Mirar hacia Tijuana
Columna JFM

Mirar hacia Tijuana

La administración Calderón debe encontrar los mecanismos para demostrar que tiene el control sobre la situación y la respuesta solo puede estar en tener éxito de seguridad reales.
Hay ejemplos de que las cosas se pueden hacer mejor: uno de ellos es Tijuana.
¿Qué ocurrió en Tijuana?. Varias cosas: dejó el gobierno municipal Jorge Hank Rhon; se trabajó en la limpieza de las policías con un proyecto de fondo; se involucraron los gobiernos estatal y municipal; la federación envió fuerzas federales, policiales y militares que trabajaron con un mando unificado con las locales y se le dieron golpes durísimos a todos los grupos del crimen organizado involucrados en la zona. No hay otro remedio, otra salida: lo mismo debe suceder en Ciudad Juárez y en Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros, para cambiar la realidad y las percepciones. Para romper o mitigar el empantanamiento.

Decían en estos días mis amigos Leo Zuckermann y Héctor Aguilar Camín, que el presidente Calderón tiene que cambiar la agenda y que será difícil hacerlo porque se ha empantanado en el tema de la seguridad. Leo ponía el ejemplo de Lyndon B. Johnson con Vietnam y de George Bush con Irak, dos presidentes estadounidenses que no pudieron retirarse de esas guerras y que terminaron empantanando toda su gestión para corroborar su tesis. Habría que destacar que como consecuencia de ello ambos terminaron perdiendo las siguientes elecciones para sus partidos, aunque sus sucesores, eso también hay que registrarlo, tampoco tuvieron en ello éxitos inmediatos: Richard Nixon siguió con Vietnam durante años y sólo logró salir de allí reconociendo la derrota y Barack Obama no ha salido de Irak y ha redoblado la presencia en Afganistán. Pero en muy buena medida Leo y Héctor tienen razón, sobre todo en la lógica política que subyace en todo su razonamiento.

El problema es que la administración Calderón aunque quisiera no puede decidir que se retira del campo de batalla en un conflicto de estas características. El problema con los casos de Vietnam y de Irak es que Johnson y Bush perdieron la iniciativa y sus esfuerzos nunca alcanzaron a romper la percepción de que era una guerra inútil y que se estaba perdiendo. En buena medida porque lo eran: la teoría del dominó que llevó a los estadounidenses a lanzarse sobre Vietnam sólo era comprensible en la lógica de la guerra fría. La decisión de entrar en Irak tenía mucho más que ver con el petróleo que con Al Qaeda, cuyo destino se estaba jugando, como aún hoy sucede, en Afganistán. En nuestro caso estamos hablando de una amenaza interna, de un conflicto que atañe directamente a la capacidad de tener control, gobernabilidad sobre todo el territorio nacional.

Nunca me ha gustado el término de guerra para esta lucha contra el narcotráfico, primero porque no define con claridad el fenómeno que estamos enfrentando, y segundo porque las guerras tienen un principio, un desarrollo y un final, se ganan y se pierden, y éste no es el caso. Lo de guerra tiene su lógica si estamos hablando del esfuerzo nacional que implica embarcarse en un conflicto de estas características y en el desafío que el narcotráfico implica para la sociedad y las instituciones nacionales.

Pero el punto es que la administración Calderón debe encontrar los mecanismos para demostrar que tiene control sobre la situación. Lo que se ha dicho sobre la violencia real que genera este conflicto en México a partir de su localización o la diferencia de esa violencia del narcotráfico con la que sufrieron en el pasado en Colombia y en la actualidad en Brasil, es cierta pero no alcanza a cambiar las percepciones ciudadanas, tampoco el asegurar que se trata de ajustes de cuentas entre cárteles cuando nos encontramos con casos como el de dos jóvenes del Tec muertos en el fuego cruzado de un enfrentamiento frente al campus de esa universidad.

La respuesta sólo puede estar en tener éxitos de seguridad reales. Hay ejemplos de que las cosas se pueden hacer mejor: uno de ellos es Tijuana. Por supuesto que no se acabó con el narcotráfico en esa frontera. Pero la simple comparación de lo que se vive ahora respecto a lo que sucedió hace unos meses es notable, pero no ha sido registrado por la sociedad porque las autoridades no han querido exhibirlo: nada es más sencillo que detonar una provocación para “demostrar” que esos avances no son ciertos.

¿Qué ocurrió en Tijuana?. Varias cosas: dejó el gobierno municipal Jorge Hank Rhon; se trabajó en la limpieza de las policías con un proyecto de fondo; se involucraron los gobiernos estatal y municipal; la federación envió fuerzas federales, policiales y militares que trabajaron con un mando unificado con las locales y se le dieron golpes durísimos a todos los grupos del crimen organizado involucrados en la zona. No hay otro remedio, otra salida: lo mismo debe suceder en Ciudad Juárez y en Reynosa, Nuevo Laredo y Matamoros, para cambiar la realidad y las percepciones. Para romper o mitigar el empantanamiento.

¿Y Cabañas?

Salvador Cabañas ya está en Buenos Aires para continuar con su recuperación. Lo increíble es que, hasta el día de hoy, las autoridades capitalinas no le han tomado declaración sobre lo sucedido hace dos meses en el Bar Bar, cuando recibió un disparo en la cabeza. Las autoridades no se lo han preguntado, él no lo ha dicho y tampoco en la única entrevista que concedió se le hizo esa pregunta. ¿No le resulta por lo menos extraño?

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