El mundo de los ex presidentes
Columna JFM

El mundo de los ex presidentes

¿Qué hacer con nuestros ex presidentes?. En el pasado la fórmula era obvia y no había posibilidad de equivocarse: el fin de un mandato presidencial equivalía a un pasaje al ostracismo que era inversamente proporcional al enorme poder que había detentado durante su mandato. Los tiempos han cambiado, el sistema político también y los ex presidentes no quieren estar en el ostracismo: todos los últimos mandatarios han dejado jóvenes del poder y tienen muchos años y experiencia que no piensan ni quieren dejar guardadas para contarlas en pláticas de viejos colaboradores.

¿Qué hacer con nuestros ex presidentes?. En el pasado la fórmula era obvia y no había posibilidad de equivocarse: el fin de un mandato presidencial equivalía a un pasaje al ostracismo que era inversamente proporcional al enorme poder que había detentado durante su mandato. Los tiempos han cambiado, el sistema político también y los ex presidentes no quieren estar en el ostracismo: todos los últimos mandatarios han dejado jóvenes del poder y tienen muchos años y experiencia que no piensan ni quieren dejar guardadas para contarlas en pláticas de viejos colaboradores.

El periódico El País acaba de publicar un excelente reportaje sobre el ex presidente José María Aznar. Fuera de una preocupación un poco esotérica del reportero con los abdominales del ex mandatario, el texto es un fiel reflejo de lo que ocurre en una democracia que no sabe qué hacer con sus ex mandatarios ni qué espacio darles. Aznar dejó el gobierno a los 51 años y debió, como se dice en el reportaje, “inventar” su nueva vida. “Tendrán que pasar unos cuantos individuos más por esa condición (ex presidentes) para que la apreciemos de una forma más natural. Aquí el estatus de ex presidente lo estamos ensayando todavía”, dice uno de los ex colaboradores de Aznar. Y tiene razón, y algo muy similar ocurre con los nuestros.

Ni Luis Echeverría ni Miguel de la Madrid se encuentran, por diversas razones, en el mismo espacio que Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo o Vicente Fox (aunque tengan sus episodios extraños: Luis Echeverría apareciéndose en el velorio de don Luis Colosio Fernández o Miguel de la Madrid con aquella entrevista a Carmen Aristegui). Carlos Salinas, que dejó el poder a los 46 años, conserva espacios de poder importantes y es un hombre magníficamente bien informado, pero sigue pagando el costo del turbulento final de su sexenio y de la campaña que sufrió con la crisis del 95. Desde entonces ha trabajado para tratar de que su versión de los hechos se abra paso en la opinión pública. Y paradójicamente el peso que tiene en buena parte de las élites, los ejemplos que en muchas ocasiones se quieren tomar o adaptar de su forma de ejercer el poder, suelen toparse con una opinión pública que suele ser inflexible en su contra. Luego de la entrevista que la semana pasada le hicimos al ex presidente no dejó de llamarme la atención que llegaran mensajes de lectores que reclamaban el que le hubiéramos permitido hablar y expresar su opinión a Salinas. Vamos, ni siquiera entre los dirigentes políticos han existido matices en esta historia. Jesús Ortega, líder del PRD fue durísimo con Salinas por haber hablado en contra de la extranjerización de la banca cuando, dijo Jesús, había sido él quien entregó en manos extranjeras. En realidad, no fue así, y Ortega tendría que saberlo: al terminar el sexenio de Salinas los bancos estaban, todos, en manos nacionales, fue hasta después de la crisis que sobrevino el cambio de propietarios precisamente, en eso tiene razón el ex presidente, porque los bancos quebraron.

Ernesto Zedillo dejó el poder a los 49 años y apenas el viernes nos enteramos que asumió una nueva responsabilidad en el consejo directivo de otra poderosa empresa privada como es el grupo financiero Citigroup. Zedillo que nunca fue un presidente muy popular tampoco provoca la animadversiónn de Salinas de Gortari, pero el partido que lo llevó a la presidencia, el PRI, no quiere saber nada con él, tanto como el propio Zedillo con buena parte de sus actuales líderes y dirigentes. Zedillo se ha concentrado en el extranjero: en la academia, en los organismos internacionales y en las empresas privadas más importantes. Y en ese último punto está su perfil más controvertido: ¿puede un ex presidente con toda la información y las relaciones que acumula en su mandato ponerlos al servicio de una empresa privada?

Vicente Fox ha buscado otro modelo. Quiere seguir teniendo espacios y desde el Centro Fox quiere posicionarse como una opción diferente a su sucesor, Felipe Calderón. Aquella carta que nos envió deslindándose de muchas acciones del actual mandatario terminaba con una frase que decía algo así como que “efectivamente Fox no es Calderón”, y retrata esa situación mejor que ninguna otra.

Pero si bien el enfrentamiento Fox-Calderón (que tiene su expresión más nítida en la tesis, asumidas por el ex presidente, de que la guerra contra el narcotráfico es un fracaso y devino de la intención de legitimarse del actual presidente) puede escalar en el futuro, el de Salinas y Zedillo está más vigente que nunca, en la misma medida en que el PRI puede regresar al poder y debe ajustar cuentas, debe saber quién tuvo la razón, con lo sucedido en aquellos años.

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