Sin reglas ni valores
Columna JFM

Sin reglas ni valores

La matanza de 72 inmigrantes centro y sudamericanos en San Fernando, Tamaulipas, por parte de un grupo de sicarios de los Zetas, es la mejor demostración del grado de deterioro y falta de humanidad que está caracterizando cada día más a estos sicarios, surgidos de lo más oscuro de las pandillas que crecen en forma constante sobre todo en la frontera norte. Es una muestra de deterioro moral pero también de la decadencia de la propia organización criminal.

La matanza de 72 inmigrantes centro y sudamericanos en San Fernando, Tamaulipas, por parte de un grupo de sicarios de los Zetas, es la mejor demostración del grado de deterioro y falta de humanidad que está caracterizando cada día más a estos sicarios, surgidos de lo más oscuro de las pandillas que crecen en forma constante sobre todo en la frontera norte. Es una muestra de deterioro moral pero también de la decadencia de la propia organización criminal.

Los Zetas tienen control desde tiempo atrás de la ruta que trae a los indocumentados desde la frontera sur, sobre todo en Chiapas, hasta el DF, de aquí a San Luis Potosí: pero desde allí tienen un control casi absoluto del tren que sale de esa ciudad hacia Nuevo Laredo. Los hechos de violencia, las agresiones físicas y sexuales, los robos, son la norma en ese peligrosísimo trayecto que los hombres y mujeres que cruzan México para buscar un mejor destino en los Estados Unidos suelen hacer trepados en los techos del tren. Ni remotamente se ha hecho lo suficiente para preservarles a esos migrantes, en su enorme mayoría centro y sudamericanos, condiciones dignas siquiera similares a las que le exigimos para nuestros propios migrantes, por ejemplo, en los Estados Unidos. Por alguna razón que se termina ubicando una vez más en la corrupción, esa ruta no está bajo control de las autoridades. Y cuando éstas aparecen terminan estando coludidas con los delincuentes. Y estamos hablando de miles de migrantes que realizan ese trayecto en forma cotidiana.

En este caso, los migrantes fueron engañados por los sicarios que les exigían un mínimo de mil dólares por persona y, como evidentemente no tenían esa cantidad, entonces tendrían que pagar su “traslado” como sicarios, sirvientas, objetos sexuales de sus captores. Algo sucedió, que finalmente decidieron matarlos a todos. Un joven ecuatoriano quedó casi por milagro vivo y fue quien terminó dando aviso a las autoridades. Luego de una largo enfrentamiento los captores fueron abatidos.

La historia es terrible, pero es una demostración también de a qué nos estamos enfrentando en varios puntos del país. Aquella imagen estereotipada que algunos podían tener del narcotraficante que hicieron célebre los típicos narcocorridos, con sus novias guapas, su AK 47 y su camioneta, con valores y reglas de juego, ya no existe o está en franco proceso de extinción. Lo que tenemos ahora son jóvenes pandilleros, surgidos de lo más hondo de la sociedad que matan, violan, secuestran por un puñado de pesos, que ni siquiera saben usar bien un arma, pero que están atiborrados de droga y eso los vuelve más insensatos, temerarios y peligrosos. Lo vimos en este caso terrible de San Fernando, pero lo pudimos observar también hace unos días en los pandilleros que con armas largas acribillaron, sin saber siquiera quiénes eran, al personal de seguridad de Femsa en Monterrey.

Por supuesto que para combatir estos fenómenos se debe trabajar en la educación, la salud, la política social, pero debemos asumir, como ha sucedido en otros países en situaciones similares, que allí tenemos una generación perdida que ya no saldrá, salvo excepciones, de ese círculo de degradación en el que ha caído. Y es una demostración también de porqué hay tantos muertos en ajustes de cuentas, porqué la violencia es tan irracional y, paradójicamente, porqué, pese a todo eso, estos grupos terminarán estando condenados a una degradación moral y organizativa irreversible. Estamos hablando de sicarios que trabajan y matan por unos dos mil pesos mensuales, que son, para sus propios jefes, personales desechables que sólo sirven para este tipo de crímenes y para desestabilizar a la sociedad que no puede explicarse la magnitud de la violencia.

Ella no acabará en el corto plazo: no puede ocurrir eso cuando hay tanto sicario desechable del que echar mano. Pero las organizaciones criminales tampoco pueden tener futuro basándose cada día más en estos personajes, atemorizando, agrediendo, extorsionando y matando a la gente en forma indiscriminada. En ese deterioro encontrarán su final.

Lavado de dinero

Según fuentes financieras muy confiables, las medidas adoptadas semanas atrás para controlar el lavado de dinero comienza a tener efectos en los grupos criminales que no saben cómo canalizar sus recursos. Si se aprueban las medidas propuestas ayer por el presidente Calderón, la asfixia será mucho mayor.

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