Los niños, los sicarios y la revolución
Columna JFM

Los niños, los sicarios y la revolución

Nos asombramos porque hay unos 35 mil niños y adolescentes en pandillas que estarían relacionados con el narcotráfico, pero preferimos ignorar que el 15 por ciento de todos los menores de 18 años comen una vez al día y se acuestan con hambre, o que la calidad de nuestras escuelas es cada día peor y están algo más que penetradas por la violencia y el crimen.

Nos asombramos porque hay unos 35 mil niños y adolescentes en pandillas que estarían relacionados con el narcotráfico, pero preferimos ignorar que el 15 por ciento de todos los menores de 18 años comen una vez al día y se acuestan con hambre, o que la calidad de nuestras escuelas es cada día peor y están algo más que penetradas por la violencia y el crimen.

El estudio La Niñez y la Adolescencia en el Contexto de la Crisis Económica Global: el Caso de México, presentado por el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia refleja que la reciente crisis económica provocó que se duplicara el número de hogares con hambre en México, catalogados como en "inseguridad alimentaria severa". En los hechos casi tres millones y medio de niños y jóvenes en nuestro país sufren hambre crónica. De 20 millones de hogares con población entre 0 y 17 años, 1.6 millones, el 8 por ciento presentaban en el 2008 una reducción en la ingesta de alimentos que los dejaba con hambre, mientras que para 2009 la cifra se disparó hasta 3.4 millones, un 17 por ciento del total. A la pregunta de si la cantidad de comida servida a los menores de 18 años había tenido que ser reducida por falta de dinero, el 25 por ciento de los padres contestó que sí, una cifra del doble de la del 2008. Al preguntar a las cabezas de familia si en ese hogar un menor se acostó con hambre, el porcentaje pasó de 7 al 15 por ciento y al menos un menor comió sólo una vez o dejó de hacerlo todo un día. ¿Sabe cuántos hogares consideran que tienen pleno acceso a la alimentación?, apenas el 43%.

El estudio del Coneval y la Unicef señala que los niños mexicanos registran mayores condiciones de pobreza que la media de la población mexicana, el 53 por ciento de los menores de 18 años mexicanos viven en condiciones de pobreza multidimensional, cifra que en la población en general es de 42 por ciento. En 2008, detalla el informe, el 13 por ciento de la población menor a 17 años, es decir, poco más de 5 millones de niños y jóvenes, se encontraba en condiciones de pobreza extrema, mientras que para la población general esta cifra era de 10.5 por ciento.

Mientras que  hay poco más de 5 millones de niños y jóvenes que viven sin carencias y con un nivel adecuado de bienestar económico, hay 13 millones que son socialmente  vulnerables  por limitaciones social o falta de ingresos de sus familias y casi 21 millones que viven en situación de pobreza y pobreza extrema.

Sabemos que la deserción escolar está íntimamente ligada a la incorporación de jóvenes a las pandillas y a su participación en la delincuencia, pero el 15 por ciento de los jóvenes menores de 17 años no va a la escuela y tampoco trabaja y la crifra aumenta considerablemente cuando se analiza a los menores de 25 años. Sólo el 15 por ciento de todos los jóvenes menores de 17 años que no estudian tienen algún trabajo.

Y todo eso tiene un reflejo en los hogares. Un 8 por ciento de los jefes de familia admite haberle pegado a sus hijos como consecuencia de los problemas económicos en el hogar, mientras que la violencia intrafamiliar crece en todo el país. Y la escuela no está mejor. Más del 40 por ciento de los chavos dicen que en sus escuelas venden y se consumen drogas.

Ese es el diagnóstico, el problema es que no acertamos a tener una receta para solucionar el problema. Nuestra sociedad, no es una novedad decirlo, es profundamente desigual. La diferencia del promedio de vida de un mexicano nacido en San Pedro Garza García y de uno nacido en Metlatonoc, el municipio más rico y el más pobre del país, es de 40 años, pero esa desigualdad se agudiza entre los niños y jóvenes. La falta de oportunidades a esa edad lo es todo. Y no podemos permitir que las pandillas sean para tantos miles de niños la única oportunidad de inserción social. Pero no podemos, o no queremos hacer un gran pacto contra la pobreza y la desigualdad. Los esfuerzos terminan siendo parciales, locales, insuficientes.

Entonces ¿porqué asombrarse cuando un niño de 12 años se convierte en líder de un grupo de sicarios?. ¿Por qué la historia del Ponchis el niño sicario de la banda de los Beltrán Leyva, ha causado tanto alboroto?. Se siembra lo que se cosecha y eso es lo que estamos recogiendo luego de años de indolencia social.

Por cierto, leyendo todo esto, ¿a usted le quedan ganas de celebrar el primer centenario de la revolución?

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