La década de la crisis
Columna JFM

La década de la crisis

Han pasado diez años, una década desde que, en unos días como estos que estamos viviendo, comenzaba a perfilarse la posibilidad de que por primera vez en más de 70 años, el PRI pudiera ser derrotado en una elección presidencial. Y la primera década del siglo XXI comenzó con esa noticia y con un mandatario, Vicente Fox que llegó al poder con tantas expectativas y apoyo como un virtual desconocimiento del manejo de las principales palancas del manejo del propio poder. Comenzó así la década de la alternancia pero no de la transición. La mejor imagen de ello la vivimos hace apenas unas semanas: después de diez años, por primera vez llega al manejo de las finanzas nacionales un hombre, Ernesto Cordero, proveniente de Acción Nacional. Y en muchos otros ámbitos del poder esa transición no se ha podido, aún, dar: no se trata de saber si son esos mejores o peores funcionarios, el hecho es que una misma generación política se ha mantenido el poder desde principios de la década de los 80.

Han pasado diez años, una década desde que, en unos días como estos que estamos viviendo, comenzaba a perfilarse la posibilidad de que por primera vez en más de 70 años, el PRI pudiera ser derrotado en una elección presidencial. Y la primera década del siglo XXI comenzó con esa noticia y con un mandatario, Vicente Fox que llegó al poder con tantas expectativas y apoyo como un virtual desconocimiento del manejo de las principales palancas del manejo del propio poder. Comenzó así la década de la alternancia pero no de la transición. La mejor imagen de ello la vivimos hace apenas unas semanas: después de diez años, por primera vez llega al manejo de las finanzas nacionales un hombre, Ernesto Cordero, proveniente de Acción Nacional. Y en muchos otros ámbitos del poder esa transición no se ha podido, aún, dar: no se trata de saber si son esos mejores o peores funcionarios, el hecho es que una misma generación política se ha mantenido el poder desde principios de la década de los 80.

Pero en estos diez años lo que hemos vivido es un deterioro simultánea en las tres principales áreas de la vida social: un deterioro de la política, de la calidad de vida y de la seguridad. Y entramos a la segunda década de este siglo marcados precisamente por los desafíos más acuciantes en los tres ámbitos. El deterioro de la política se escenifico con la elección del 2006 y la emergencia del lopezobradorismo. Un movimiento social de matriz eminentemente populista, que no busca una transformación de las cosas sino el regreso a las posiciones del viejo nacionalismo revolucionario, algo así como un echeverrismo revisitado, que parte del supuesto de desconocer las reglas del juego democrático y que es seguido por lo menos por un tercio de la población que estuvo a punto de llevarlo al poder.

¿Por qué ese retroceso, porqué mirar hacia atrás? Porque el sistema no ha dado nada nuevo, porque se ha paralizado, porque las expectativas de la alternancia se perdieron en fuegos de artificio. Porque hemos tenido una década, en realidad llevamos más de 15 años, sin realizar reformas serias en la política y en la economía. Ante ello la promesa populista funciona y ya no es sólo López Obrador, pareciera que desde todos los ámbitos partidarios se prefiere apostar a ella que trabajar seriamente en la transformación del país.

Si la política ha sido un espacio de estancamiento y en ocasiones de retroceso, la economía ha sido el vivo reflejo de ello. Mientras el mundo se ha transformado con mayor rapidez que nunca antes, nosotros seguimos pensando que somos una excepción histórica, que los demás pueden abrir sus economías e invertir en energía, telecomunicaciones, infraestructura, pero que para nosotros esos terrenos están vedados. En realidad lo que tenemos es el reflejo en la economía de lo que sucede en la política: ¿cómo vamos a tener una idea moderna, transformadora, global de la economía, si tenemos una idea arcaica, revisionista, aldeana, de la política?. El hecho es que prácticamente desde las reformas del ciclo 91-93, no hemos tenido en ese sentido casi nada: reformas de corto aliento, puntuales, en algunos casos regresivas y el resultado ha sido que como país y como economía nos hemos ido rezagando en forma constante. Y muchos siguen pensando que para salir de este estancamiento se debe regresar a un pasado que en buena medida lo propició.

Y en ese contexto nadie tendría que asombrarse del deterioro constante de la seguridad, un deterioro que comenzó a precipitarse hace diez años. No porque haya llegado al poder el foxismo, sino porque llegó sin un conocimiento real del problema, porque experimentó con él, porque colocó en posiciones estratégicas a personajes que no tenían demasiada idea del desafío que debían asumir y sobre todo porque abandonó las políticas que se habían implementado en los últimos años del zedillismo que hubieran permitido contar hoy con los instrumentos que apenas se comenzaron a construir seriamente con la llegada de Felipe Calderón al poder. En el camino, pese a los esfuerzos individuales  y algunos pocos institucionales, lo que hemos tenido es un retroceso del Estado ante el desafío del crimen organizado, que va de la mano con el deterioro político y económico.

Ha sido en muchos sentidos una década perdida, no podemos darnos el lujo de repetir ese despilfarro social, económico, político. Ni la gente ni el país lo merecen.

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