador y sus confrontaciones internas. Lo vivido durante toda la semana lo demuestra. En el conflicto del SME, apoya al sindicato, aunque pierda a las clases medias, porque es parte del propio partido y uno de sus sostenes económicos, pero el sindicato simpatiza más con López Obrador. Al mismo tiempo, el sindicato le tiene que pedir a López que no llegue al Zócalo el pasado jueves porque le resta legitimidad al movimiento. Ortega se queda deshojando la margarita sin saber si va a la marcha o con los perredistas que tienen elecciones en Tabasco. Queda mal con los dos. En las elecciones de Tabasco y Coahuila llega el desastre: López pierde en su estado todo, hasta Macuspana, y queda como una lejana segunda fuerza. En Coahuila el PRD lucha por salvar el registro y en buena parte del estado el Verde se convierte en tercera fuerza. En la negociación sobre el paquete económico no es tomado en cuenta porque no tiene peso, atrapado entre sus propias indefiniciones y un ala lopezobradorista que el PRI y el PAN saben que no respetará ningún acuerdo: ¿para qué incorporarlos entonces a la negociación?
Cumpliendo rigurosamente con el guión, el PT y un grupo de perredistas ultras, apenas 19 legisladores, toman la tribuna y hacen su show. Para la gente es el PRD, sin más, y Fernández Noroña y compañía, se convierten en los voceros de hecho el partido, aunque no pertenezcan a él. Ortega, el mismo día que rechaza esa toma de tribuna está firmando un nuevo acuerdo de unificación con los tomadores de tribuna, y mientras negocia una alianza con el PAN en Oaxaca, López Obrador está acusando a los panistas, en Oaxaca, de ser unos traidores a la patria. Mientras tanto, para bien o para mal, el PRI y el PAN, olvidándose del PRD, ya habían acordado todo el paquete económico para el 2010.