El debate sobre el paquete fiscal parece influido por Marx, pero no por Carlos sino por Groucho: “la política, decía Groucho, es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Y eso es lo que parecen estar haciendo buena parte de nuestros congresistas, sus dirigentes partidarios y el gobierno, en un debate que cada vez se parece más a un perro buscando morderse la cola.
El debate sobre el paquete fiscal parece influido por Marx, pero no por Carlos sino por Groucho: “la política, decía Groucho, es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados”. Y eso es lo que parecen estar haciendo buena parte de nuestros congresistas, sus dirigentes partidarios y el gobierno, en un debate que cada vez se parece más a un perro buscando morderse la cola.
Todos saben que la solución a los problemas fiscales que nos agobian no pasan por las medidas que están impulsando, defendiendo o incluso a las que se oponen; saben que se requiere mucho más; saben que están construyendo parches y que lo único que están haciendo es buscando cerrar un agujero presupuestal sin recurrir a reformas de fondo, reales. El problema no es el IVA a 15 o a 16 por ciento, no es el impuesto al Internet o a la cerveza, no es si ganan los gobernadores o los senadores, el problema es que nadie nos ha podido explicar cuál es el sentido profundo de esas medidas, qué tipo de esquema fiscal se quiere construir y en qué se quieren utilizar esos recursos. Y lo único que han ganado es el rechazo de una ciudadanía que está cansada de ser la convidada de piedra en estos temas.
Es difícil saber cómo está el debate en estas horas si nos basamos exclusivamente en los temas fiscales porque las consideraciones reales son políticas. El aumento del IVA quiere ser tirado abajo por los senadores no porque sea bueno o malo, sino como reacción a dos hechos: el que surgiera de una acuerdo en el que no participaron y en el cual la lucha interna, soterrada pero real, del PRI por la candidatura del 2012 (e incluso más: es la lucha por definir el nuevo equilibrio de fuerzas de ese partido previo a ese proceso) resulta evidente, y como respuesta a las torpes declaraciones de César Nava sobre la paternidad de ese impuesto.
En ese entramado, y como si no se aumenta el IVA habría que llenar un hueco de miles de millones de pesos, las soluciones terminan siendo las de siempre: más endeudamiento y recurrir a un precio de referencia del petróleo más alto, mientras que comienzan a surgir las ideas peregrinas como establecer un impuesto inmobiliario nuevo que termina recayendo, una vez más, en las clases medias.
Para sacar adelante el paquete fiscal, Hacienda le está reclamando al PAN en el senado, que no ceda “un ápice” respecto a lo aprobado en la cámara de diputados. No parece que vaya a ser así porque no ha habido el trabajo político previo imprescindible para ello. Los senadores le pidieron a Hacienda alternativas para negociar y se les dijo que no las hay, como antes se había dicho que no había un plan B para el impuesto generalizado del 2 por ciento y luego se buscó algo así con el aumento del IVA al 16 por ciento, lo que fue negociado con el PRI sin informarle a los panistas hasta que estuvo acordado.
Ahora al decirles que no hay alternativas a lo aprobado en la cámara baja, lo que se está impulsando entre los panistas es que haya cambios marcados por otros. Vaya paradoja, el paquete fiscal ahora está en profunda revisión en el senado porque el presidente del PAN dijo que era, en otras palabras, malo e insuficiente y que era responsabilidad del PRI el haberlo aprobado así, pero ahora quien más lo defiende es la propia secretaría de Hacienda, que le pide al PAN que haga lo mismo mientras los priistas quieren cambiarlo.
Cambios van a darse: la retroactividad fiscal en el tema de la consolidación, por ejemplo, no pasará salvo que se quiera profundizar la distancia existente con la iniciativa privada. Habrá cambios también en el código fiscal, porque hay errores en la propuesta aprobada por los diputados. Pero nada de eso es lo realmente importante: no se habla de impuestos generalizados; no se habla de aumentar la base de contribuyentes (es más, el PRD parece empeñado en reducirla: es el único partido que propone mantener la retroactividad en la consolidación y eliminar el impuesto sobre depósitos en efectivo, uno de los pocos medios de tocar fiscalmente a parte de la economía informal); el paquete fiscal no ha sido acompañado de ninguna propuesta presupuestal: en la mayoría de los países serios se plantea qué, cómo y cuando se cobrará fiscalmente para apoyar estrategias concretas, en nuestro caso se planteó algo así con el 2 por ciento y la lucha contra la pobreza, pero el tema fue olvidado cuando se cambió el paquete fiscal.
Nadie sabe qué saldrá de todo esto, pero en pocas ocasiones nuestra clase política nos ha dejado con tan mal sabor de boca y con esa sensación de que, por lo menos, les falta seriedad.