No sé si lo mejor que le puede pasar al gobierno federal sea que el presidente Calderón esté convencido de aquello que declaró luego de la elección del 2006 de “rebasar por la izquierda” a sus oposiciones. En ocasiones esa concepción es útil y necesaria, sobre todo en términos de política social, en otras, como en el debate al que estamos asistiendo en torno al paquete fiscal me temo que el gobierno federal no está focalizando bien sus adversarios y sus apoyos.
No sé si lo mejor que le puede pasar al gobierno federal sea que el presidente Calderón esté convencido de aquello que declaró luego de la elección del 2006 de “rebasar por la izquierda” a sus oposiciones. En ocasiones esa concepción es útil y necesaria, sobre todo en términos de política social, en otras, como en el debate al que estamos asistiendo en torno al paquete fiscal me temo que el gobierno federal no está focalizando bien sus adversarios y sus apoyos.
La declaración presidencial en Puerto Vallarta respecto a “las empresas que rara vez, rara vez, pagan impuestos” llamó profundamente la atención, lo mismo que lo que aseguró a los senadores panistas respecto a que cien de las principales empresas del país no pagan más del 1.4 (otros entendieron 1.7) por ciento de ISR. Y como para que quedara claro, agregó que la gente más humilde no depende, para sobrevivir, de las empresas sino de los servicios públicos que otorga el gobierno.
Es una declaración que aleja al presidente Calderón del liberalismo y lo acerca, me imagino que a las concepciones social cristianas que durante mucho tiempo marcaron al PAN y al propio Felipe Calderón. Una concepción en la que existe una natural desconfianza hacia el mercado, hacia excesivas libertades a la iniciativa privada y se otorga un papel prominente a la labor del Estado, dentro y fuera de la economía. Me parece que si es así, debe ser mucho más explícito el presidente con sus propuestas futuras.
Y en eso no hay claridad: quizás en la visión presidencial la extinción de Luz y Fuerza del Centro y el paquete fiscal son parte de una misma lógica política, pero la gente no lo ha entendido así: quienes defienden la extinción de LyFC (como este autor) no terminan de comprender la política fiscal propuesta antes y después de la votación de los diputados, y será mucho más difícil comprender lo que pueda salir de las laberínticas deliberaciones que mantenía el senado a la hora de escribir estas líneas.
El presidente no puede afirmar que las cien principales empresas del país no pagan más que el 1.4 por ciento de ISR y no explicitar quiénes son. No puede decir que “rara vez, rara vez” pagan impuestos y no explicarnos porqué no lo hacen, si están violando la ley o si se están aprovechando de los huecos que la misma deja. Si es así, si esas empresas están pagando una cantidad mínima de impuestos hay que explicarle a la gente porqué y cómo ocurre esa elusión fiscal, no quedarse en la declaración, el tema es demasiado importante como para dejarlo como una frase más en un discurso ante un grupo de alcaldes.
Ese es el principal motivo de enojo de muchos sectores que no sienten estar representados por nadie. Paradójicamente son los mismos que apoyaron las medidas en Luz y Fuerza y que se ven ahora exprimidos por la maquinaria fiscal. No son los más pobres, ni los muy ricos. Los primeros, en los hechos no participan del esfuerzo fiscal. Los segundos, tienen armas e instrumentos legales y políticos como para evitar ser castigados en exceso por él: ¿qué mejor ejemplo que el intento de hacer retroactivas las modificaciones a la consolidación empresarial? Seguramente el presidente estaba pensando en ello cuando hablaba de las empresas que no pagan impuestos, pero el intento de hacerlo retroactivo lo que provocará será que esas empresas se podrán amparar, no pagarán y tendrán una razón, justa o no, para restringir sus inversiones. Ellos no van a ser los paganos de este paquete.
Pero para la gente que trabaja y tiene un ingreso medio, todo se confabula en su contra: se le aumenta el ISR y no tiene como aplicar deducibles; se aumenta el IVA pero no se hace generalizado, incrementando su carga fiscal pero no la de todos (incluyendo parte de la operación de esas mismas empresas que se denuncian); se aumenta el IEPS y con ello le costará más desde una cerveza hasta su diversión; se debate un impuesto a los ahorradores (y uno que pensaba que se quería fomentar el mismo). El único impuesto que puede atacar la informalidad, el de depósitos en efectivo, intenta ser frenado por el PRD porque afecta a uno de sus principales grupos clientelares.
Me resulta muy difícil estar de acuerdo con Manuel Espino, pero no puedo menos que aceptar que, con esta carga para la clase media en lugar de un estado de bienestar se está creando un estado de jodidez del que difícilmente logrará salir. Pero en las elecciones, dirán algunos, los votos los ponen los pobres y el dinero los ricos. Olvidan que la opinión pública la genera la clase media.