Cué, Moreno Valle: venganza y olvido
Columna JFM

Cué, Moreno Valle: venganza y olvido

Hay dos frases, aparentemente contradictorias, que, con el paso de los años, se han convertido en una suerte de armadura con la que uno puede cabalgar por la vida. Dice Jorge Luis Borges, “yo no hablo de venganzas ni perdones: el olvido es la única venganza y el único perdón”. Y se complementa con otra que se atribuye a Milán Kundera: “la historia es la lucha de la memoria contra el olvido”. Debemos olvidar para desechar las venganzas que envenenan el alma, debemos recordar a través de la historia para no olvidar. Borges nos habla, como casi siempre, desde el ámbito personal, individual. Kundera lo hace desde una perspectiva social.

Hay dos frases, aparentemente contradictorias, que, con el paso de los años, se han convertido en una suerte de armadura con la que uno puede cabalgar por la vida. Dice Jorge Luis Borges, “yo no hablo de venganzas ni perdones: el olvido es la única venganza y el único perdón”. Y se complementa con otra que se atribuye a Milán Kundera: “la historia es la lucha de la memoria contra el olvido”. Debemos olvidar para desechar las venganzas que envenenan el alma, debemos recordar a través de la historia para no olvidar. Borges nos habla, como casi siempre, desde el ámbito personal, individual. Kundera lo hace desde una perspectiva social.

Todo esto viene a cuento porque en los últimos días, algunos colegas y políticos, en la medida en que se acerca la sucesión en los estados de Oaxaca, Puebla y Sinaloa, han comenzado a hablar de que los nuevos gobernadores deben meter a la cárcel, casi antes de juzgarlos, a sus antecesores. Sería una forma de demostrar, dicen, que las cosas cambiaron y se mandaría un mensaje a todo el país. La verdad es que no creo que sea así: creo que se trataría de simples venganzas políticas que alcanzan para llenar los titulares un día y que nos dejan en la ingobernabilidad durante años.

Por supuesto que si se cometieron delitos, los mismos deben juzgarse y castigarse conforme a la ley, pero no se gobierna metiendo gente a la cárcel: eso lo hacen las dictaduras, no los gobiernos democráticos. Incluso en la transición de las dictaduras, éstas han tenido más éxito cuando han logrado que la misma se desarrolle con cierta estabilidad. Ahí están los ejemplos de España, Chile, Uruguay y Brasil. El caso de Argentina es singular, como lo fue la barbarie allí perpetrada por los dictadores.

Quienes piden ahora que se meta a la cárcel a los gobernadores salientes lo pueden hacer con buenas intenciones (o no) pero se olvidan de la política real. Son los mismos que pidieron en algún momento que se aplicara la misma receta a López Portillo o Echeverría, que reclamaban que Salinas cortara con De la Madrid; que Salinas (el enemigo favorito) terminara en la cárcel; que Zedillo fuera castigado por el priismo por haber perdido las elecciones; que Fox acabara con el PRI aunque éste gobernara medio país; o que después Calderón metiera a la cárcel a los cercanos a Fox o a López Obrador para que no le restaran poder, para mandarles un mensaje. En este tipo de venganzas y ajustes de cuentas, que nos encantan, hemos perdido algunas décadas, y se nos ha ido buena parte de la civilidad política.

Porque además no hay puros. Nadie ha llegado al poder sin alianzas con algunos personajes impresentables, sin haber llegado a acuerdos con sectores de poder insoslayables. Y eso se aplica a todos, cada uno tiene, parafraseando a López Obrador e incluyéndolo, su propia mafia: en algunos casos la exaltan, en otros la esconden.

Veamos los casos de mi muy querido amigo Gabino Cué y de Rafael Moreno Valle. Gabino se ha convertido en un político de excepción: es un hombre duro pero al mismo tiempo conciliador, persistente y constructor. Fue funcionario local, federal, presidente municipal, buscó la gubernatura y perdió en una elección por lo menos discutida, ganó la senaduría y ahora será gobernador. Pasó por todo. Tiene un gran equipo y algunos aliados excelentes, pero otros son impresentables, desde José Murat hasta algunos dirigentes de la APPO. Pero sin ellos no hubiera ganado. Algunos de los que ahora lo ayudaron le hicieron fraude hace seis años, algunos de los que se dicen sus aliados buscarán desestabilizarlo. Para controlar el poder en un estado como Oaxaca, Gabino debe sumar, crear bases propias, establecer alianzas. En última instancia hacer lo que sí hizo bien su amigo López Obrador (en un trabajo que había comenzado Cuauhtémoc Cárdenas) en el Distrito Federal: la mejor venganza contra el PRI no fue meter a la cárcel a los priistas, fue convertirlos en su nueva base social.

De Moreno Valle me dicen que es un excelente administrador y que sabe organizar muy buenos equipos. Pero no nos engañemos: Rafael no hubiera llegado al poder sin el apoyo de Elba Esther Gordillo. Paradójicamente muchos de los que hoy le piden a Moreno Valle que meta a la cárcel a Marín o a otros, son los mismos que están pidiendo que también metan a la cárcel a Elba Esther, pero sin ella y sin apoyo del magisterio, Moreno Valle se quedaría sin bases.

Gabino, Rafael, el propio Malova en Sinaloa, no deben fomentar la impunidad política, pero no pueden caer en una guerra de venganzas políticas que les impida construir el futuro: deben pensar como un Felipe González, un Ricardo Lagos, un Fernando Henrique Cardoso o un Lula y recordar a Borges: el olvido es la única venganza y el único perdón. ¿Hay castigo peor para un político que relegarlo en el olvido?

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