La política impide la seguridad
Columna JFM

La política impide la seguridad

Me tocó participar la semana pasada en los Diálogos por la Seguridad convocados por la presidencia de la república y en un foro internacional que en Puerto Vallarta realizaron la Asociación de municipios de México, la Conago y el gobierno de Jalisco sobre el nuevo modelo policial. Y después de haber estado en ambos foros, sobre todo en el último, me queda más claro que nunca que el mayor desafío que tenemos en el ámbito de la seguridad es la política y la decisión de buena parte de los principales actores de no asumir como propia esa lucha.

Me tocó participar la semana pasada en los Diálogos por la Seguridad convocados por la presidencia de la república y en un foro internacional que en Puerto Vallarta realizaron la Asociación de municipios de México, la Conago y el gobierno de Jalisco sobre el nuevo modelo policial. Y después de haber estado en ambos foros, sobre todo en el último, me queda más claro que nunca que el mayor desafío que tenemos en el ámbito de la seguridad es la política y la decisión de buena parte de los principales actores de no asumir como propia esa lucha.

En este debate sobre la seguridad se ha hablado de todo, desde la educación y la política social hasta la legalización de las drogas, desde la necesidad de generar empleos hasta de las atribuciones constitucionales de los municipios, pero no se ha terminado de aterrizar en los puntos concretos que la situación que vivimos demanda para poder garantizarle a la ciudadanía una seguridad pública por lo menos eficiente. En términos de seguridad en el corto y mediano plazo, de poco sirve hablar de legalizar la marihuana o de mejorar la educación sin un sistema policial centralizado, eficiente, homogéneo, con procedimientos, equipos y sistemas homologados.

Y nuestro modelo policial no evoluciona por las resistencias políticas que lo impiden. La mayoría de los municipios no quieren perder su policía porque pierden espacios de poder, aunque sepan que no pueden garantizar la seguridad, aunque sepan que esas policías están cooptadas en muchas ocasiones por la delincuencia, aunque sepan que en ocasiones no tienen ni la más remota posibilidad de enfrentarla. Se trata de perder algo que es muy caro a cualquier institución política: espacios de poder y recursos.

Nuestro modelo policial actual no tiene sentido: el 8 por ciento de nuestros policías son federales; apenas el 0.8 por ciento ministeriales federales y el 6.3 por ciento son policías ministeriales estatales, o sea policías que investigan; mientras que casi el 46 por ciento son estatales y casi el 39 por ciento municipales. Si a eso sumamos que el 93 por ciento de los delitos son del fuero común y que el 98 por ciento de ellos quedan impunes, es relativamente fácil saber dónde está el problema de origen. No desconozco que se encuentra también de origen en los ministerios públicos y en los jueces pero nada de esto funciona sin policías capacitadas y con capacidades de investigación.

Hoy el grueso de nuestros policías, la mitad de ese 85 por ciento que es policía estatal o municipal tiene entre 35 y 55 años de edad, en promedio tiene educación primaria y su salario ronda en los 4 mil pesos mensuales. Hay 400 municipios que no tienen policía alguna. Se dijo en estos encuentros, ya se había dicho muchas veces antes pero no había sido registrado por los medios, que si se estima que un policía para vivir más o menos dignamente necesita unos diez mil pesos mensuales, entonces se necesitarían poco más de mil 200 millones de pesos anuales adicionales, que en última instancia es lo que termina financiando la delincuencia y por eso su capacidad de penetración en esos cuerpos de seguridad.

Si a eso le sumamos que la delincuencia ha modificado sus métodos y los delitos federales y del fuero común cada día se interrelacionan más, que cada vez más el crimen organizado controla el robo, el secuestro, la extorsión, los espacios que quedan para cuerpos policiales locales aislados es cada vez menor. Por supuesto que hay algunos muy fuertes y bien financiados, pero eso no los hace más eficientes a la hora de establecer una lucha común por la seguridad, mucho menos en una visión global, nacional.

Todos los países que han tenido éxito, aunque sea relativo, en la lucha contra la inseguridad han partido de cuerpos policiales centralizados, desde Colombia hasta Chile, desde España hasta los países nórdicos. Pueden después, con el tiempo, especializarse, dividirse, federalizarse, establecer controles locales mucho más firmes, pero primero se tienen que centralizar y tener mandos unificados, para homologar las policías, sus equipos y procedimientos. Y eso no puede hacerse con dos mil cuerpos dispersos y sin coordinación alguna. Puede haber procedimientos distintos para llegar a ese objetivo, pero es el objetivo en sí mismo lo que debería concitar un acuerdo que hoy no parece existir por razones exclusivamente políticas y de poder.

Samaniego

Durante algunos años fuimos amigos y profesionales cercanísimos, íntimos. El tiempo, las circunstancias, las diferencias nos alejaron, nos volvimos a acercar pero nunca recuperamos aquella amistad. Los buenos recuerdos ahí quedan. Murió Fidel Samaniego y con él se fue un momento, una época muy especial del periodismo mexicano. Descanse en paz.

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