Ruth y el largo adiós
Columna JFM

Ruth y el largo adiós

Sin duda habrá perredistas que dirán que era hora que Ruth Zavaleta dejara su partido. Que no se pierde nada. Quienes pregunten, cómo lo hacía Stalin respecto al Vaticano “cuántas divisiones militares tiene” Ruth, cuánta gente se podrá llevar con ella. Habrá también quienes piensen que para militar en esa organización se requiere, por sobre todas las cosas de fidelidad a los liderazgos y acatar la línea establecida. Son los mismos que creen que la política debe ser necesariamente confrontación y que el poder no se comparte y tampoco se gana sino que se impone. Son los que están llevando a nuestro principal partido de izquierda, el PRD, y sus satélites, como el PT, a la marginalidad.

Para Valeria, de la que cada
día estoy más orgulloso

Sin duda habrá perredistas que dirán que era hora que Ruth Zavaleta dejara su partido. Que no se pierde nada. Quienes pregunten, cómo lo hacía Stalin respecto al Vaticano “cuántas divisiones militares tiene” Ruth, cuánta gente se podrá llevar con ella. Habrá también quienes piensen que para militar en esa organización se requiere, por sobre todas las cosas de fidelidad a los liderazgos y acatar la línea establecida. Son los mismos que creen que la política debe ser necesariamente confrontación y que el poder no se comparte y tampoco se gana sino que se impone. Son los que están llevando a nuestro principal partido de izquierda, el PRD, y sus satélites, como el PT, a la marginalidad.

La salida de Ruth del PRD es una dolorosa derrota para ese partido, porque confirma que no puede mantener a sus mejores militantes y sobre todo no puede hacerlo con quienes realmente vienen de la izquierda. La lista desde José Woldenberg hasta la propia Ruth es interminable. No deja de ser una paradoja que mientras se van esos militantes llegan los que por buenas o malas razones se han ido resentidos del PRI y que nunca han militado, ni remotamente, en la izquierda. Hace algunos días hablábamos de ese fenómeno y nos preguntábamos si la nueva izquierda en el país son los Manuel Bartlett, los Fernández Noroña, los Muñoz Ledo, los Guadarrama, y muchísimos más, respetables o no, pero cuya genética política puede estar en el muy viejo nacionalismo revolucionario pero nunca en las vertientes de las corrientes progresistas contemporáneas. El mejor ejemplo es biográfico: cuando Ruth Zavaleta iniciaba su militancia en la organización Punto Crítico, en 1986, su mayor impugnador, López Obrador era el presidente estatal del PRI en Tabasco. Mientras Ruth venía del CEU y realizaba trabajo en las colonias más marginales, Andrés Manuel componía el himno del priismo en su estado natal. Mientras era delegada en la Venustiano Carranza, Muñoz Ledo era el embajador de Fox ante la Unión Europea. Son datos nada más, pero reflejan también una historia y una forma de entender las cosas.

Ruth Zavaleta, como lo explica en su carta de renuncia, es un buen ejemplo de ello. Su evolución desde Punto Crítico a la presidencia de la Mesa Directiva de la cámara de diputados es una demostración de cómo puede transformarse, ampliando sus horizontes, una concepción realmente progresista, como se pueden asimilar los mejores principios del socialismo con una concepción democrática y tolerante. Por supuesto que en ese recorrido Zavaleta debe haber cometido errores, y que no necesariamente se tiene que estar de acuerdo con todos sus planteamientos. Pero lo que la gente agradeció en ese proceso de evolución fue encontrar a una mujer en la política que hablaba con sinceridad y sensatez, sin dobles discursos. Ese PRD que tiene hoy un 9 por ciento de aceptación y un 39 por ciento de rechazo entre la gente, el mismo que ve como el lopezobradorismo se convierte en una corriente contestataria más, tendría que preguntarse porqué desde un relativo anonimato, luego de llegar a la presidencia de la Cámara de diputados, Ruth pudo acumular tanto capital político hasta convertirse en una de las mujeres más respetadas, por propios y extraños, del mundo político.

Digo por propios y extraños y me estoy equivocando. Los propios no aceptaron ni su creciente popularidad ni sus márgenes de independencia. Y si López Obrador y Fernández Noroña lisa y llanamente, apelando al más machista de los recursos, la insultaron para intentar descalificarla, sus propios aliados en el PRD no tuvieron la dignidad de salir a defenderla y exigirle a su supuesto líder una rectificación pública de sus dichos. ¿Si los dirigentes de Nueva Izquierda no pudieron hacer ni siquiera eso, defender a uno de los suyos ante el líder, cómo podrán defender sus principios y línea de acción?¿cómo enfrentar a esa mismo líder cuando milita en contra de los candidatos del que es supuestamente su propio partido e impulsa la creación de otro, aunque ello les cueste un derrumbe electoral?

Lo cierto es que Ruth era una molestia en el PRD y tenía demasiada independencia para ser tomada en cuenta. No sé que hará. Me ha dicho que buscará espacios en la sociedad y que seguirá participando en la búsqueda de un gran acuerdo nacional que nos permita salir del círculo de pobreza y estancamiento (no sólo económico, sino también político) en el que vivimos. Habrá que desearle éxito, aunque los espacios cada día parecen ser más estrechos para quienes quieren gozar de su independencia, política y personal.

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