Las alianzas y los gobernadores
Columna JFM

Las alianzas y los gobernadores

Las alianzas funcionaron y quienes creímos que no iban a hacerlo nos equivocamos. De eso no hay duda: ganaron en Oaxaca, Puebla y Sinaloa. No ganó Xochitl Gálvez pero obtuvo un envidiable 45 por ciento y en Durango prácticamente empataron con una diferencia mínima para el PRI. Es verdad que el PRI recuperó tres estados donde no hubo alianzas: Zacatecas, Aguascalientes y Tlaxcala, pero la magnitud de los perdido no se puede equiparar con lo que se ganó. El caudal electoral de Oaxaca, Puebla y Sinaloa, será muy importante de cara al 2012.

Las alianzas funcionaron y quienes creímos que no iban a hacerlo nos equivocamos. De eso no hay duda: ganaron en Oaxaca, Puebla y Sinaloa. No ganó Xochitl Gálvez pero obtuvo un envidiable 45 por ciento y en Durango prácticamente empataron con una diferencia mínima para el PRI. Es verdad que el PRI recuperó tres estados donde no hubo alianzas: Zacatecas, Aguascalientes y Tlaxcala, pero la magnitud de los perdido no se puede equiparar con lo que se ganó. El caudal electoral de Oaxaca, Puebla y Sinaloa, será muy importante de cara al 2012.

Sin embargo se debe ir un poco más allá en el tema. Las alianzas funcionaron porque, en última instancia, se nutrieron de las divisiones del PRI. En Oaxaca, Gabino Cué había apostado a ello desde que inició la campaña y lo logró: una buena parte del PRI, que aparentemente respaldaba a Eviel Pérez Magaña terminó votando por Gabino, de otra forma no se puede explicar la magnitud de la diferencia obtenida por este buen candidato opositor. Ese es otro punto importante: Gabino era, lo había sido hace seis años pero ahora llegaba mucho más fraguado, un buen candidato que logró colocarse en el centro y no tener que etiquetarse demasiado ni con el PAN ni con el PRD. El desafío de Gabino será mantenerse en ese centro en un estado donde los actores de la alianza, en donde hay de todo, querrán cobrar sus cuotas. Pero si se aleja de la lógica de cuotas, tiene el equipo y el talento para conservar ese espacio y esas interlocuciones.

En Puebla, la operación debe haber sido demasiado mala en las últimas semanas porque Javier López Zavala comenzó con una amplia ventaja sobre Rafael Moreno Valle y la fue perdiendo en forma acelerada. El factor magisterio parece haber influido en la elección, pero más aún las fallas de operación del priismo local y la capacidad de Moreno Valle de movilizar (lo mismo ocurrió en Oaxaca) a electores fuera del voto duro partidario.

En Sinaloa también falló la operación en el priismo local, pero allí probablemente falló desde un inicio. El PRI podría haber zanjado la ruptura Vizcarra-Malova con un candidato como Oscar Lara. Y en el proceso electoral alguien los engaño porque siempre en el equipo de Vizcarra sus encuestas lo daban por ganador.

Pero no es un dato menor que, de una u otra forma, todos los que derrotaron al PRI provengan del PRI. El caso más extremo es Malova que hasta hace unas semanas era senador y militante de ese partido. Y tampoco es menor comprobar que el propio PRI se engañó a sí mismo con los resultados de las elecciones federales y dejó la decisión de las candidaturas tan en las manos de los gobernadores que éstos optaron por una línea de continuidad tan directa, que rompió los acuerdos internos. Pecaron de soberbia: con quién sea ganamos parecieron pensar. Poníamos el ejemplo de Sinaloa, con la opción, desechada, de Oscar Lara, pero lo mismo podría haber ocurrido en Puebla o en Oaxaca (sobre todo allí) y con ello se habrían desactivado muchas alianzas opositoras, públicas y de facto. ¿Qué hubiera sucedido en Chihuahua si Reyes Baeza en lugar de apoyar a César Duarte, que tiene historia y peso propios, hubiera preferido a alguien menos conocido pero eminentemente suyo?

Otro factor a considerar es que los gobernadores en funciones, teniendo mucho poder, eso es indudable, no tienen tanto como para ignorar a las otras fuentes de poder en sus estados. Hay ex gobernadores que jugaron en todo esto papeles claves: en Oaxaca la relación de Gabino Cué con Diódoro Carrasco es inocultable, y Diódoro demostró que sigue teniendo peso en la entidad. Es uno de los triunfadores de esta jornada. Incluso el acuerdo tácito, y desde mi punto de vista tan cuestionable, de la alianza con José Murat, le dio a Cué votos importantes. En Sinaloa, la candidatura de Malova no se hubiera explicado sin el apoyo de Juan S. Millán (cuya única condición era que el candidato no fuera Vizcarra), pero también sin la suerte de abstencionismo de hombres de tanta influencia local como Francisco Labastida. En Puebla se asegura que el ex gobernador Melquiades Morales tampoco operó para la campaña de López Zavala, y sin duda, la fuerza del magisterio, en ese caso de Elba Esther Gordillo (en realidad Moreno Valle es un candidato suyo) fue un factor determinante.

Los gobernadores actuales tienen más poder que nunca antes, pero se olvida que los ex gobernadores y otros factores de poder locales y nacionales también conservan márgenes mucho mayores que en el pasado. Allí fue donde las alianzas funcionaron. El punto ahora es ver qué tanto quedó afectada por ellas la gobernabilidad del país después de tantos desencuentros y polarización.

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